La vocación mimética es quizás el primer síntoma a detectar si se quiere ser artista. Como en un juego de naturalismo adapté, el o la joven intenta trasladar el arco de sus obsesiones a un lenguaje que prescinde de palabras. O, por el contrario, se compone casi exclusivamente de palabras, palabras que en su calibración fina o de trazo continuo habilitan el sostenimiento de una obra. Este último juego fue al que más jugo le supo sacar Alberto Greco, artista vanguardista argentino que vuelve a la vida en La luz de una estrella muerta de Paula Klein (Buenos Aires, 1986).
En este roman à clef Elena (la protagonista) se propone, al menos, dos cosas: develar quién, o mejor dicho qué fue Alberto Greco, pero sobre todo descubrir quién es ella misma. Desde esa bifurcación nos damos cuenta de que en todo momento pervive el fantasma de la mimesis. Cada paso que da en la ciudad de París, ya sea de un lado o del otro del Sena, sirve para evocar a artistas del pasado, a canciones del pasado, a films del pasado; todo parece retornar para revelarnos algo del presente, algo que quizá se perdió para siempre. Las luces de estas estrellas muertas se encuentran y se revitalizan en la singladura de Elena, ya sean estas figuras de la talla de Jean Seberg(que revive en el cabello de Grace)o de la crítica y pintora Germaine Derbecq o del poeta venezolano Robert Ganzo, etc. Se suceden como ítems ordenados. Siguiendo a pie juntillas el adagio de John Stuart Mill, la novela parece sugerirnos involuntariamente que acaso no exista “nada general excepto nombres”; el nominalismo se hace extensivo a su vez en los títulos de los capítulos: allí aparecen referencias a un musical de Jacques Demy (La chanson de Maxence de Les demoiselles de Rochefort), a un alter ego de Duchamp (Rrose Sélavy), a libros de Truman Capote (Plegarias atendidas) o a un hermoso film, también de vocación mimética, como Copie conforme de Abbas Kiarostami. No alcanzaría el largo de esta reseña para traer a colación el inmenso acervo de referencias que plagan el libro, entonces mejor hablemos sobre la novela en sí; ¿qué podemos decir de ella?
Bajo la forma del contrapunto, Klein empareja documentación en torno a Greco con la persecución que toma la forma de una obsesión que tiene Elena para con su doppelgänger Grace, un reverso que señala insistentemente todo lo que ella acaso no sea, acaso no pueda ser. En este ejercicio de archivística y vida, de esnobismo y fortuna, de construcción de la figura de artista y de-construcción de una voz narrativa, se juega el alma de la novela. Es preciso dejarse llevar por las inquietudes de Elena para entender cuáles son las de Klein ya que la autora, al igual que su creación, vive, hace su doctorado en París y contempla el mundo desde las maravillas que la ciudad luz habilita a sus ojos y, a la vez, nos acerca a un sintomatología cara no solo al panorama literario argentino: la noción de que se ha vuelto imposible separar mapa de territorio.
22 de diciembre, 2021
La luz de una estrella muerta
Paula Klein
Mansalva, 2021
138 págs.