Un particular ser, investido de la minucia tipográfica, se erige en la escritura de La memoria de los peces, el nuevo artefacto del escritor, editor e impresor (sobre todo, aquí, vale la pena retener este último atributo) Eric Schierloh (La Plata, 1981). Se trata de Lazarus, el hombre tipográfico o, para nombrarlo (o copiarlo) de exacta manera: el homo typographicus. Claro que no es un ser, ni, mucho menos, un protagonista: su nombre emerge únicamente a la superficie del texto, como un pez a la del océano, para enhebrar en pocos centímetros, en breves instantes, una mínima sección del tejido escritural; es quien toma notas en un archivo Word para la novela que estamos leyendo pero que, claro, no es una novela, ni siquiera un work in progress.
Antes que sentido, lo que deambula por el artefacto de Schierloh es el misterio, no en términos del policial, del enigma, sino en términos de aventura; aventura barthesiana que no obedece más que a los desplantes del texto. Sin comienzo ni final. “Lo que quiero es tejer la red –se afirma–, no ir de pesca”. Lazarus, re-nacido hombre de letras (literalmente, hombre de caracteres tipográficos) pesca como viaja, sin destino. “Porque hay quien escribe, claro, por el mero hecho de escribir, como quien viaja no en busca de países remotos ni de alicientes externos sino tan sólo por el placer intrínseco de viajar”.
Y en el trayecto –que eso es lo que hay únicamente, trayecto, aunque ni lineal ni progresivo– afloran sueños, reflexiones, narraciones mínimas, anotaciones, citas o paráfrasis de autores y personalidades culturales. “La escritura, al igual que el nacimiento a la vida, contiene en sí misma su propia esencia, que no es otra que su desaparición. / Des - aparición / Quizá sea tan simple como eso: asistimos al alumbramiento de la oscuridad, al nacimiento de la destrucción”. En las profundas e insondables capas del océano –de densidades inexploradas pero no necesariamente inhabitadas– los peces exóticos iluminan sus recorridos con su propia luz; del mismo modo, la escritura de Schierloh visibiliza, con negra tipografía, la página en blanco y produce, en la efectivización del texto, las condiciones de su con-texto. Al igual que en aquel gesto de Barthes, tan icónico como manoseado, el lector de La memoria de los peces (y, del mismo modo, el homo typographicus) levanta la cabeza o, mejor, emerge de las aguas escriturales al discernir que, si hay moraleja, es la de la enseñanza de la forma; y que en las ocasiones en que cree haber atrapado algo, ha sido él, en verdad, el pescado.
28 de febrero, 2024
La memoria de los peces
Eric Schierloh
Alquimia, 2023
164 págs.
Crédito de fotografía: Rocío Fuhr.