Para sus lectores asiduos, la muerte de Aira significará en principio la interrupción de una serie, porque, entre otras circunstancias, la vida de ese lector está jalonada por la aparición periódica de sus novelitas, en una frecuencia de dos o tres por año. Sujeta a esta dinámica de expansión permante, la obra de Aira produce la simulación seriada del infinito, y si algo lo prueba es que una de sus novelas se titula La prueba y otra El infinito. No hay ninguna que se titule “La muerte”, quizás porque la muerte es la contracara, la cara oculta, sobre la que se erige la idea de infinito. La interrupción de la serie, en todo caso, es un problema de los otros, es decir de sus lectores, y por eso es pertinente que sea una de ellos, Francisco Bitar, quien se ocupe (escribiendo una novelita, claro) de la muerte de César Aira.
Definiendo un enfoque en el que se trama una genealogía, el juego se abre con una cita en la que, en respuesta a una carta en la que su amigo, el joven escritor César Aira, da cuenta de la gran afectación que le produjo la muerte de Lezama Lima, Osvaldo Lamborghini le escribe diciendo, entre otras cosas: “Es terrible: algún día seremos Lezama, el gran escritor que muere”.
Casi cincuenta años más tarde, Bitar alucina uno de esos días, el de la muerte de Aira, y lo despliega en un artefacto híbrido que bascula entre el simulacro de novela y el amague de ensayo, y que por su tamaño (cuarenta y tantas páginas) y el tenor de su propuesta parece una novelita de Aira. De hecho, Aira tiene varias que adoptan como protagonistas a una figura célebre (Nostradamus, Parménides, Picasso), a las que en parte configura pero sobre todo trasfigura a través de las derivas dislocadas de su escritura, lo que lo habilita a abrir el juego y abordar otras múltiples cuestiones. En este librito de Francisco Bitar ocurre algo parecido, pero el centro en torno al cual todo gira es el escritor César Aira y su literatura. O sea que, ahí donde en Aira la figura célebre funciona como un pretexto para hablar de otra cosa, es decir para novelar, en este caso pasa a ser lo central, y la supuesta novela declina en un ensayo oblicuo acerca de lo que significa escribir y ser escritor desde la singular perspectiva del autor pringlense. La ficción de la supuesta muerte, en todo caso, aporta un desenfoque interesante, que nos permite preguntarnos, por ejemplo, qué ocurrirá cuando el ciclo de producción continua se cierre y, ahí donde hay una proliferación, haya un objeto acabado, es decir qué resultará de la autopsia de una obra semejante. En la ficción algo pesimista que imagina Bitar, “la muerte de Aira señala el triunfo final de los críticos sobre los lectores amorosos, el fin de la lectura dispendiosa, que era hermana del gasto de haberla escrito”.
En cuanto al discurrir de la muerte en sí, Bitar la relata a través de una serie de mojones que van jalonando ese extraño suceso en el que lo que pasa es, antes que nada, lo que ha dejado de pasar. De entrada explora ese primer extraño momento, cuando todavía nadie sabe la noticia, desglosando lo implícito en la intimidad de la muerte, que en este caso le permite al muerto “alcanzar la estatura de su amado Osvaldo Lamborghini”. En segunda instancia hace referencia a las primeras reacciones de los directamente afectados, deteniéndose en tres escritores que coinciden en replicar las rutinas del muerto. En tercer lugar alude al modo en el que el chisme corre y la noticia se hace pública, repercutiendo en la figura mítica del Joven Escritor, paradigma del comienzo de la escritura. Luego da cuenta del velorio, incluida la transcripción del discurso del mejor amigo del muerto, Arturo Carrera, en el que recrea el difundido mito que los presenta a ambos como el perfecto par complementario de la literatura. Y finalmente hace referencia a la fuga del velorio del Joven Escritor, que, quizás porque todavía no lo es del todo, es quien más se siente afectado por ese escritor que ha pasado un ser inmortal.
El final, de la vida de Aira en este caso, convoca necesariamente al principio, sobre todo al principio de la escritura, dando lugar a una miríada de interrogantes en torno a esa práctica insondable, comenzando por la que más desvela a ese Joven: “¿Cómo se llega a ser escritor, es decir, como se sigue siendo uno?”
21 de febrero, 2024
La muerte de César Aira
Francisco Bitar
7 vidas ediciones, 2023
50 págs.