Los cinco ensayos del prolífico y multifacético Thoreau reunidos en esta edición son reflejo de la contemplación paciente que el autor de Walden efectuaba durante las largas caminatas que emprendía por diversos escenarios naturales como parte de su actividad cotidiana.
Gran parte del material registrado en estos ensayos tiene lugar en Concord, pueblo del que era oriundo Thoreau, y que proveía de un ambiente circundante propicio para ser explorado por alguien ávido de experiencias en entornos naturales.
La genuina fascinación con la que Thoreau se relacionaba con el medioambiente cincela su prosa con una diáfana huella poética, consecuencia directa de habitar el presente con un registro pleno de fenómenos tan diversos como la luz de la luna, los colores de los bosques durante el otoño, el ciclo que da lugar a la generación de nuevos bosques, la formación de dunas en el desierto y la playa y el desarrollo de los manzanos silvestres.
La idea de naturaleza entendida como proceso subyace persistentemente durante los ensayos y funciona como un hilo conductor que puja por ser leído aun sin estar escrito. Leemos a un Thoreau que habita ese mundo natural siendo parte consciente del mismo, comprendiéndolo holísticamente, eludiendo atomizaciones al momento de registrar sus observaciones.
En "La noche y la luz de la luna", ensayo que da título y abre el libro, el autor sumerge al lector en el misterio que encierra la oscuridad para el caminante noctámbulo y lo hace dimensionar la importancia que adquiere la luz de la luna en aquellas andanzas por la opacidad de los bosques. Constituye, además, una búsqueda ferviente de lo novedoso, en la que queda registro de algunas de las formas en las que se agudizan los sentidos durante los paseos por lo que Thoreau denominaba "los reinos de la noche".
Continuando con el flujo de la luz en la naturaleza como materia inspiradora de sus estudios, Thoreau se dedicó a una contemplación activa de la paleta cromática que invariablemente se despliega en la transición del verano al otoño. Registró con precisión las paulatinas mutaciones que afectaban a varias de las especies de árboles y plantas que poblaban los alrededores de Concord, y entrelazándolo con variopintas reflexiones ─como las dedicadas a las arbitrariedades inherentes a la nomenclatura del color o la capacidad de ver en el paisaje como un recurso que trasciende la esfera de lo meramente físico─ compuso "Los colores del otoño". Thoreau es claro y preciso: «El hombre puede pasar junto a plantas tan altas como él y hasta puede que las pisotee, pero no podemos decir que sepa que existen, aunque quizás haya segado toneladas de ellas y llenado sus establos para alimentar a su ganado durante años. Sin embargo, si se detuviera a observarlas con atención, tal vez su belleza lo cautivaría. Hasta la planta más humilde, o maleza, como solemos llamarla, está allí para expresar alguno de nuestros pensamientos o estados de ánimo».
"La sucesión de los bosques", el tercero de los ensayos, es un discurso leído por Thoreau ante la Sociedad Agrícola de Middlesex en Concord, en el mes de septiembre de 1860. La génesis de nuevos bosques es el tema sobre el que se dispone a echar luz. Con la intención de disipar falsas creencias populares, se encarga de definir el rol de las semillas como condición sine qua non, y a vacas, pájaros, ardillas o el viento ─entre otros─ como sus eventuales medios de transporte y sembradores, postulándolos como los principales actores de una dinámica constante que promueve el desplazamiento de los árboles y la consecuente generación y renovación de espacios tan vitales como los bosques.
El advenimiento del escrito "La playa y el desierto" trae aparejado un pronunciado cambio de aire, determinado por los matices que proponen estos nuevos espacios naturales elegidos por Thoreau para sus recorridos. La descripción de caminatas en las que, azotado por fuertes vientos, analiza el proceso de formación de las dunas en zonas desérticas, para luego dirigir sus pasos a través de gélidas playas solitarias pobladas por cadáveres de animales que la marea ha ido expulsando a la costa, conforma un movimiento estético impulsado por el drástico cambio de paisaje que, lejos de desarticularse del contexto general, contribuye a matizar la interacción con los demás ensayos que conforman el libro.
Finalmente, en "El manzano silvestre", Thoreau orienta sus excursiones botánicas a la búsqueda de estos ejemplares con el objetivo de contemplarlos y estudiarlos exhaustivamente. Cautivado por el hecho de que la naturaleza de dichos árboles no haya sido modificada por el cultivo, y considerándolos nobles fuentes de alimento para el caminante, el autor examina su ontogenia, realizando un seguimiento que abarca desde su desarrollo temprano y las peripecias a las que hacen frente ─con ayuda de la astucia filogenética─ para sobrevivir en un contexto salvaje, hasta el sabor de sus frutos, tosco en comparación con el de las variedades cultivadas a través de los años pero ideal para ser degustado por aquel caminante que en su deambulación se tope con un manzano silvestre y quiera servirse de él.
La capacidad antes mencionada de ver en el paisaje pareciera expresarse performativamente en la agudeza de las apreciaciones que brinda Thoreau sobre los movimientos propios de la naturaleza, dando como resultado un texto que, desde una estética en la que predomina la simpleza, consigue transmitir la energía del fascinante vínculo que tenía el autor con el medioambiente e inundar de reflexiones al lector.
27 de enero, 2021
La noche y la luz de la luna
Henry David Thoreau
Traducción de María Paula Vasile
Godot, 2020
192 págs.