La odisea de los giles es una película amable. Hecha por buena gente, para buena gente. Protagonizada por buena gente que encarna a personajes, sin lugar a dudas, buena gente, o giles, en la acepción aceptable, honorable, y promovida por el film.
Esta personajes "buena gente" son gente honesta, claro, trabajadora (no obrera), que quiere poner una cooperativa en un pueblo casi fantasma. Dicha cooperativa no solo mejorará los ingresos de esta buena gente "emprendedora" sino que también revitalizará la economía y la vida pueblerina. El conflicto se suscita con la crisis del 2001 y su endemoniado corralito. La información privilegiada que se maneja en los reductos privados del mundo bancario, financiero y judicial permite al villano de la película (un abogado, en transa con un empleado bancario) que se haga de los dólares que -con las mejores intenciones- el personaje de Darín traslada de la caja de seguridad a una cuenta común. La odisea de estos buenos hombres (y dos mujeres madres) consiste en recuperar esos dólares de las perversas garras del villano.
Una caricia condescendiente al imaginario de clase media: La odisea... se nutre de todos los lugares comunes afines al discurso público en relación con "la política", "los políticos", "los bancos", y, vale repetirlo, a "la buena gente". La florida paleta de personajes (o mejor sería decir estereotipos) que viajan en esta odisea acarrea dueños de comercios, anarquistas agradables, peronistas dialoguistas, un "pobre" con familia populosa, mujeres solteras pero fuertes, un hijo unicausalmente díscolo (le falta el padre).
El film avanza con una rapidez montada sobre una edición perfecta y una sucesión de hechos en donde la acción es lo primero (tal vez lo único), adornada con dosis de humor, y unos pocos gags. Eso: el film avanza liviano como sobre rieles, con la dinámica de una película "entretenida". Menos que con intenciones de denuncia, La odisea... se despacha como una reivindicación (de la buena gente). La crítica al sistema financiero y a las complicidades con el aparato judicial y político brillan por su ausencia. En lugar de ello, como esta película lo requiere, la maldad o la causa de los conflictos se personifican en un simple villano, perverso y narcisista.
El corazón de la gente honrada hará que todo marche bien, que los malos se queden sin nada de lo que deseaban, a pesar de que el sistema de capitalismo financiero siga haciendo estragos y generando desigualdades insalvables. Tal vez las culpas y cargos de conciencia de Eduardo Sacheri (guionista) y Alejandro Borensztein (guionista y director) se aligeren con la realización de la película -después de todo construyen una épica del pequeño hombre de clase media-. Ellos también, como buena gente que son, han triunfado haciendo una película de corazón puro, que ha revitalizado y engordado sus propias cuentas bancarias.
1 de abril, 2020
La odisea de los giles
Dirección de Alejandro Borensztein; guión de Alejandro Borensztein y Eduardo Sacheri
Argentina, 2019
116 minutos