Hay una expresión francesa que me gusta y que resume la posición de Aira en cuanto a dar en la diana de lo que está por venir y es avoir du flair, lo que de forma estricta significa 'tener olfato', aunque me gusta más en el sentido de ser 'perspicaz', 'clarividente'; basta con echar un vistazo a las publicaciones de las casas editoriales más ilustres (sean multinacionales o independientes) en los últimos quince, veinte años y reconocer a autores como Denton Welch, Paul Léautaud, Unica Zürn, Copi, Alejandra Pizarnik, Osvaldo Lamborghini, Nicolás Peyceré y un largo etc., autores que Aira reivindicó hace treinta, treinta y cinco años, dejando tras la estela de su advertida revisión un espacio para ser captados por las editoriales. Su capacidad para adelantarse se extendió al plano de sus propias publicaciones, dándose cuenta de que lo importante no era estar de un lado o del otro del mercado, sino en todas partes. Así, sus libros proliferaron desde el formato ultrafino del fanzine a la biblioteca de 'clásicos' que Random House le dedicó a su nombre. Sobre esto último quisiera detenerme ya que no es un hecho menor que este megaholding haya publicado un libro como La ola que lee en el mismo formato que viene presentando sus ficciones (o las ficciones de cualquier otro autor de la casa). Esto quiere decir, entiendo, que las teorías, críticas o lecturas del escritor se encuentran a la misma altura que sus nouvelles, lo que, bien visto, no está nada mal. En mi caso iría un poco más allá en estas consideraciones: creo que sus ensayos están por encima de sus ficciones en cuanto a la organicidad con la que propone un problema en cada uno de ellos y la estrategia que emplea para desentrañar su misterio inherente. Pareciera seguir el exacto circuito lógico que percibe en Arlt, en donde "es como si hubiera secretos para las acciones banales, y razones para los actos extraños", poniendo el acento, por caso, en el carácter modular de la literatura de Braulio Arenas o estableciendo la diferencia sustancial entre el arte y la técnica. Como en El congreso de literatura, sus ensayos proponen un tipo de clave única (clave que solo Aira conoce) para activar los engranajes de un Hilo de Macuto privado. Pero va siendo tiempo de hablar un poco de este libro en cuestión cuyo título no podría ser más malo conforme a describir su contenido, ya que si bien se presenta a un agudo lector, el homónimo artículo es el más flojo del conjunto.
El compendio de treinta años que nos convoca (1981-2010) toca casi todos los temas recurrentes del programa Aira: su defensa hacia las posiciones de vanguardia (con Duchamp a la cabeza), su gusto por lo lateral (Emeterio Cerro, las bondades ocultas de la literatura brasileña), la reivindicación de los clásicos (Balzac, Tanizaki, Kafka), la herencia de Roussel y ciertas particularidades o figuras que atañen al campo del arte contemporáneo (Alfredo Prior), entre otros temas. Se puede decir que hay una evolución en sus escritos, una evolución en el sentido de cambio, ya que el primer Aira es uno combativo, casi polemista, y el último tiende a hacer foco solo en lo que de veras le llama la atención; no se puede decir más que esto ya que el tono y el enfoque empleado se replican siempre. En suma, este buen libro vuelve a confirmar una vez más que su capacidad de encantamiento se sostiene a través de las décadas, devolviéndonos al mejor y más lúcido Aira, si es que acaso existe otro.
16 de junio, 2021
La ola que lee. Artículos y reseñas (1981-2010)
César Aira
Random House, 2021
336 págs.