Así como el resto de los géneros comerciales la literatura de terror se sabe exenta de cualquier obligación político-moral –de todo desfasado compromiso– cara a la denominada alta literatura. De todas formas, que se intuya a salvo de dicho mandato (que se ha expresado como reflejo, como metáfora, como alegoría) no supone que, de tanto en tanto, el terror no se permita decir algo –tan denso como oblicuo– sobre la realidad histórica de un país o la situación social de una comunidad determinada.
Con La sed, su segunda novela, reeditada por Blatt & Ríos, la poeta y narradora Marina Yuszczuk (Bs. As., 1978) tiene, evidentemente, lo suyo para decir. Sobre las góticas aventuras de una vampira longeva y una joven madre actual, desde luego; pero también, en cierto sentido, sobre la condición de la mujer y de la maternidad; sobre las vicisitudes de ser hijo y las precariedades de la existencia humana; sobre el amor, el lesbianismo y la muerte. Sobre el deseo. Desde Bram Stoker hasta Mónica Ojeda, el terror literario probablemente se interese menos por el escapismo que por su reverso exacto: facilitar la adaptación a un mundo sórdido, tenebroso, imposible de apresar.
En la primera parte de la novela, una vampira llega de Europa a las costas bonaerenses a comienzos del siglo XIX. Llega, en verdad, huyendo: no hay lugar ya en el viejo continente para sus fechorías y, con el paso de los años, será testigo de los cambios en la ciudad, de sus constantes desigualdades y de su deshumanización. Con el infierno de la fiebre amarilla la realidad acusa aires de ficción tétrica: Buenos Aires se erige en un cementerio infecto por el cual pululan cadáveres y ciudadanos muertos en vida. La vampira, mientras tanto, perfecciona sus triquiñuelas para hallar víctimas y pasar desapercibida. Yuszczuk comprende la importancia de complejizar la hechura de su personaje: la protagonista, que es víctima en su infancia de la madre biológica, del vampiro Hacedor y de la Iglesia, profesa a su vez los aires de una victimaria lujuriosa, rencorosa, sádica.
En la segunda parte, que asume la forma –no del todo verosímil– del diario personal, una joven madre separada lucha por mantener en equilibrio su vida emocional, entre su ex, la crianza del hijo y la desgarradora enfermedad degenerativa de su progenitora. “Una parálisis progresiva –describe la narradora– que había empezado en la lengua y que terminaría en los órganos vitales. No había conocido hasta el momento ninguna enfermedad que pudiera describirse más exactamente como una pesadilla hecha realidad”. El verdadero cuento de terror, parece señalar Yuszczuk, es el hiperrealista padecimiento de una madre cuyo cuerpo –antes que la dolorosa pero bella vampirización– sufre los achaques de una transformación atroz, cruel, absurda. La que esclaviza a la madre: allí reside la muerte en vida; la del vampiro, es sólo literatura.
Dedicada a la progenitora de Yuszczuk, La sed reza en su apertura: “A mi madre, el fantasma que vive conmigo”. Dos años más tarde, en 2022, la autora publica Para que sepan que vinimos, novela cuya protagonista –de nuevo, una madre joven– viaja con su hijita y su pareja a Nueva York, tierra de la libertad y la fantasía en la que pretende cursar lo más amenamente posible el duelo por la reciente muerte de su propia madre. Si en La sed se asiste a la degradación, corrupción y muerte del cuerpo de la progenitora, en su última novela la madre retorna, pero afantasmada, como monstruo pesadillesco, como amenaza terrorífica. Quiere secuestrarla de la realidad, llevársela consigo. Afirma la narradora de Para que sepan que vinimos: “Brujas, madres, madrastras, eran distintos nombres de los mismo, una clase de monstruo de muchas cabezas que no podía abarcarse en una sola historia. Pero cuando leían juntas en la cama [la protagonista y la hijita] antes de dormir, la brutalidad se convertía en un juego. Más no se podía hacer”.
Dirimirla en juego, conjurarla en moralejas, encorsetarla en una entretenida narración gótica: son algunos de los fuegos fatuos de la literatura a la hora de lidiar con el más primitivo –y terrorífico– de los vínculos humanos: el de una madre con su hijo.
31 de enero, 2024
La sed
Marina Yuszczuk
Blatt & Ríos, 2023
296 págs.
Crédito de fotografía: Catalina Bartolomé.