Farrés construyó una máquina narrativa alucinógena de seiscientas treinta y ocho páginas. Un libro mundo. Una inmensa catedral literaria. Un libro río hacia el infinito. Un libro difícil de etiquetar y asir en una reseña, y fácil (muy fácil) de quedar atrapado en su lectura.
En un bucle narrativo interminable, Farrés arrasa con todos los sentidos, principalmente con el “buen” sentido. La novela parece comenzar una y otra vez con historias que aparentan desconexión. En un clima de violencia sórdida imparable el virus del Sida fluye por los cuerpos e impulsa la novela en una constante transformación. Aunque decir que la novela se reduce a la circulación del virus sería decir poca cosa, una reducción absoluta a su aparente contenido. Con eso Farrés ha construido una novela monumental donde la infinitud no es solamente la del virus circulando, sino principalmente la de una escritura que podría no tener fin. En Las series infinitas las identidades están siempre cuestionadas, parecen fluidas, todo deviene otra cosa.
Farrés no necesita hermetismos, ni evocar la palabra vanguardia para autolegitimarse. Su escritura, sus metáforas, y un lenguaje que impulsa sentidos de lectura encontrados, son ya una marca singular de su literatura. La voz narrativa tiene una fuerte impronta de crónica, pero es tal la alucinación verbal que contrapone la posibilidad de un tutelaje discursivo. También hay experimentos formales: párrafos enormes, páginas enteras con una frase, y al final un juego con la puntuación. Aunque la lógica viral está presente, la sensación de lectura es de un vacío en el contenido que recuerda la búsqueda de ese castillo inexistente en Kafka.
La novela está plagada de un sexo siempre violento donde está ausente el cariño. Las relaciones personales parecen animalizadas y el sexo subsumido en la lógica viral que se apropia de las mentes y las almas de los personajes encarnando su lógica destructora de la vida. Esa misma lógica se encarna en diferentes personajes que se resignifican en cada historia. Personajes que en la mayoría de los casos son autodestructivos. En uno de los puntos altos de la novela, Josefina Redmul (ex trotskista, recordemos a Josefina la cantora de Kafka) finge un secuestro para extorsionar al padre (ex guerrillero y actual socio del torturador de su madre) quien muestra absoluto desinterés por su hija, ante lo cual Josefina se flagela amputándose una mano impulsada por Miguel Bakunin, otro de los personajes centrales. Con él filma una película porno revolucionaria mientras realiza la mutilación con la que intenta una vez más extorsionar a su padre quien vuelve a ignorarla. Finalmente, Josefina decide suicidarse en el baño del cuarto piso de la Facultad de Filosofía y Letras. Josefina: la encarnación del odio movida por el amor. Esta es sólo una de las interminables historias que se entrelazan en la novela.
El gran poema de la muerte, con Miguel Bakunin a la cabeza, esparce el virus del Sida entre la población en una especie de guerra bacteriológica o de terrorismo bio-político mostrando una crueldad también infinita. Violaciones en masa, torturas y violencias de todo tipo, la paranoia recurrente, alguien empalado con el travesaño de un arquito de plaza. El hermano albino de Miguel Bakunin, desmembrado para vender las partes de su cuerpo, matanzas a mansalva, la proliferación de nombres anarquistas, crean un mundo narrativo donde el virus toma la palabra en una interminable serie de alucinaciones. Emilia, Roby, Claudio Schrer (¿Schreber?) son unas de las tantas caras en las que se personifica.
Tomando el hálito de los diferentes narradores de Las series infinitas, creo que la novela pone delante del lector la violencia cada día más oculta sobre la que se basa nuestra sociedad y en la que la pátina de la propaganda enmascara los intereses que rigen la vida. Y en eso reside uno de los caracteres más potentes de su literatura, estampar en la cara de quien lo lee lo que permanece oculto: la violencia, las enfermedades, la perversidad humana y la muerte de la que nadie quiere hablar ni ver.
7 de septiembre, 2022
Las series infinitas
Pablo Farrés
Nudista, 2022
650 págs.