Dentro del panorama actual del cuento están quienes riegan la quintita que siempre da frutos ─como quien compone música en tónica, cuarta y quinta─, y quienes buscan expandir las estrechas junturas de los géneros, sortear los golpes de efecto, y más que vacilación, ofrecer un terreno inseguro donde puedan flaquear las certezas. Entre los últimos, destacan las piezas díscolas de la estadounidense Kelly Link, en donde la imaginería gótica convive con la más ramplona lógica televisiva y las reglas que rigen lo cotidiano se suspenden o transforman con la presteza de los sueños. Autora de cuatro volúmenes de cuentos y editora de Small Beer Press, Link tuvo la amabilidad de responder nuestras inquietudes a raíz de la flamante publicación (a cargo de Evaristo y en versión de David Muchnik) de Magia para principiantes, galardonada con el premio Locus a la mejor colección de cuentos en 2006.
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Muchos de tus cuentos cambian de anécdota, de tema y hasta de género sobre la marcha. ¿Esta mutación sucede al momento de la escritura o forma parte de un plan previo?
Ciertamente, me interesan las relaciones entre los géneros y los elementos que tienen en común entre sí (el romance y el terror, por ejemplo). No pienso en ellos como algo que cambia de trama, tema o género, sino más bien como una exploración de las posibilidades que permite la mezcla de géneros o más de un tipo de historia. En cuanto a la trama, no pienso en ella como algo que cambia bruscamente; de hecho, no pienso mucho en la trama. Pienso la narrativa como una especie de camino que el escritor traza para el lector. El camino de una historia puede llevar a lugares inesperados, pero espero que eso proporcione un cierto tipo de placer, el placer de lo inesperado. Espero que mis historias se sientan libres y sinuosas, antes que sobrecargadas, pero hay mucho rigor para lograr ese efecto de soltura.
Se ha señalado que una de las principales innovaciones de tu escritura es el modo en que ella incorpora la cultura pop: canciones, programas de TV, marcas de ropa. Sin embargo, en tus cuentos abundan las brujas, los fantasmas y otros elementos del folklore anglosajón. ¿Qué importancia le das a esa tradición precedente?
Mi objetivo es hacer que mis historias se sientan como si fueran propias del mundo en el que vivimos, aunque incluyan brujas, fantasmas y zombis. Si los aspectos sobrenaturales de la historia existen en el mismo mundo que los minisúper, los programas de televisión, etcétera, quizás adquieran algo de la misma solidez. En cuanto a mí, nunca he visto un fantasma, pero tengo amigos que sí. Supongo que la importancia que le doy a las tradiciones y a lo sobrenatural es que son componentes esenciales y fascinantes del tipo de historias que las personas se cuentan entre sí, y de cómo procesamos el mundo que nos rodea. Lo fantástico sólo existe en las historias que nos contamos y que nos transmitieron nuestros antepasados. Eso tiene algo de extraordinario.
¿Cuál considerás que es la plusvalía de la literatura respecto al cine y las series?
Amo la televisión y el cine, tanto como amo la música y las artes visuales. La ventaja especial de la literatura es que puede sentirse como una forma privada de comunicación entre el lector y un escritor que ya no está. Hay algo muy personal en esto. Y a diferencia del cine o la televisión, la literatura permite la interioridad, que el lector tenga acceso directo al interior de la cabeza de alguien, ya sea el punto de vista de un personaje o el del autor. En el cine y la televisión la interioridad puede sugerirse, pero ese tipo de conocimiento es oblicuo. También está la musicalidad o el efecto rítmico de una frase tras otra, de un párrafo tras otro. El lenguaje del cine y la televisión tiende a ser visual y más compacto. Por último, el poder de la literatura es que se puede hacer cualquier cosa sin pensar en el presupuesto, ni en la dificultad de los efectos prácticos, ni en las habilidades de un actor o de cualquier otro miembro del equipo. Es un esfuerzo más privado, menos colaborativo.
Hay en Magia para principiantes un maridaje muy delicado entre comedia, drama y terror. ¿Es difícil alcanzar ese equilibrio?
Me gusta la sugerencia de que la comedia y el terror son un viejo matrimonio. Cuando se invita a uno a cenar, el otro debería ser bienvenido. Ambos pretenden provocar una respuesta física: una risa, un escalofrío, un sentimiento de repulsión o de liberación. Supongo que no es más difícil trabajar esa línea que cualquier otra parte de la escritura. ¡Todo es difícil!
Kelly Link por Juan Carlos Comperatore
A la hora de narrar, ¿qué atractivo adicional encontrás en la adolescencia que tal vez no tengan la adultez y la infancia?
La adolescencia es un espacio liminal: un adolescente está entre dos estados del ser, lo que siempre es un lugar productivo para contar historias. Pero he escrito muchas historias sobre la infancia y también muchas otras sobre personas de mediana edad. El personaje, su edad, su estatus social, sus problemas, dependen de la historia, y de a quién parece pertenecer.
Tus personajes suelen contarse historias los unos a los otros, y a veces esas historias son incluso más fantásticas que los mundos donde esos personajes viven, casi como si el relato dentro del relato no sólo explorara el borde de la realidad, sino también el de la narración misma. ¿Se trata de una búsqueda consciente?
Creo que las personas, en general, son animales que cuentan historias. Hacemos relatos de nuestras vidas y de lo que observamos a nuestro alrededor. Y lo que más nos gusta de las historias son los relatos de lo extraño y de lo atípico. Cuántas veces un amigo te ha dicho: “¿Quieres oír algo raro?”. Si un amigo te dijera: “Conozco una historia de fantasmas”, ¿no querrías escucharla? Así que me parece fiel a la vida que la gente de los relatos se cuente historias entre sí. Y sí, supongo que me interesa la naturaleza de la narración, y lo que las historias nos dicen sobre las personas que las cuentan.
Otro gesto que se repite es la apelación al lector. Tus narradores siempre le están hablando: le piden que tenga paciencia, que preste atención a lo que sigue y hasta que se olvide de algún personaje o subtrama. ¿Solés pensar en el lector real de tus cuentos mientras escribís?
Pienso mucho en el lector. Quizás porque yo misma soy una lectora.
Volviendo al punto de partida, tus historias parecen multiplicarse de manera indefinida. ¿Cómo decidís el punto final?
Mis historias suelen llegar al revés: los finales aparecen primero. Así que el trabajo más duro es averiguar dónde deben empezar y qué debe suceder antes de llegar a ese momento final.
Por lo general, se asocia tu literatura al new weird. ¿Coincidís con la etiqueta? ¿Cómo lo definirías?
En realidad, coincido con lo que ustedes dijeron antes cuando señalaron que los géneros pueden mezclarse o franquearse. Muchos de los escritores bajo esta etiqueta han leído mucho de las tradiciones pulp, pero también admiran a los escritores que se mantuvieron firmemente plantados en la tradición literaria. A estas alturas, puede que lo new weird ya no sea “nuevo” en absoluto, y también la tradición literaria (en los países de habla inglesa, al menos) se ha ampliado para ser más acogedora con lo fantástico.
¿Qué autores/as considerás que están llevando el cuento a nuevos territorios?
Algunos de la última década que admiro: Sofia Samatar, Helen Oyeyemi, Ayse Papatya Bucak, Nana Kwame Adjei-Brenyah, Mariana Enríquez, N. K. Jemisin, Rob Shearman.
La magia ─dijo Borges─ “es la coronación o pesadilla de lo causal, no su contradicción”. Pensando en la ilación argumental de tus historias, ¿coincidís con esa frase?
Es una definición muy elegante. Coincido absolutamente. Otro escritor, Howard Waldrop, lo expresa así: las historias pueden funcionar con la lógica nocturna, o lógica del sueño, o con la lógica diurna. Yo prefiero la lógica nocturna, o la sensación de carnaval, donde las reglas funcionan de forma diferente. Pero sigue habiendo reglas.
16 de marzo, 2022