En la última entrega de los Golden Globes el presentador Ricky Gervais se despachó con un discurso irreverente, esos a los que nos tiene acostumbrados/as. Los escándalos por acoso y abuso sexual del productor Harvey Weinstein, la mala calidad de muchas películas nominadas, la vergonzosa superriqueza de las celebridades y la pedofilia católica, en relación concretamente con la película que aquí nos incumbe, Los dos Papas. La cara de Jonathan Pryce (que interpreta a Bergoglio en el film) es ponchada por el director en el momento de la diatriba del presentador y huele a descontento y a disconformidad. Tal vez a corrección política (un presentador no debería llegar a alguno de los excesos verbales en los que cayó Gervais).
Pero antes de cargar las tintas sobre la expresión de Pryce debería decir que lo más sencillo e incluso lo políticamente correcto es dar cuenta, justamente, de la mayoría de los puntos que tocó el presentador. Por el contrario mucho más arriesgado es filmar una película básicamente humanizado a dos jefes de una de las instituciones más retrogradas, machistas y conservadoras de la sociedad occidental. Correr a una película como esta por izquierda, como suele decirse, es lo sencillo o lo políticamente correcto.
Los dos papas relata la transición entre el sumo pontífice alemán Joseph Ratzinger, Benedicto XVI (en la piel de Anthony Hopkins) y el sudamericano y popular Francisco Bergoglio (el ya aludido Jonathan Pryce). Por diferentes razones ambos están cuestionando su fe. Los escándalos financieros del secretario personal del papa alemán, y los por arriba mencionados hechos de pedofilia, han erosionado la capacidad y la paciencia del primer papa, que se siente incapaz de mantener su liderazgo. Le confiesa al cardenal Bergoglio, además, que ya no escucha la voz de Dios.
Como decía, el riego progresista del director se encauza en la humanización de los líderes, en la riqueza de los diálogos, de las reuniones de sagrada privacidad. En un punto, son dos hombres grandes, de culturas y saberes distintos, confesándose pecados e intentando escucharse mutuamente.
Una apuesta interesante del director Fernando Meirelles ha sido la de respetar la articulación del castellano, la de no sacrificar el idioma nacional ante los intentos imposibles de que una articulación argenta provenga de una garganta inglesa: los parlamentos en castellano de Pryce fueron directamente grabados por un actor argentino y superpuestos al audio original. Del mismo modo, un travelling imponente que abre el film logra captar el clima de la villa 31, imágenes logradas de belleza proletaria.
El film no deja de ser una lavada de cara a Bergoglio, cuya actuación durante la dictadura militar fue por lo menos problemática. Contradicción que el film trata pero que juzga comprensible en un carácter complejo como el de Francisco. Pero en el cuestionamiento de un paradigma católico ultra conservador y en la apuesta por la reivindicación de una tradición revolucionaria de la Iglesia en la praxis del Padre Mugica y el Movimiento de Sacerdotes por el Tercer Mundo, Meiriles realiza su acto de fe, la creencia y la práctica por un mundo menos desigual. Vale decir, una apuesta mucho más riesgosa que la crítica a celebridades desde el púlpito de un escenario donde todo es vanidad.
19 de febrero, 2020
Los dos papas
Dirección de Fernando Meirelles
Netflix, 2019
126 minutos