Parece haber un sobreentendido respecto a lo que la cultura coreana aportó en el siglo XXI: un modelo de cine independiente único y a la vez exportable; una gastronomía sofisticada; una potente industria audiovisual que tiene en un extremo a Booh Jon-ho y en otro telenovelas idénticas; olas y olas de K-pop; un pensador viral como Byung Chul-han; algunos best-sellers, como Por favor cuida a mamá de Shin Kyun-sook o Nuestros años felices de Gong Ji-young.
El escritor Park Min-gyu es único en su especie y podría sumarse a esta lista. Su universo fagocita todas las tendencias. Por momentos se superpone al imaginario que el nuevo cine coreano instaló en occidente: en tono paródico, personajes consumidos por el sistema o expulsados suburbanos. Por otro, representa una novedad en la novedad, porque para oriente la operación literaria de Park Min gyu es original –como lo fue la de Aira en Latinoamérica– y lo confronta con su propio logos en estado vegetativo. En algún punto de los cuentos de Park Min-gyu –en general al final–, colapsa la lógica realista y cualquier contrato de lectura: entra en cortocircuito el verosímil, aunque a lo largo de la narración haya siempre microcortes desopilantes, sobredosis de absurdo, incluso loops.
En la literatura coreana, la falsa escuadra fantástica de Park Min-gyu no tiene precedentes. Llegó con el comienzo del nuevo siglo. Primero con El último club de fans del Sammi Superstars, luego con La leyenda de los héroes. Así comenzó a asentarse como una referencia para jóvenes lectores que vieron interpelada en sus páginas la cultura posmoderna/urbana. Si hay alguien que ha sabido abrevar en los nichos de la cultura de masas y rumiar su detritus, ese es Park Min-gyu. En Los estándares coreanos, las marcas posmodernas no dejan de brotar en cada página. Desde la relación de metafísica de un joven con una heladera en el cambio de siglo, pasando por la experiencia de un sereno en un suburbio con unos botes voladores con forma de patos que transportan inmigrantes ilegales, hasta un viaje lisérgico espacial junto a Ringo Starr.
Park participa de ese refinado de pelotón de escritores de su generación, junto a Kin Young-ha, Ha Seong-nang y Han Kan, que presenciaron en tiempo real los cambios vertiginosos de Corea del Sur en los noventa y sintonizaron una crítica al neoliberalismo sin la herencia del realismo social, en clave de parodia. Esa misma crítica hacia las bondades del modelo de desarrollo exponencial la ejecuta de un modo sutil, sin pronunciarse, simplemente eligiendo personajes marginados, semialienados o estudiantes desahuciados. Es un retrato de Corea del Sur, de Asia, del individualismo, del mundo posmoderno acechado ya, en el dos mil cinco –fecha de publicación original del libro– por los primeros síntomas de la conectividad permanente. En algún punto la lógica que instaura Park Min-gyu, es una lógica del accidente, donde en el lento caos que desplazan sus ficciones, lo que estalla en la psiquis de cada individuo, antes de pasar a una solitaria alucinación, es el sentido de la globalización.
5 de octubre, 2022
Los estándares coreanos
Park Min-gyu
Traducción de Luis A. Frailes Álvaro
Hwarang, 2022
316 págs.