Del virtualmente infinito espectro de juicios –tanto favorables como desfavorables– que podrían emitirse sobre las habilidades de Jesse Ball (Nueva York, 1978), hay uno que viene a cuento respecto de Los niños 6, la novela que Sigilo acaba de publicar: sin duda es alguien que sabe cómo darle inicio a una historia.
Unos golpes insistentes y violentos llegan desde la cocina y perturban el sueño de los hermanitos Devlin y Mina. El primero, precavido, sale de la habitación y descubre a su padre, frenético, escarbándose la cabeza ensangrentada, arrancándose una oreja, arrojándose por la ventana. El cuerpo de su madre, acurrucado en un rincón, es un bulto rojo y muerto. Ya en la calle comprenden que el predicamento no es de su pura exclusividad. De cada casa o edificio, de cada umbral, se desprenden niños y niñas desconcertados. Todos han sido testigos de esta fatalidad incomprensible, inescrutable. De un modo truculento, los padres y madres han puesto fin a su vida (cuando no se la han quitado entre ellos). Una serie de repentinos incendios afloran aquí y allá en la ciudad, cercando a la multitud de niños que se congregan en una plaza, alrededor de un escenario. Devlin, el más grande de todos, como una suerte de pastor-médium-transformista, tomará la palabra e impartirá una sabiduría filosófica, cara al desprendimiento y a la cofradía de cuerpos y conciencias.
Mientras que en la anterior novela de Ball traducida al castellano, Cómo provocar un incendio y por qué, el fuego ardía por razones de protesta, atizado por motivos ideológicos, los incendios que acechan a los niños de esta novelita irradian –como todo en este texto– una radical ambigüedad. Poco y nada se explica aquí, y, a medida que las páginas avanzan, la acción cede a la declamación, al discurso de Devlin que encierra, en definitiva, un programa político: esto es, una visión y un posicionamiento ante y en el mundo; una mirada respecto de la lógica de los adultos y el lugar que la niñez ocupa en ese universo. Un programa político que se aleja, no obstante, de cualquier consigna prosaica y partidaria: sus postulados son, fundamentalmente, metafísicos. “[El mundo] es un lugar de muerte sin fin –profiere Devlin a los niños agrupados, que lo escuchan como se escucha a un elegido–, un festival de muerte, donde cada cosa está contenida en otra. Así como yo los contengo, ustedes me contienen a mí. Así como yo contengo a Charlotte [su hermana mayor, que se quitara la vida antes del acontecimiento que abre la novela] y su muerte, ahora ustedes me contienen a mí conteniendo su muerte”.
Los niños 6 podría leerse como el reverso filosófico y comunitario (puesto que todos los niños son el niño) de Cómo provocar..., que narraba, esencialmente, la historia personal y privada de Lucía, la adolescente que veía en la vida moderna norteamericana una execrable ruina capitalista, un “falso desfile de mentiras”. Si su tono iconoclasta arremetía contra las instituciones de su sociedad por tener como fundamento la lógica del Capital, podríamos conjeturar, ahora, que esos modos de producción, de circulación y explotación capitalistas eran despreciables, también, porque le daban forma y sustancia al acartonado mundo adulto. Lucía vendría a personificar así, en su desobediencia, la continuación adolescente del sabio niño Devlin, la versión pura de la humanidad, no contaminada por el capitalismo adulto.
Escrita en 2017, esta novelita inédita ve la luz por primera vez en castellano (y en cualquier otro idioma) gracias a Sigilo y a la traducción de Virginia Rech, que nos libra –y se lo agradecemos– de la pátina de voseo.
Ball, más allá de que sabe pulsar, desde cierta rebeldía, una innegable fibra adolescente, conjura en Los niños 6 una retórica próxima a la tecnología milleniall. Su fraseo breve, su desinterés por las descripciones, sus diálogos incorporados a la voz del narrador, su capítulos-oración, sus parcos sintagmas, sus interpelaciones al lector; en fin, su lectura rápida y accesible producto de una extrema economía ─la misma que dinamiza la acotada acción y no da pie a un solo término que no entronque con lo medular del texto─ interpela sólo una porción de la atención del lector. De un lector, en verdad, multitasking: el que lee a Ball mientras chequea la última notificación en su celular.
7 de septiembre, 2022
Los niños 6
Jesse Ball
Traducción de Virginia Rech
Sigilo, 2022
168 págs.