Mucho se ha discutido a lo largo y ancho del siglo XX sobre la autoría del guion de El ciudadano Kane, la película que inaugura la modernidad cinematográfica. Si Orson Welles estuvo efectivamente involucrado o no, o si su firma aparecía sólo por un acuerdo contractual. Mank, la última cinta de David Fincher (Denver, Colorado, 1962) se adentra en esa polémica pero para anularla desde el comienzo. El autor indiscutido del guion es Herman Mankiewicz (el Mank del título, claro), y sobre su proceso de escritura, y otras yerbas, Fincher monta su film.
La película va y viene, entre el presente de la narración, representado por el escritor convaleciente a causa de un accidente automovilístico, escribiendo día y noche, negociando con su alcoholismo y los segundones de Welles, y los flashbacks que remiten a un pasado reciente, en el que Fincher aprovecha para exhibir las fechorías de la industria hollywoodense, personificadas en el despreciable, mercenario y explotador Louis B. Mayer, el miembro fundador de la colosal Metro-Goldwyn-Mayer.
El film retrata las rajaduras de la década del '30, los problemas de precarización laboral, los coletazos de la Gran Depresión, el miedo de los conservadores de California ante una supuesta invasión de ciudadanos de estados vecinos; por este contexto se mueve, con una cintura inmanejable, Mank, histriónico, granuja, payaso, genio, que queda magistralmente representado por Gary Oldman, capaz de expresar en una sola escena cada una de esas facetas.
La decisión de Fincher de filmar en blanco y negro parece atinada; sin embargo, su toque personal, esas atmósferas que nutren de ambigüedad y malevolencia cualquier tema que aborde, no encuentra espacio en Mank. La sociedad con el músico Trent Reznor, que tantos frutos sutiles y escalofriantes ha dado, pierde sentido en este marco. De cualquier manera el talento del cineasta es tal que no puede sino dejarnos algunas escenas brillantes: por ejemplo, el discurso alcoholizado que Mank le escupe a los magnates y la posterior caminata con un no demonizado aunque ambiguo William Randolph Hearst, el coloso de los medios sobre cuya historia versa El ciudadano Kane (lo más cercano a un personaje de Fincher en toda la película).
Se sabe que Mank fue, primeramente, un proyecto del padre del director (es más, el guion lleva su firma); tal vez por cumplir ese deseo, ese deseo de otro, y no de un otro cualquiera, es que Mank adolece de la fascinación que Fincher sabe impregnarle a sus propias historias. Por supuesto que la trama lleva consigo marcas que, per se, le interesan al cineasta: fundamentalmente la de mostrar la cara oculta, el detrás de escena, del Hollywood clásico. Sin embargo, a esta altura del partido, lo interesante no es dar cuenta de la mugre debajo de la alfombra roja, sino verla a través de ese lente lluvioso y extraño al que Fincher nos tenía acostumbradxs.
3 de marzo, 2021
Mank
Dirección de David Fincher
Netflix, 2020
131 minutos.