Maravillosos transdelirios es una idea puesta en práctica, un experimento reflexivo que mezcla y confunde traducción y creación, que supera e integra las ideas de traición y fidelidad al original. Su autor, Douglas Diegues (Río de Janeiro, 1965), propone en este libro ejercicios de trasposición desde diversas lenguas a una lengua inventada por él, el portunhol salbaje. No se trata de una invención de la nada, ya que tiene su origen en el habla de la frontera entre Paraguay y Brasil, en la cual se combinan el portugués, el español y el guaraní, en proporciones desiguales y sin estabilizarse. El portunhol salbaje es una lengua (como todas, por otra parte) en constante mutación y recreación, una lengua que es fundamentalmente oral, que no tiene una academia empecinada en registrarla y regularla, que no cuenta con una tradición escrita (literaria o no), y que se muestra por eso mismo como un espacio de libertad mayor que las lenguas oficiales en la que se apoya gran parte de lo que se reconoce como literatura. Esta libertad permite al poeta incluir, además, vocablos del toba, del lunfardo, del inglés, del italiano, del francés, que son de uso extendido y que contribuyen al festín sonoro y semántico de la lengua. En palabras de Diegues, “mais que importante, es gozoso inventar uma língua dentro das línguas en que me digo”.
Este portunhol salbaje resulta muy extraño al principio, pero una vez que avanzamos en la lectura y nos entregamos a la propuesta, nos encontramos fluyendo al leer, transdelirando también en hilos y no ya en palabras aisladas. De todas maneras, se incluyen notas en las que se definen los términos tomados del guaraní, y otras que explican la procedencia de los textos y contribuyen también a enriquecer la lectura.
El libro consta de dos grandes apartados: en el primero encontramos los transdelirios propiamente dichos y, al final, dos ensayos críticos, uno de María Paz Solís Durigo y otro del propio Diegues, que permiten historizar y comprender la operación cultural, lingüística y literaria implicadas en los trasdelirios.
En la primera parte encontramos textos de diversa procedencia: en “Poetas de la selva” se nuclean transdelirios de origen indígena (de los mundos guaraní, ayoreo, navajo, azteca, toba-quom y mapuche), en “Intermezzo en Kurepilandia” (término paraguayo guaraní para referirse a los argentinos) se incluye el texto “La poesía y los imbéciles”, de Aldo Pellegrini; y en “Poetas de la city” se incluyen transdelirios de los antiguos griegos, de poetas japoneses, franceses, alemanes, hispanoamericanos, anglomericanos, limitados de manera lábil, en desobediencia del principio de exclusión, en línea con su propuesta estética carnavalesca, negadora de fronteras. Particularmente ingeniosa es su traducción de “I am the Walrus”, de John Lennon y Paul McCartney, donde “Yellow matter custard / Dripping from a dead dog's eye / Crabalocker fishwife / Pornographic priestess / Boy, you've been a naughty girl / You let your knickers down” es transdelirado como “Creme de meleka nel ojo de perro morto / Kangrjo krau-krau le klava a la mujerpez pornoprincesita sin / Bombachita em la chanzón”.
Si bien los transdelirios pueden comprenderse y disfrutarse por sí mismos, las reflexiones incluidas al final permiten profundizan la lectura y agregan capas de sentido. El ensayo de Solís Durigo vincula la operación de Diegues a la vanguardia antropofágica brasilera y a la neovanguardia concreta de los sesenta, antecedentes de la traducción-creación como gesto descolonizador. Pero, nos dice la crítica, Diegues va más allá y proyecta el gesto vanguardista más atrás aun, a los Mbya Guaraní, para quienes no “existe diferencia entre arte y vida” y “vivir es una obra de arte”, a la vez que conciben al lenguaje como sagrado. Leer los transdelirios en clave vanguardista permite a Solís Durigo postular una futuridad implícita, como posibilidad de pensar chamánicamente un futuro otro, de inventar nuevas maneras identitarias y territoriales de habitar el mundo.
Por su parte, el ensayo de Diegues retoma y enriquece sus reflexiones previas sobre la traducción y su potencia creadora. Recupera concepciones sobre la traducción con las que establece cierta afiliación: el dios egipcio Thot, en tanto inventor de la escritura y la magia, y la mitología guaraní le permiten pensar la lectura (y la traducción) como un acto mágico, chamánico, de darle voz a los muertos; Haroldo de Campos privilegia la reconstrucción de la información estética y no meramente semántica; Borges aspira a mejorar el original mediante la traducción; Paulo Bezerra postula la traducción como un diálogo entre culturas para recrear el espíritu del original; el experimento de traducción de Ferdydurke, de Gombrowicz, en 1940 habilita a pensar en un transdelirio (“uma traducción como ritual, acontecimiento festivo”); Leopoldo María Panero concibe la traducción como perversión y transposición creativa; Einstein le permite pensar la traducción como teletransportación; Piglia resalta la figura del lector sobre el traductor. Todas estas afinidades recuperadas por Diegues en su ensayo permiten comprender mejor su concepción de la traducción, en la cual transdelirar no sería traicionar el texto fuente sino serle leal en un sentido profundo de apropiación y magnificación de su potencia mediante un ejercicio de creación. Porque “Non basta conocer bien las lenguas. Hay que ser poeta. Y hay que ser lector al mismo tiempo”.
Finalmente, es de destacar el libro como objeto estético, como artefacto cuidado por parte de la Editora de los Bugres, con una tapa ilustrada con un colorido acorde al proyecto carnavalesco de Diegues. Esta editorial “fronteriza” ha editado también la novela Catatau, de Paulo Leminski, y el poemario Serbal, de Léonce W. Lupette, entre otros títulos que dan cuenta de un impulso por celebrar y difundir expresiones literarias caracterizadas por la mezcla de lenguas y cosmovisiones.
22 de noviembre, 2023
Maravillosos transdelirios
Douglas Diegues
Editora de los Bugres, 2023
190 págs.