Narrada por la voz amorfa de una inteligencia artificial en los albores del siglo XXII, Membrana, el artefacto conceptual de Jorge Carrión, tensa una serie de hipótesis sobre el presente al dar cuenta de nuestro futuro como algo ya ocurrido. Se trata de una visita guiada por un museo del futuro que desanda los errores, los horrores y algunos de los pocos aciertos de la humanidad en un amplio marco temporal que va desde la invención de los primeros rudimentos tecnológicos hasta la inmersión algorítmica del mundo virtual. Autor de la tetralogía Las huellas (que incluye las novelas Los muertos, Los huérfanos, Los turistas y Los difuntos), y de varios libros de no-ficción, entre los que destacan Teleshakespeare, Contra Amazon y Lo viral, Carrión es un escritor inquieto, un entusiasta del diálogo entre la literatura y aquello que la excede –porque sabe que todo lo ajeno le es propio–, y un convencido de que, si de mantener vivo y ampliar el horizonte de posibilidades de la ficción se trata, es necesario interpelar el tiempo que a uno le ha tocado en suerte.
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Boris Groys sostiene que, a diferencia de Internet, donde uno obtiene aquello que espera, el museo todavía puede proponer algo que sorprenda. ¿Por qué la inteligencia artificial que narra la novela escoge la forma de un museo?
Yo diría que lo que Google o Instagram proponen es lo contrario: la sorpresa en la búsqueda o en la recepción, según el misterio del algoritmo y de la viralidad. Pero mis personajes escogen la opción del museo, para narrar el siglo XXI, porque lo han leído todo de nosotros, porque nos admiran, porque nos imitan, y saben que el museo y sus variantes (el cementerio monumental, el mausoleo, los archivos) son las formas en que tradicionalmente hemos contado la historia. Ellos quieren contar su versión y optan por crear el Museo del Siglo XXI.
No es nuevo tu interés en el arte contemporáneo, sin embargo, me interesa ahondar en aquello que su diálogo aporta a la literatura.
A mí me interesan más las ideas que las historias. El arte contemporáneo, desde Duchamp, trabaja en esa dirección, aunque también se haya vuelto muy narrativo en las últimas décadas. Me interesa la tradición de Federico García Lorca, Max Aub o Julio Cortázar, la de los autores transmedia, que abrieron su poética a otros lenguajes artísticos, como la música, el diseño gráfico o el collage. O, a la inversa, la obra de Sophie Calle o Dora García, que desde la práctica artística dialogan con lo literario. Mi trabajo se ubica en un territorio afín al de todos ellos.
Jorge Carrión por Juan Carlos Comperatore
El arte de tapa –un cubo traslúcido en cuyo interior miles de arañas tejen una porción del universo– pertenece a una obra del artista Tomás Saraceno. ¿Sentís una cercanía entre su obra y Membrana?
Saraceno es un personaje de Membrana: hay obra suya en el Museo del Siglo XXI. Junto con, digamos, Forensic Architecture, Chris Ware, Marina Abramović, Philippe Parreno, Francis Alÿs o Shiota Chiharu, me parece que es uno de los grandes artistas vivos. Su trabajo con las redes arácnidas y con las estructuras en red era perfecto para ilustrar la novela. Tuve la oportunidad de visitar su fascinante estudio en Berlín, además, y su obra permanente, de gran formato, en Barcelona, está a tres calles de mi casa. En el capítulo en que aparece comparo su propuesta con la de Stan Lee en Spiderman, porque se trata de tejer hilos también entre el arte más innovador y el más popular.
En la novela hay una tensión entre un polo abstracto, digamos, y varias líneas narrativas. Parecería que ni las I.A pueden desprenderse del relato. ¿Considerás que eso, como dijo Brion Gysin, es un atraso de la literatura respecto al arte?
Hay ejemplos, de Samuel Beckett o David Markson a Kenneth Goldsmith, de gran literatura sin trama. Pero no era mi intención en Membrana ser, si se puede decir así, tan radical. En nuestra época la presión ambiente es muy grande, la competencia por nuestra atención es feroz, yo lo sé y mis narradoras también lo saben, de modo que diseñan algunas estrategias para mantener atento al lector humano. Por supuesto que el algorítmico no las necesita. No nos necesita.
¿Como trabajaste la deslocalización de la lengua?
Toda la escritura fue ajena a la premeditación. Me metí en el cerebro robótico de esa inteligencia del futuro. Escribí desde ese lugar imposible de un modo muy fluido y automático. Después me di cuenta de que tanto la dimensión poética como las opciones lingüísticas remiten a mis años en Argentina: por las dudas, recontra, etc. La novela está llena de intertextos, porque representa que ellas han leído todos nuestros libros y los recombinan en su propia escritura.
¿Cómo avizoras la relación futura entre las inteligencias artificiales y la escritura de ficción?
A partir del GPT-3 todo va a cambiar. Cada vez son más capaces de generar escritura, sobre todo de no ficción, porque procesa y reformula información que existe en la red. De momento sus relatos no tienen sentido, porque la IA no piensa en la forma en que lo hacemos nosotros. Pero ya encontrarán la forma los ingenieros de que empiecen a tenerlo.
El libro plantea innumerables hipótesis que a nivel del relato se presentan como hechos consumados. No te amedrenta fallar en los vaticinios...
No, porque no vaticino nada. Es pura especulación, a veces muy loca, como cuando aparece el Cubo, que es alienígena, supuestamente, en la novela. Es un ejercicio de imaginación, sin ningún ánimo de adivinar nada. Sería absurdo e inútil pretender hacerlo.
Membrana sostiene que, en el futuro, la humanidad atraviesa una fase llamada códigocentrismo. A grandes rasgos, ¿cuáles serían sus características principales?
Ya estamos en esa fase: el código está en el centro de nuestras vidas individuales y colectivas, como antes lo estuvo lo humano o la divinidad. Pero las narradoras extreman esa centralidad. Yo creo que la vida, Gaia, puede discutir con el código ese centro. Creo en el biocentrismo. Pero ellas no.
La novela coquetea con la ficción especulativa, el ensayo erudito y la investigación en ramas del arte y la ciencia. ¿Hubo un proceso previo de documentación?
No. Sí muchas lecturas, pero la novela surgió sin notas previas, esquemas o estructura. Se me ocurrió la idea un día y, dos días más tarde, ya estaba escribiendo. Pero no hay duda de que lo que he leído y he escrito desde aproximadamente 2015, cuando publiqué Los turistas, sobre ciencia y tecnología, ha nutrido Membrana.
En un momento del libro, se dice: “no hay independencia sin poema y no hay poema sin hallazgo de una forma que difiera”. Asumiendo que Membrana es un libro así, ¿qué otros libros van encaminados en esa dirección?
Leo la historia de la novela en términos de hallazgo formal y conceptual. Digamos: el Quijote, Tristam Shandy, Madame Bovary, Orlando, La pasión según G.H., Rayuela, Los detectives salvajes, etc. Por eso me interesan tanto Walter Benjamin o Susan Sontag, porque no sólo encontraron nuevas ideas, también encontraron nuevas formas para narrarlas o comentarlas o representarlas. Pienso en el Proyecto de los pasajes o en Calle de sentido único, de Benjamin, o en Viaje a Hanoi, de Sontag. Intento moverme en esa nube de referencias y no en la tradición literaria que adapta una y otra vez la fórmula de la novela realista.
¿Con qué otros museos literarios conversa Membrana? Pienso, por ejemplo, en El museo de la bruma, de Galo Ghigliotto.
Cuando la escribí no pensé en ninguno. Después me acordé después de La exhibición de atrocidades, de Ballard, y los museos de Macedonio Fernández y Ricardo Piglia. Pero en aquellos momentos no los tenía en mente. Sí tenía muy presente el formato del catálogo de exposición, ese libro extraño, limítrofe, ilustrado, lujoso, que muy poca gente lee. Yo sí que los frecuento. Y me propuse intentar transformarlo en literatura.
La última, también otra cita: “el único canon que importa habita en el futuro”. ¿Cómo imaginás ese canon futuro?
Es posible que durante algunas décadas persista la idea de canon que tenemos ahora, que se corresponde aproximadamente con la de la Pléiade o el Premio Nobel de Literatura. Pero en algún momento el cambio de paradigma que suponen los influencers, los creadores de contenido o la literatura expandida va a reclamar su espacio canónico. Ya veremos qué ocurre en ese diálogo, que en Lo viral llamé entre lo clásico y lo viral.
6 de julio, 2022
Membrana
Jorge Carrión
Galaxia Gutemberg, 2021
256 págs.