Desde hace aproximadamente dos décadas los anaqueles de la literatura argentina contemporánea se fueron poblando de novelas pertenecientes al denominado género distópico; hijo de la ciencia ficción que halla a sus principales referentes en Aldous Huxley, George Orwell, Philip Dick y Úrsula Le Guin, por mencionar solo a un puñado de ellos. En Argentina el género comenzó a cobrar nuevo impulso, principalmente, a partir de la publicación de El año del desierto, de Pedro Mairal allá por el año 2005. Más tarde, Samanta Schweblin ganaría notoriedad dentro del mundillo de las letras vernáculas con Distancia de rescate (2014) y Kentukis (2018); un año antes, Agustina Bazterrica se alzaba con el Premio Clarín Novela con Cadáver exquisito. En un rincón de estos anaqueles debería asomarse el lomo de Medianera, libro de relatos del escritor quilmeño Leandro Ávalos Blacha, publicado por primera vez en el año 2011 y reeditado en el 2023 por La Pollera Ediciones.
Medianera está formado por relatos integrados a la manera de Los desterrados,de Horacio Quiroga, o El trueno entre las hojas,de Augusto Roa Bastos, cuentos vinculados por un tiempo, espacio y personajes en común. En el libro de Ávalos Blacha las personas alojan reos en sus hogares con el fin de generar mayores ingresos y seguir sosteniendo sus gastos mensuales. Ahora bien, si en las novelas que forman la gran tradición de las distopías el lector vivencia la trama como un futuro lejano, que dista mucho de su presente, en Medianera, en cambio, el autor trabaja con elementos de la pura facticidad, que hacen a la realidad de hoy: el mercado y la inseguridad. El aspecto novedoso que puede destacarse es que todos sus personajes vivencian las situaciones con plena naturalidad; no hay lugar para outsiders como Clarisse McClellan, el entrañable personaje de Fahrenheit 451. Los actores de Medianera solo van detrás de un objetivo: incrementar sus ingresos para poder mejorar su cobertura telefónica o garantizarse un mejor sistema de seguridad en sus casas. Y para ello, como se dijo, el sistema les ofrece alojar presos. Aquí emerge la parte del iceberg que el libro no muestra en su superficie: una clase media pauperizada, absorbida por el mercado, en una sociedad violenta y desigual en la que el sistema carcelario ha colapsado o bien que el Estado ha dejado de sostener.
En Medianera el mercado es un elemento crucial en el proceso aleccionador de sus personajes, representado por la compañía telefónica "Phonemark", presencia ubicua en todos los relatos, no solo por formar parte de la geografía barrial con su enorme antena satelital que, en palabras de uno de sus protagonistas, "le daba vida al barrio", sino también por gobernar la conciencia de todos sus actores siendo medio y fin de sus pulsiones materiales, con sus jingles publicitarios que las vecinas del barrio cantan espontáneamente al unísono. En este aspecto, un lector asiduo a la ciencia ficción recordará el Ubik,de Philip Dick, en el que cada capítulo se abre con un jingle publicitario de la propia compañía, suerte de Gran Hermano que todo lo vende.
Los cuentos que integran Medianera,de alguna forma, ponen de relieve el reinado autocrático de la economía de mercado y sus formas de gobierno; aspecto nada novedoso, pero más vigente que nunca en el capitalismo globalizado. El mercado ya no es externo al sujeto, es parte integrante de su conciencia. En el libro de Ávalos Blacha que la gente aloje presos en sus casas a cambio de una retribución económica por parte de una compañía telefónica no constituye una anomalía social, todo lo contrario, representa una oportunidad para sostener los habitus de clase: en este caso, una buena conexión a internet. El ser deviene en tener. Porque en el mundo de Medianera el consumo de telefonía es reglamentario. Y como la plata nunca alcanza, los personajes buscarán sacar más rédito gracias a sus huéspedes convictos. Al respecto, en el segundo relato, un matrimonio aficionado a los perros, cuyo marido se hace pasar por muerto para escapar de su puesto en el área contable de la empresa Phonemark --labor que lo hacía desdichado- y percibir, al menos, una pensión por viudez, recibe convictos para ejercitarlos. Un día, a la mujer se le ocurre organizar un espectáculo dentro de una celda entre sus perros y un reo con fama de buen luchador: Bárbaro Téllez. A la manera de un circo romano, la pareja organiza encuentros en los que canes entrenados combaten contra el famoso recluso. Los ingresos no solo se limitan a las entradas que se cobran sino también a un sistema de apuestas y ventas de merchandising a través de la empresa de telefonía. Lo que podría verse como un acto de ilegalidad es alimentado por el propio mercado que solo ve otra oportunidad para incrementar sus regalías.
Quienes se resistan a alojar presos por una mera postura moral encontrarán en el espectáculo la solución a sus problemas, como el caso de Lidia, la protagonista del cuarto cuento del libro, que "con su negativa a aceptar un preso apenas si costeaba el plan mínimo de Phonemark". Un extraño suceso que se repite a diario en un terreno baldío que linda con su casa representará una oportunidad para ella: "si cobraba una modesta colaboración por presenciar el espectáculo, destinaría la plata a adquirir un plan superior de Phonemark". La habitación de sus nietos será el palco en el que los vecinos se instalarán a presenciarlo mientras este dure. No alcanza con tener el espectáculo en casa, basta con que todos lo vean y, además, se recaude dinero por ello, aunque esto implique sacrificar la propia privacidad y la invasión del propio espacio. Aquí, como diría Guy Debord, se produce un deslizamiento del tener al parecer. Si no se muestra, si no aparece a la vista de todos y los otros no lo ven, entonces de poco sirve tener lo que sea. La ventana que Lidia les abre a sus vecinos es la misma que se abre en la casa de Gran Hermano para que se muestre el simulacro de hogar que este representa y otros puedan ver desde sus casas, sentencia de muerte del homo privatus.
En definitiva, Medianera constituye un mundillo de vidas y situaciones que parecen ajenas y lejanas al presente, pero que están construidas con los elementos que hacen a la sociedad actual. Su autor, desde este punto de vista, representa una suerte de artista que camina el barrio en busca de materiales para la creación de un ready-made narrativo. La realidad de hoy es una distopía en sí misma.
3 de abril, 2024
Medianera
Leandro Ávalos Blacha
La pollera, 2023
98 págs.