Según Siegfried Kracauer, el historiador es “como un exiliado o un forastero (Fremde), una figura de la extraterritorialidad” que se halla dividido entre dos mundos: “el mundo donde vive y el mundo que trata de explorar”. Por ese espacio escindido se desplaza el historiador italiano Enzo Traverso (Gavi, Piamonte, 1957) en su último libro traducido al castellano.
En este, la melancolía se presenta como sentimiento dominante en un mundo agobiado por el peso de su pasado y en el que, a priori, no es posible avizorar un futuro claro. Traverso guía su campo de análisis bajo lo que él denomina melancolía de izquierda, poniéndolo en estos términos: “podríamos definir la melancolía de izquierda como el resultado de un duelo imposible”. En ella hay un accionar en el que la melancolía opera como núcleo afectivo, como “proyecto revolucionario en una era no revolucionaria”, aunque luego afirma que esta melancolía de izquierda “es lo que queda después del naufragio”.
Es preciso entender que la melancolía de izquierda no significa el abandono de la idea de socialismo o de la esperanza de un futuro mejor; significa pensar el socialismo en un tiempo en que su memoria está perdida, oculta y olvidada y necesita ser redimida. Esa melancolía no implica lamentar una utopía perdida, sino más bien repensar un proyecto revolucionario en el ahora. En todo caso es una melancolía fecunda que, podríamos decir con Judith Butler, entraña el “efecto transformador de la pérdida”.
Después de la caída del muro de Berlín dejó de existir una concepción de mundo bipolar, es decir, la dialéctica del siglo XX se quebró, dejando lugar a una concepción unilateral de la historia. Desde entonces y hasta ahora los fantasmas que recorren el mundo no son las revoluciones del futuro, sino las revoluciones derrotadas del pasado; en ese lugar parece estar ubicada la izquierda (“entendida, a su vez, como un conjunto de derrotas y fracasos; pero también de luchas impostergables”, al decir de Damián Tabarovsky).
Sobrevuelan a lo largo y lo ancho del libro de Traverso dos nociones fundantes: la memoria y la utopía. De la primera el autor de La historia como campo de batalla nos recuerda que los lugares de la memoria son sitios (topoi) creados para recordar las esperanzas convertidas en no lugares, algo que ya no existe. Desde allí afirma que “la curiosidad por los lugares donde se cristaliza y se refugia la memoria está ligada a [un] momento particular de nuestra historia. Un momento bisagra, cuando la conciencia de la ruptura con el pasado se confunde con el sentimiento de una memoria desgarrada, pero en el que esa desgarradura despierta aún la memoria suficiente para que pueda plantearse el problema de su encarnación. El sentimiento de continuidad se torna residual en los lugares. Hay lugares de la memoria porque ya no hay ámbitos de la memoria”.
Ilustración de Juan Carlos Comperatore
De la segunda sostiene, al igual que Ernst Bloch, que se trata de una prefiguración, el ámbito del aún no (noch nicht). Ese es también el significado de la utopía para Celan, algo abierto y libre que puede recibir una forma de la poesía. Las utopías del siglo pasado desaparecieron y dejaron tras de sí un presente cargado de memoria, pero incapaz de proyectarse en el futuro.
Intentando aunar corrientes filosóficas (de Marx a Adorno, de Benjamin a Bensaïd) y estéticas (de Renato Guttuso a Chris Marker) que abrazaron una concepción socialista de la historia, Traverso intenta en este libro (y casi siempre lo logra) devolverle una mirada productiva al presente derrotado de la izquierda. El giro de sentido que busca imprimir a través de la espectralidad de la izquierda (esa figura melancólica) tal vez sea la llave que permita activar una revolución social en este presente embriagado de presente; una figura espectral (un fantasma) que repitiendo sistemáticamente un viejo adagio marxista no puede (ni debe) tomar su poesía del pasado, sino únicamente del futuro.
3 de julio, 2019
Melancolía de izquierda. Marxismo, historia y memoria
Enzo Traverso
Fondo de Cultura Económica, 2018
412 págs.