Con un auténtico libro-objeto y un arte de tapa cándido y naif a manos de Alejandro J. Bartolomé, Blatt & Ríos ha publicado la versión definitiva del poemario de uno de sus fundadores, Mariano Blatt. Se trata de Mi juventud unida, cuya primera aparición a cargo de Mansalva vio la luz unos cinco años atrás. Esta edición repone poemas otrora descartados, corrige versiones previas e incorpora nuevos textos.
Desinteresado de cualquier forma poética tradicional, la lírica de Blatt es atravesada por diversos registros ─populares, futboleros, de tribus urbanas, de clase media indie, de cultura rave─ y echa mano a cuanto recurso se le antoje. De aquí que haya espacio tanto para poemas de vasta extensión ─los primeros en prosa poética, los últimos más cerca de las repeticiones lisérgicas y extasiadas─, hasta la híperbrevedad y el chiste. Mi juventud unida se estructura por bloques temporales, comenzando por el año 2005 y terminando en el 2019. (El terminando ─la cursiva lo señala─, es una figuración. El pulso de escritura es el pulso vital del poeta, y, exceptuando arritmias o taquicardias provocadas por la ketamina o alguna otra droga, el corazón de Blatt sigue vivito y coleando).
Hay un chico que llora por enamorarse de muchos chicos a la vez, que come mantecol y saborea cuando puede la cerveza del pico de la botella. Que dice que cae en lugares comunes cuando escribe poesía. Que siente miedo en la oscuridad de las calles bonaerenses y piensa que puede ser víctima de un delito, de esos que proliferan en los noticieros y en la tapa de los diarios. Este chico, en rigor, se articula desde el yo lírico del primer Mariano Blatt o, si se prefiere, de su primera juventud. En estos poemas circunscriptos al 2005 vibra un malestar aletargado: el naif amoroso no ha contaminado aún enteramente las distintas facetas de la experiencia. Las salidas a boliches, las caminatas, los encuentros amorosos, la familia, no logran desarticular una insatisfacción que merodea al yo y lo empantana: un chongo se duerme mientras él baila solo ("Ayer estuve con t"), el sueño cumple la función de alivianar penas ("Estoy distraído frente a la computadora") y los paseos por el barrio intentan destrabar angustias ("Fui a dar una vuelta"). De cualquier forma, a no engañarse, este malestar no se sustancia en la gravedad y su condición primera es la de lo pasajero, tal vez, la de lo líquido.
Y de hecho, un atisbo dorado se entrevé por una de las últimas rendijas de aquel año novel: la amistad alumbra los mejores atributos del yo. "Creo que soy un rejunte / de lo que me gusta de tal, de la costumbre de aquel (...) / a veces, cuando no sé qué hacer / pienso en lo que haría alguno, en lo que estará haciendo / y hago eso mismo. me siento acompañado, seguro / si mis amigos lo hacen".
El clima festivo que suele acompañar a este sujeto ─que literalmente puede estar disfrutando del encuentro con el otro en una fiesta electrónica, o transitar los barrios, o viajar en colectivo, o conversar en una esquina, muchas veces, bajo efectos alucinógenos─ asoma ya en el primer poema de 2006: "estaba en una fiesta / y sentí que vos también". Pero la inquietud persiste: incordioso consigo mismo, se propone dialogar con los pensamientos que lo perturban para saber "hasta cuando me piensan acompañar". La forma de resolución (en verdad, de olvido) de ese malestar proviene del afuera: su intimidad ─inofensiva o no─ se airea con el paisaje que contempla por la ventana: un futuro prometedor lo espera. Exterior que, siempre desde la enamoradiza subjetividad del yo, cobra una hipérbole bucólica con "El fin de semana en Tigre" y "El pibe de oro", de los años 2006-2007, primeras de las prosas poéticas de Blatt.
Ilustración de Juan Carlos Comperatore
En su análisis sobre el giro que la poesía nacional cobra a partir de la década de los noventa, Tamara Kametzain sostiene que esta nueva forma de escritura poética deja atrás la tradicional pretensión de intimismo entre poeta y lector. "El Paraíso, el Espacio Exterior" abre el período 2007 de Mi juventud unida y podría leerse como una exageración de esa hipótesis: se trata menos del solipsismo que de la experiencia del afuera, cotidiana, callejera, lisérgica, con los otros. O, en el mejor de lo casos, de una intimidad compartida, una extimidad que baña gran parte de la experiencia poética de Blatt. Lo paradisíaco sería aquí la enumeración prosaica de la experiencia: "un viaje en lacha por el Río de la Plata, una charla confusa con el perro", "un amigo pasándote el brazo por atrás de la cintura para empezar a saltar juntos", "un sueño re lindo", "un tema que te da ganas de vivir", "el árbol más alto del pueblo", "media pastilla de éxtasis en el bolsillo de la campera", "una cosa interesante que te quería contar".
En la última frase del 2008 (año de escritura bloguera como lo denuncia la abreviación del pronombre "que" por su inicial en distintos versos) se lee "a mí me gusta escribir con alegría". Principio ─palabra con una densidad moral muy fuerte para esta poética─ que irradia la escritura de Blatt sin descanso. Si en su juventud primera el poeta no quiere quedarse solo en la parada del colectivo por miedo a que le roben, ahora ─2010─ dice "Me encanta esperar el colectivo, no hay nada más lindo. / No hay nada más lindo que ir en tren y volver caminando", dice, justamente, en "No hay nada más lindo". La actitud de Blatt se adscribe sin tapujos en la sociedad del cansancio, esa que el filósofo Byung-Chul Han entiende supeditada a la falsa libertad del poder: antes que la disciplina o la normalización externas que proponía Foucault, la autoimposición incansable de los proyectos, de todos los posibles; la motivación crónica para hacer y disfrutar, un sujeto enajenado en el "exceso de positividad". En el coloquialísimo "Todo piola" el poema discurre como una conversación sin fondo ni sentido, un small talk que propicia la marihuana: "che, sarpados tus ojos /(...) a vos te gusta todo / puede ser / sí...a mí también igual". Este enamoramiento vacío, como las amistades que fomentan las redes sociales, con su likes ciegos y automáticos, se proyecta como propuesta de vida: "¿ya sabés q vas a ser cuando seas grande? / sí, tu amigo". Una amistad lánguida, un estado de perpetuo bienestar piola, en el que la felicidad parece un destino inevitable, un tropezón agradable y circunstancial ("Felicidad imprevista", 2014) y que, en el terreno de la infancia, se apoya en una experiencia que tiene por radio y alcance el barrio (es que todo parece estar "a dos cuadras"): juntarse en el kiosco, escuchar la radio con amigos, distinguir a los perros por su ladrido ("Las dos cuadras", 2015). Tal el estado de "positividad" que Blatt percibe la dicha en los sitios más desfavorables. Escribe en "El pozo": "Todo está tan lleno de luz que encandila/ todo está lleno de esperanza / todo está tan lleno de vida / en este pozo"
Las repeticiones de "Diego Bonnefoi" semejan un loop que arrebatan la denuncia del poema y la colocan en una pista rave (y con las manos de todos los pibes arriba):
"mataron a un pibe por la espalda en Bariloche/ mataron a un pibe por la espalda en Bariloche/ mataron a un pibe por la espalda en Bariloche/ que se llamaba Diego Bonnefoi/ que se llamaba Diego Bonnefoi/ que se llamaba Diego Bonnefoi/ pero la vida sigue igual/ pero la vida sigue igual/ pero la vida sigue igual"
Finalmente, la anáfora electrónica, el loop, reaparece en el "cierre" del libro, con los últimos dos poemas, "No es" y "Ahora". En una nota al pie, Blatt escribe: "Estos dos poemas los empecé a escribir a fines de 2012. La gracia es que los voy a seguir escribiendo hasta que me muera". Sendos textos "terminan" con puntos suspensivos: el efecto de continuum es evidente: el pulso del corazón es el de la escritura. Mientras haya vida habrá literatura (ideologema de vanguardia modo Blatt) puesto que la experiencia poética y la vital no requieren o implican registros diferentes.
los buzos canguro/ una chupada de pija/ los ringtones del celular/ la palma de una mano masajeando una nuca rapada/ el intercambio de shorts/ el sol que cae sobre la tribuna visitante/ un "qué lindo que sos" por whatsapp/ el porro y la keta/ un chico con un tatuaje de Michael Jordan/ el winning-eleven/ una canción que viene con un sonidito increíble/
Esas cosas, acaso, son (para Blatt) el poema.
26 de febrero, 2020
Mi juventud unida
Mariano Blatt
Blatt & Ríos, 2019
424 págs.