Cada tanto, digamos una vez al año y tras una innumerable serie de pruebas que conducen al error, un lector puede dar con un libro/autor que modifique su forma de percibir el mundo. El año pasado bien pudo haber sido la oportunidad de Paul Morand y las enternecedoras nouvelles que conforman el libro Tendres Stocks (Leteo). En este 2022 parece haberle llegado el turno a Emmanuel Bove (París, 1898-1945) y a Mis amigos, su demoledora opera prima.
En esta novela conocemos a pie juntillas los pormenores de la vida de Victor Bâton: joven veterano de la Gran Guerra que vive de manera precaria en la banlieue parisina, gracias a una pensión que recibe por la pérdida de movilidad de una mano. Se entiende que su condición de existencia se encuentra sujeta a una idea de libertad sin restricciones, idea que, por su parte, trae aparejada la imposibilidad de su realización personal (y habría que agregar material) en un mundo capitalista. He aquí el marco general de la obra, aunque esto, si se quiere, no representa la quintaesencia que hace de esta historia una singularísima gema literaria.
Más allá de las peripecias en las que Bâton se ve envuelto en vías de establecer relaciones afectivas con su consiguiente fracaso incluido (el rechazo de la dueña de un comedor luego de un tragicómico rendez-vous sexual; la desaparición física de Henri Billard después de manguearle cincuenta francos; el frustrado suicidio à deux con el marinero Neveu o la persecución alucinada que tiene como eje a la hija del industrial Monsieur Lacaze), el triunfo del libro se halla en lo que podríamos denominar como “el sitio de la mirada”. No es sino la ambivalente, por momentos antagónica, perspectiva de Victor Bâton la que marca el pulso de los acontecimientos. El temor por no ser amado, por no ser tratado como par, de jamás sentirse como “uno de los nuestros”, es el mismo que lo impulsa hacia desenlaces indeseables, como perder un buen trabajo o desarticular una relación estable con una mujer que le corresponde en sus caprichos. Es decir que la misma inercia que permite acercarlo a los otros es la que termina por empujarlos fuera de sí; incluso al final de libro, cuando Bâton es expulsado de su chambre de bonne por haragán, se vislumbra una lucha interna contra los condicionantes de su psique. A su vez, el 'ser del titubeo' se nos presenta bajo un lenguaje seco y oraciones breves pero que poseen un poder de influjo tal que en un mismo golpe de dados se percibe la angustia del sujeto contemporáneo frente a la sociedad que lo ha puesto de lado y la risa malsana que acontece ante tal injusticia, ante tal desdicha cómicopatética.
Bove, gran observador del desconsuelo, nos conduce en Mis amigos por una singularísima cosmovisión hecha de ideas preconcebidas y de saberes desacertados que atrapan por su verosimilitud, por lo reconocible incluso en su misma extrañeza. Y podemos afirmar que su poder de fuego en el arte del retrato se mantiene a flote más allá de la traducción de la editorial Mil botellas que, ajustada en su cadencia a la lengua francesa, pierde, sin embargo, el vuelo expresivo de una prosa (la de Bove) que ya de por sí es poco acentuada. Esto hace pensar que no siempre una nueva traducción renueva una voz aunque, no obstante lo anterior, siempre es necesario reconocer los rescates de aquellos pilares que hicieron del gusto por contar una historia un motivo por el cual seguir ensayando en el error; acaso la última gran libertad que nos queda para dar con los libros que nos hacen felices.
17 de agosto, 2022
Mis amigos
Emmanuel Bove
Traducción de Salomé Landívar
Mil Botellas, 2022
140 págs.