A pesar de que la obra de Natalia Ginzburg es sumamente autobiográfica, sus lectores y lectoras siempre nos quedamos con ganas de saber más: ¿a qué autores leía?, ¿cómo era su relación con el mundo editorial?, ¿cómo fue que llegó a ser diputada del Partido Comunista Italiano?, ¿cómo fue que apareció en una película de Pasolini? Natalia Ginzburg, audazmente tímida, escrita por Maja Pflug (Alemania, 1946) nos ofrece un cuadro bastante amplio desde el que podemos mirar la apasionante vida de esta escritora. Traducida por Gabriela Adamo y publicada bajo el sello editorial de Siglo XXI, es la primera biografía de la autora italiana que aparece en castellano, de modo que por vez primera los lectores de habla española podemos disfrutar de un relato completo de la vida de la autora de Las pequeñas virtudes.
Natalia Ginzburg nació en 1916, en Palermo, en una familia de origen judío por parte de su padre, Giuseppe Levi, y católico por parte de su madre, Lidia Tanzi. Durante su vida vio el ascenso del fascismo, los estragos de la segunda guerra mundial, los intentos de una sociedad por recuperarse del dolor que deja la violencia y la pérdida. Su historia familiar estuvo, en gran parte, marcada por la guerra. Su padre, que era profesor universitario de anatomía, siempre mantuvo su posición contra el fascismo, aun cuando eso le costara su empleo en la universidad, y sus hermanos fueron perseguidos y encarcelados por pertenecer a organizaciones antifascistas. Ella misma se vio desterrada en los Abruzos, al norte de Italia, junto con sus hijos y su esposo Leone Ginzburg, quien en 1944 terminó siendo encarcelado y torturado hasta su muerte en la cárcel romana de Regina Coeli.
Esos sucesos, con una gran sensibilidad literaria pese a su aparente sencillez narrativa, aparecen en algunos de los escritos más famosos de Natalia Ginzburg, tal como en sus ensayos “Invierno en los Abruzos”, donde relata su destierro al norte de Italia, o “El hijo del hombre”, en el que aborda los estragos de la guerra en la vida de las personas, ambos incluidos en Las pequeñas virtudes. Pero donde con más fuerza aparecen relatados esos hechos es en su novela Léxico familiar, una novela con tinte autobiográfico en la que Natalia Ginzburg reconstruye su historia familiar a partir del léxico cotidiano, esos códigos íntimos con los que las personas cercanas aprenden a comunicarse. Por las páginas de Léxico familiar entramos no sólo al mundo de la familia de la autora, sino de la sociedad italiana de esa época.
Siguiendo un procedimiento similar, en esta biografía Maja Pflug emplea el “léxico familiar” de la autora para reconstruir su vida: recupera las voces de Natalia Ginzburg y las personas cercanas a su mundo sirviéndose de las propias obras de Natalia, así como de entrevistas y materiales de archivo, como cartas, diarios, publicaciones periódicas, etc. “Este libro cedió la palabra a muchos textos de la propia Natalia Ginzburg y de sus contemporáneos”, señala Pflug, quien ya contaba con un conocimiento profundo de la obra de Ginzburg al haber sido la traductora de la mayor parte de sus libros al alemán.
La biografía, si bien sigue un orden cronológico, organiza los materiales de forma tal que nos permite explorar las distintas aristas de la vida de Ginzburg: su concepción de la escritura, su relación con el mundo editorial y con otras escritoras y escritores de la época, su posición frente a la situación de las mujeres y el aborto, y su papel como figura política.
En lo que concierne a su trabajo como escritora, se muestra cómo a lo largo de su vida fue consolidando sus hábitos de escritura, desde la juventud hasta su madurez, cuando se levantaba al alba para escribir y así poder cumplir más tarde con todos sus demás quehaceres, ya fuera yendo a las oficinas de la editorial Einaudi o, años más adelante, yendo a ejercer su rol de diputada. Con café y cigarrillo en mano, las primeras horas de la mañana eran dedicadas a escribir.
Trabajó prácticamente toda su vida para la editorial Einaudi, desempeñando distintos roles, como asesora editorial, como traductora y correctora, y esa editorial fue algo más que un simple trabajo: había sido fundada por sus grandes amigos Giulio Einaudi, Cesare Pavese, y su primer esposo, Leone Ginzburg. Einaudi fue su casa editora por mucho tiempo, pero el cariño hacia ella no le impidió hacer fuertes críticas cuando lo consideró necesario, sobre todo en lo concerniente a las relaciones entre los autores y las editoriales. “En la actitud hacia los escritores ustedes presuponen ─y es una presuposición falsa─ que el dinero que se gana con los libros no les pertenece en modo alguno a los autores, sino a ustedes solos... Y en algún momento se olvidan por completo de la figura del autor”, le escribió alguna vez a Giulio Einaudi y, en otra ocasión, le escribió a un colega: “Yo soy una escritora. ¿No te parece lógico que los escritores, cuando puedan, elijan el lugar donde alojar los libros que escribieron?”.
En cuanto a sus vínculos con otras y otros escritores, en la biografía se muestra su estrecha relación con el poeta italiano Cesare Pavese, quien, cuando Natalia estaba desterrada con Leone Ginzburg y sus hijos en los Abruzos, le escribió: “Querida Natalia, deje de tener hijos y escriba un libro más lindo que el mío”. En esa época la escritora italiana había sido madre en varias ocasiones y aún no encontraba el equilibrio entre la maternidad y la escritura, cosa que fue resolviendo en los años posteriores. Pavese se suicidó en un cuarto de hotel en Turín, en 1950, y Natalia escribió un hermoso ensayo titulado “Retrato de un amigo”, en el que evoca sus momentos al lado del poeta. Asimismo, tuvo una relación cercana con Elsa Morante, a quien admiraba muchísimo como escritora y con quien mantuvo una fuerte amistad. En 1985, al morir Morante, Natalia Ginzburg heredó sus gatos siameses, con los que aparece en algunas fotografías. Mantuvo amistad, también, con Italo Calvino, quien le mandaba todos sus manuscritos para que ella le diera su opinión, y con el escritor y cineasta Pier Paolo Pasolini, que en 1964 la invitó a participar en su película El evangelio según San Mateo, bajo el papel de María de Betania.
Nunca se adjudicó el título de “feminista”, sin embargo, siempre tuvo una posición clara en torno al derecho de las mujeres a tener una vida sin opresiones. En torno al derecho al aborto, por ejemplo, escribió: “La legalización del aborto debe reclamarse, ante todo, por pura justicia. Es intolerable que mujeres pobres estén en riesgo de muerte o mueran al intentar abortos con agujas de tejer, mientras que las mujeres ricas pueden disponer de clínicas cómodas”. Y también dijo: “En el vientre de la madre, ni la ley ni el código ni la sociedad ni los gobiernos deberían tener el mínimo poder de interferir”.
Su lema “Nunca del lado del poder” le permitía tener ese tipo de lecturas y le permitió también mantener firmes posiciones cuando en 1983 participó de las elecciones parlamentarias como candidata independiente del PCI (Partido Comunista Italiano) y ganó. En su rol de diputada, “visitó prisiones y se sumó a comisiones dedicadas a los problemas de las minorías, a cuestiones de la mujer y al derecho de adopción”.
Natalia Ginzburg, audazmente tímida es una biografía completa, que nos muestra los distintos ángulos de la vida de una escritora que se refería a sí misma como una “pequeña escritora”, pero que desde esa humildad nos entregó novelas fantásticas y cuya labor como editora, traductora y política dejaron su marca en la historia italiana del siglo XX.
13 de octubre, 2021
Natalia Ginzburg, audazmente tímida
Maja Pflug
Traducción de Gabriela Adamo
Siglo XXI, 2020
240 págs.