La ciudad noruega de Oslo sufrió, desde el medioevo hasta el siglo XX, algunas modificaciones que hicieron mudar de aires su onomástica geográfica: se llamó Ánslo durante la era vikinga, luego pasó a llamarse Christiania o Kristiania en la transición hacia la modernidad y, por último, viró al nombre que actualmente ostenta, recién en 1925. Su toponimia metamorfoseó constantemente aunque siempre logró conservar la adusta identidad que la caracteriza. Algo de este espíritu de cambiar en lo estático, de repetir en lo único, de permanecer en la pérdida se encuentra en Oslo de Martín Caamaño (Buenos Aires, 1980).
Oso, el personaje principal de la novela, busca subvertir de alguna manera esto, es decir, percibe que es precisamente a través de las repeticiones, las iteraciones, los mise en abyme, que las cosas se revelan modificadas; así, por ejemplo, al contarle la historia antes de dormir al hijo de su mujer, acontece un rapto de subjetividad que le permite vislumbrar que “mientras cuenta, mientras se escucha a sí mismo contar, le parece que todo lo que relata forma parte de otra vida, una vida ajena, que ya no le pertenece, que ni siquiera está muy seguro de haber vivido”. Entendemos junto a él que toda modificación debería incluir en su seno una pérdida, la cual no sólo es una condición sino, bien mirado, una suerte de alivio, de mochila que es preciso remover para poder continuar.
Aquí Caamaño tematiza en torno a la dificultad de beber las aguas del Leteo: una vez que los dispositivos cancelan la acción del olvido, del desprenderse de los lastres de la experiencia, la misma vida da un giro siniestro ya que todo torna en repetición y simulacro. El arco completo de la novela se presenta ante nosotros como un objeto espiralado que se abre y se cierra con un rectángulo blanco (una pantalla) que titila. En esa imagen, en ese gesto de vacilación titilante cabe la experiencia de varias generaciones que atravesaron la dimensión intrusiva, ineludible y cristalizadora de la tecnología. Tecnología que por otra parte ha servido, como la novela nos anoticia, para que personas que no se conocían reconfiguren lazos otrora disueltos, otrora inexistentes, aunque a su vez ha obturado la posibilidad de lo abierto y de lo incierto.
El autor logra a través de una prosa densa, marcadamente lírica, conducirnos en el espacio (Argentina, Brasil, ¡Noruega!) y en el tiempo (de los 80's a los 00's) directo a la angustia que provocan los inexplicables 'avances' de la tecnología; su metamorfosis demuestra sostener incesantemente aquel viejo adagio de Tomasi di Lampedusa: “si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”.
19 de enero, 2022
Oslo
Martín Caamaño
Mansalva, 2021
128 págs.