En 2016, con tan solo 26 años, la norteamericana Emma Claire (California, 1989) provocaba una singular revuelta en el mundillo literario estadounidense. Las chicas, su opera prima publicada por entonces, había sido disputada por un puñado de editoriales mainstream que olfateaban en el material una mercancía de jugoso porvenir. ”No era para menos: las chicas no eran otras que las seguidoras obnubiladas por Charles Manson, el célebre asesino del que Norteamérica supo hacer –también de él– una cuantiosa mercancía.
Las chicas, entonces, era una suerte de perversa novela de iniciación interesada en subrayar, en el reverso oscuro del sueño hippie, la dolorosa fragilidad del espíritu adolescente. Luego, fue el turno del ruidoso Harvey (2021), ficción cuyo cuerpo biográfico fue aportado por el ex magnate de Miramax, Harvey Weinstein, que, a un día del dictado de su condena por delitos sexuales, se despierta, sudoroso, en su lujosa mansión. Narrada desde su intricada psicología, Harvey azuza una zona no del todo cómoda, transitada en nuestros lares por Ariana Harwicz y Carlos Busquets; zona en la que el victimario forma parte de una estructura, de una institución, de un sistema, que, de diversos modos, configuran las condiciones de su posibilidad, de su existencia y, en algún sentido, de sus actos. Cline, como Harwicz, afirmaría: los monstruos existen, seguro, pero viven en nuestro mismo barrio, colaboran con causas nobles y votan candidatos progresistas. Todos los monstruos, en definitiva, tienen papá y mamá.
Ahora es el turno de Papi, once relatos salpicados de una ambigüedad que roza –solo roza– lo obsceno. Ambigüedad proyectada desde el título mismo del volumen: Papi, sostiene la autora, es un término que implica connotaciones tan extremas como opuestas, connotaciones inocentes e infantiles –el dulce vocativo en boca de un niño dirigido a su progenitor; o sexuales y capciosas– el lúbrico vocativo en boca de un ser que desea y, en consecuencia, que tantea cierto borde del poder.
La novela, dice Cline, implica una intervención quirúrgica de cirugía mayor, mientras que el relato requiere la meticulosidad paciente de la acupuntura. No en vano piensa la autora en estas metáforas: la vida de sus personajes atraviesa algún corte penetrante o se encuentra, a lo sumo, atascada en una situación incómoda, dolorosa. Malestar que se cifra, por lo general, en una suerte de desfasaje entre la cosmovisión de estos seres y una coyuntura que no ceja en señalar su desacuerdo con ellos. Es que tienden a ser, como suele repetirse, “hombres de otra generación”. Una brecha imposible de soldar se interpone entre padres e hijos, entre una cultura analógica y una digital.
El clima de tensión que subyace durante un reencuentro familiar y navideño baña “¿Qué se hace con un general?”, el primero de los relatos. Un padre se enfurece internamente al notar la distancia infranqueable que lo separa, en particular, de una de las hijas. Es un pasado, en verdad, el que los separa: un pasado marcado por cierta violencia doméstica, que amenaza con emerger de lleno y enrostrarle a todos su furia contenida. En “Hijo de Friedman” otro padre se avergüenza de un hijo adicto que ha llegado a estrenar, a duras penas, y con dudosos méritos artísticos, un documental autobiográfico. En “Los Ángeles” una joven mujer encuentra, por medio de la web, un modo eficiente, y groseramente íntimo, de ganarse la vida; y en “Menlo Park” un editor, investigado probablemente por algún tipo de acoso o abuso sexual, es contratado por un millonario para trabajar en sus memorias.
El sol de San Francisco se impone sobre muchas de estas historias, en las que no faltan aspirantes a la industria del show business; actrices y actores, guionistas, productores, directores... No es casual, claro: los oropeles y la superficialidad de Hollywood exhiben un costado de la humanidad que a Cline le interesa escudriñar. Los personajes de Papi circulan por un sendero delicado, liminar. Los adultos, o adultos mayores, parecen advertir la decadencia de su estado, de que su forma de comprender el mundo ha quedado obsoleta, mientras que los jóvenes intentan hallar el modo de ingresar a la sociedad adulta que, por otra parte, se funda en los cimientos líquidos que proponen las relaciones online. Así las cosas, la estabilidad de las subjetividades flaquea, a sabiendas de que todo vale más o menos lo mismo. A la protagonista de “A/S/L” le resulta imposible “tomarte tu propia vida en serio (...) creer que eras una entidad lo bastante estable para precisar mantenimiento, como si algo de todo esto fuese a alguna parte”.
Sumados a los espejismos que irradia la industria del espectáculo, las drogas legales e ilegales pululan, también, por Papi, y la ilusión del dinero, de cuando en cuando, enmascara el sentimiento de orfandad y soledad que abruma a distintos protagonistas. En un mundo así, cualquier estrategia es bienvenida, cualquier treta alabada, con tal de postergar, aunque sea por un minuto más, la sordidez de lo real.
14 de septiembre, 2022
Papi
Emma Cline
Traducción de Inga Pellisa
Anagrama, 2022
240 págs.