La vida de Paulo Leminski (Curitiba, 1944-1989) nos dice que fue poeta, novelista, traductor, compositor, publicista, biógrafo, agitador cultural, crítico y ensayista, además, claro, de cinturón negro en judo. Su Catatau es uno de los puntos más altos de la poesía experimental latinoamericana. Sus poemas breves han sido escritos en infinidad de paredes brasileñas. Su rostro, eternizado en remeras. Su apellido, un nombre, una marca, un gesto. Hizo de la erudición un atributo de lo pop, de la deslectura una práctica lúdica y lúcida, de la paradoja un modo de pensar, de su habitar la hora del mundo, la ahoridad de lo contemporáneo, una intensidad vital, una de las líneas de fuerza de su poética. Recuerdo con dicha la descripción borgeana que alguna vez Mario Cámara hiciera de él: “Su vida fue breve, murió a los cuarenta y cuatro años. Su producción fue abundante y conoció el éxito”. En el mismo texto, el crítico argentino adopta un acento más benjaminiano: “Paulo Leminski fue un poeta que atravesó tiempos turbulentos, y se definió como un centauro, con un ojo atento al pasado y una mirada curiosa sobre el presente y el futuro”. “Digamos que él empieza donde terminan los hermanos De Campos, y concluye dejando una serie de puertas abiertas que muchos artistas de su país transitaron después que él”, afirmó recientemente Jorge Fondebrider. Mencionado por Néstor Perlongher en el prólogo de su Caribe Transplatino e incluido en el conjunto neobarroco del Medusario preparado por José Kozer, Jacobo Sefamí y Roberto Echevarren, quien firma su traducción, en una antología cuya primera edición de 1996 estuvo a cargo del Fondo de Cultura Económica y fuera reeditada posteriormente por Mansalva, el conocimiento de Paulo Leminski en nuestras tierras y lengua ha ido en franco aumento, influido tal vez por la fortuna que, desde 2013, a partir de la edición de Toda Poesia ─su poesía reunida aunque no completa─ por la Companhia das Letras, ha tenido en Brasil. En 1997 se publicó la primera antología de su poesía en español, Aviso a los náufragos, preparada y traducida por Rodolfo Mata para Eldorado Ediciones, México (reeditada en 2006 por Calamus, en Oaxaca). Más tarde, el número 6 de la revista tsé-tsé ─dirigida, entre otros, por Reynaldo Jiménez─ le dedicó, en el invierno de 1999, unas buenas 30 páginas. Pero tal vez sea Leminskiana, la antología metonímica que llevó adelante Mario Cámara para Corregidor, con un gran y variado conjunto de textos, desde series completas de poemas a fragmentos del Catatau, pasando por textos críticos y testimonios de sus contemporáneos, la que realizó hasta entonces el mayor esfuerzo por introducirnos en la obra de Paulo Leminski. El propio Cámara presentó, también, otra «antología urgente», llamada Desastre de una idea y aparecida en 2012 gracias a Eloísa Cartonera. Quizás esta sea una de las puertas más accesibles o amables para adentrarse en las sendas del samurái malandro, del bandido que sabía latín. En 2013, apareció Yo iba a ser Homero, antología bilingüe a cargo de Aníbal Cristobo, editada en España por kriller71, edición ampliada en 2018, trabajos pioneros e importantísimos en la península, que dieron lugar, entre otros, a Todo me fue dado, antología de su poesía editada por Vaso Roto y traducida por Javier Villarreal, en 2018 también. Reynaldo Jiménez tradujo la osada obra vanguardista leminskiana, el Catatau, en 2014 para la Editorial Descierto, edición revisada y publicada por Libros de la Resistencia, en 2019. En esa última casa editorial, salió recientemente, también traducida por RJ, Ahora es que son ellas, segunda novela experimental del autor curitibano. En 2015, quien estas líneas escribe tradujo Vida, para Puente Aéreo. A partir de artículos, apuntes, cartas, conferencias y conversaciones, Iván García compiló y tradujo para la editorial Excursiones Un signo incompleto, edición que con la misma voluntad está revisando y expandiendo para una segunda publicación. Si me detengo en esta travesía y detallo la galaxia leminskiana de traductores es para llegar la más reciente antología poética de Paulo Leminski, Parezca y desaparezca, traducida por Alejandro Güerri para Añosluz Editora.
Hecho extraño, que puede verificarse en ese recorrido, los libros de poemas de Leminski nunca fueron traducidos completos y editados de modo autónomo. Me consta que Rodrigo Álvarez tiene engavetada una traducción de Distraídos venceremos, aguardando editor. Tal vez por el pulso irregular de su producción o por juzgarla desconocida para el hablante del castellano, las antologías se suceden, siendo que ya hay algunas fundamentales, como las traducidas y prologadas por Mario Cámara y Aníbal Cristobo. En todo caso, la que presenta Alejandro Güerri para AñosLuz no deja de ser bienvenida y funciona como actualización de un alegre mandato: leer a Leminski. Mimetizándose con el tono ensayístico del propio curitibano, el traductor, en su presentación, realiza un retrato bio-bibliográfico de Leminski: su idea de la poesía como inutensilio frente al imperio de la mercancía, del uso, de la función, sus distintas publicaciones y traducciones, las principales líneas de fuerza de su poética, el arco que trazan sus poemas, sus poemas extensos y sus poemas breves, haikus à la brasileña, risueños, epifánicos, su oído musical, su visión de publicitario, los juegos de palabras, el misterio como tema central, donde cruzó lo erudito y lo popular. Una antología es un Greatest Hits. La reunión de poemas que arma Güerri busca más lectores de aquella “poesía porosa” que Leminski practicó.
Parezca y desaparezca es un objeto lindo: cada libro de poemas antologado es introducido con un separador negro y la portada de la edición brasileña original, con un breve pie de página explicativo. De esa forma se recupera algo de la materialidad histórica de esos poemas. El traductor avisa, en sus palabras preliminares, que usará ─cuando así lo juzgué oportuno ─las notas al pie. Sirven, de hecho, para situar al poema en el contexto brasileño y leminskiano. Los poemas de Leminski se defienden solos, no necesitan ningún panegírico aquí, en estas líneas. Allí están “Contranarciso”, “[un día / íbamos a ser homero]” (este último, vale decir, con interpretaciones erróneas en su traducción, que le hacen ir en otra dirección), “[yo quería tanto / ser un poeta maldito]”, “verdura“, “[un buen poema / lleva años]”, entre otros.
Comparable, por diversos motivos, a Roberto Arlt y su fuerza narrativa o a Fogwill y su mente estratega, entre la trinchera y la publicidad, la escritura de Leminski es una escritura con punch, pega, llega, alcanza. Los poemas de Leminski despiertan al lector, lo traen al presente, lo descolocan. Heredero asumido y renegado de la tradición concretista, sus poemas se alejan de la lírica propia de sus contemporáneos. El espacio del poema es un espacio de convivencia de diversas fuentes, discursos y desvíos, “una mezcla entre lo obvio y lo nunca visto”, como él mismo dirá en uno de sus poemas póstumos, “sacro lavoro”. Leyéndolo, parece fácil escribir poesía como Leminski. Eso produjo cierto aborrecimiento de su figura, por la cantidad de pésimos imitadores que tuvo, ninguno con la complejidad de sus construcciones. Sin embargo, se lo sigue recuperando y descubriendo textos y facetas poco exploradas. De eso habla una de sus hijas en el texto que cierra el volumen, justo después de las fotografías en blanco y negro que recuperan su rostro, sus gestos. Ahí, en esa historia del cuerpo de Paulo Leminski, cuerpo que fue corpus, escritura, está su sobre-vida, su presente que nos sigue tocando a nosotros, eternos lectores agradecidos. Quiero detenerme en algunos de ellos, para armar una serie y desde allí leer a Leminski:
un día
íbamos a ser homero
la obra nada menos que una Ilíada
después
con la hinchada alentando
daba para ser ahí un rimbaud
un ungaretti un fernando pessoa cualquiera
un lorca un éluard un ginsberg
por fin
matamos al pequeño poeta de provincia
que siempre fuimos
por detrás de tantas máscaras
que el tiempo trató como a flores
[Siguiendo la traducción de Aníbal Cristobo, donde se lee: “con la hinchada alentando“, aconsejo leer: “las cosas complicándose“; donde se lee: “matamos al pequeño poeta de provincia“, aconsejo leer: “terminamos [siendo] el pequeño poeta de provincia“]. “Si la pasión“, escribió Mario Cámara, “en sentido cristiano se refiere al hecho de sostener una convicción a pesar de la posibilidad de fracaso, el poema anterior nos muestra la tematización de ese fracaso“. No hay nombres en mayúsculas en la escritura del pequeño poeta provinciano. Allí, en su territorio pequeño, en su paisito, todo se iguala en la fugaz e intensa pluralidad que, borrando las individualidades, reescribe la tradición literaria. En la poesía, nos dice Leminski, no habrá grandes nombres, ni nombres que puedan llamarse “propios“, sólo máscaras, eventuales devenires; en la poesía no hay grandes obras, sólo un hacer cotidiano, una praxis diaria, arropados en la lengua de los días que se empujan en desorden.
Dos poemas más podrían acercarse al anterior. Uno apareció en la antología de 1983, Caprichos & relaxos, sin título, cuyo primer verso es: “um dia desses quero ser“. También incluido allí, pero proveniente de un texto de 1980, não fosse isso e era menos / não fosse tanto e era quase [no fuese eso y era menos / no fuese tanto y era casi], fue traducido en Parezca y desaparezca:
yo quería tanto
ser un poeta maldito
la masa sufriendo
mientras profundo medito
yo quería tanto
ser un poeta social
rostro quemado
por el hálito de las multitudes
en vez
mirame acá
poniendo sal
en esta sopa escasa
que mal va a dar para dos
Las figuras idílicas del poeta maldito y del poeta social o comprometido aparecen en los primeros versos como posible (des)vinculación del poeta y su praxis con el colectivo social, en una relación de profunda interdependencia y complementariedad: la poesía, de esta manera, tenía una justificación, a veces para negar lo real, lo que sucede afuera, a veces para ser parte de la revolución, vocero de la multitud. En cambio, el poeta, este poeta, aparentemente en contra de su voluntad, aparece solo o sin contacto con el colectivo, en el ámbito de la intimidad, en su claustro precario. Y esto, que se presenta, a primera vista, como distante e incluso antagónico en relación con las otras dos condiciones, no es más que una consecuencia más del orden social y del estatus de la poesía en este estado de cosas del capitalismo tardío. Así, el poema se convierte en la microhistoria de las figuraciones del poeta, del poema y de la poesía y revela su condición siempre anacrónica (e incluso in-útil, si llegamos a coincidir con Leminski) y conflictiva en relación con su propio tiempo y espacio, inmerso en lo inmediato-cotidiano, creando una división dentro de la propia economía del poder, desviándonos verdaderamente de la utilidad y de una aplicación inmediata a la satisfacción de las necesidades, es decir, de las utilidades del trabajo humano.
La serie de poemas de transformarse-en-otro que estamos imaginando, de poemas de un día devenir otro poeta, habitante del anacronismo, de poemas, en fin, de devenires minoritarios, impregna toda la producción de Leminski. Por ejemplo, y recorriendo Parezca y desaparezca, encontramos, cara y cruz de la moneda, “contranarciso“:
en mí
yo veo el otro
y otro
y otro
en fin decenas
trenes pasando
vagones llenos de gente
centenas
el otro
que hay en mí
sos vos
vos
y vos
así como
yo estoy en vos
estoy en él
en nosotros
y solo cuando
estamos en nosotros
estamos en paz
aunque estemos a solas
Convertirse en el otro, convertirse en los otros, convertirse en la multitud, convertirse en todos, convertirse en nadie, convertirse, como había dicho el explosivo dúo filosófico, en “una captura, una posesión, un activo, nunca una reproducción o una imitación“. El poeta, esta vez, se pierde en el colectivo y encuentra el colectivo dentro de sí mismo: el poeta es todos y todos son el poeta. Así, estos poemas postulan, desde lo mínimo y el trabajo con la tradición y ante la imposibilidad de construcción en la contemporaneidad, el exceso, la pérdida.
21 de septiembre, 2022
Parezca y desaparezca
Paulo Leminsky
Selección, traducción y prólogo de Alejandro Güerri
Añosluz, 2022
178 págs.