En diciembre de 2023, en Tres estrellas, el programa de streaming de Pedro Rosemblat en Gelatina, en una entrevista que se puede ver por Youtube, Hernán Casciari dijo entre otras cosas: “No creo en la literatura”. Como es obvio después de leer y enseñar a Bourdieu, pero tal vez también desde el sentido común, alegar que no se cree en algo es un modo de tomar posición en un campo que, al dar lugar al enunciado, se afirma en sí mismo. Lo que Casciari decía armó alrededor una de esas bataolas de las redes que cada tanto sacuden el círculo de seguidores y detractores por uno o dos días para volver después a olvidar la discusión. “La literatura no sé qué es y tampoco me importa”, agregaba el entrevistado, y en muchas de las cosas que decía, para mí y aunque esto no venga al caso, tenía razón. Acaso no sea tan relevante si, como señalaba la contienda, Casciari es un verdadero escritor o si solo hace chistes. No sé tampoco cuánto convendría tener en cuenta su provocación y, por otra parte es cierto que la controversia no se resuelve si agrego, por ejemplo, que su cuento “10.6 segundos” sobre el gol de Maradona a los ingleses, es uno de los mejores que leí o escuché aun sin saber si es o no buena literatura. Lo mejor que leí, lo que me parece brillante, no sé si (o sé que no siempre) lo calificaría de “bueno” en la línea de literatura de “calidad” pero algunas de esas cosas son las que discutimos los críticos y de las que buscamos respuestas en la teoría literaria. Las cosas que discutimos –al menos, si no antes, desde “Palabras de autor”, el prólogo a Los lanzallamas de Roberto Arlt– cuando tratamos de leer de nuevo o de otras formas la literatura argentina.
Empezar una reseña de un libro cuyo subtítulo es “Escritos sobre literatura argentina y política”, hablando de Casciari o de esa frase de Casciari puede parecer improcedente o poco atinado y sin embargo me parece que en ese contrapunto con el problema de la creencia y de la definición literaria está lo que más me interesa de Patria y muerte. En el comienzo, Miguel Dalmaroni dice que aunque haya preguntas mucho más urgentes e importantes, son momentos en los que nos repetirnos la pregunta política de la crítica: “qué pueden pero también que no pueden la poesía, la literatura, las artes, el ejercicio de la palabra”. Es que es ahí donde aparecen las respuestas, tal vez no a la cuestión de por qué leemos o por qué seguimos leyendo literatura, sino a por qué leemos crítica o cuánto sentido tiene escribirla. Y entonces aparece como fundamental ese universo de ensayos críticos que no se ocupan solo de describir procedimientos, imágenes o personajes, que no se ocupan solo de desplegar contextos históricos sino que inventan conceptos, que enciman ideas que la literatura provoca y desarma. Ensayos críticos que yuxtaponen y desordenan cronologías para pensar los textos en otras constelaciones, en nuevos mosaicos o, como diría Dalmaroni, en hojaldre. Relámpagos de una escritura incisiva que provocan en la lectura una conmoción; “un pistoletazo en un concierto” en nuestras cabezas.
Dalmaroni va a buscar palabras a otros mundos para hablar de literatura, y eso que nos desacomoda, inquieta y por eso nos entusiasma es lo que me pasó la primera vez que lo escuché en una clase decir “pespunte”, eso me pasa cuando no puedo leer algunos textos sin que se me pegue esa otra imagen panaderil del hojaldre que necesito para pensarlos. Se trata de que en la invención de una lengua crítica y en el cruce de discursos de mundos diferentes es donde el autor encuentra la forma de leer de otra manera lo político en la literatura argentina.
En el primer capítulo aparece eso que digo como una especie de declaración de principios, ahí sacuden al lector dos nombres: Susana Zanetti y David Viñas. Entonces queda claro que si vamos a hablar de literatura argentina y política, las cartas ya están sobre la mesa. Dalmaroni suma allí el nombre de Piglia para formar una tríada que por el modo en el que la compone, despunta en nuestra imaginación, bailando con antifaces fluorescentes el carnaval carioca de un cumpleaños de quince suburbano o arrabalero: “En los 50, Viñas le agregó bardo, pendencia, riña acalorada, incorrección retórica, impulso sacrílego y volumen tonante a la historia de la literatura argentina [...] En los 80, Piglia renovó el cotillón [...] Como se dice, agrandar el pescado, subir el precio, pasarse de rosca de vez en cuando”. Después de imprimirnos la imagen de esa figura del trío de bailarines grotescos, agrega: “hace mucho que me intereso en que la crítica literaria invente otras lenguas para esa pasión” y eso es lo que el libro consigue exactamente pero no solo desde la invención de una lengua provocativa y multidimensional sino también desde el cruce de universos que habitualmente parecen paralelos e incluso a veces inermes. Los chistes de Jack Sparrow en Piratas del Caribe que le sirven para pensar la charlatanería de la teoría francesa con la que también se enfrentaba Carlos Altamirano, la referencia a Milagro Sala para pensar una línea y una lengua de la literatura que permita rescatar “los usos negros de la palabra, sus usos gauchos, plebeyos, sus usos villeros, carcelarios, y sus usos mujeres, sus usos putos, travestis, trans...”. Las preguntas del peronismo como invención de voces desde Leónidas Lamborghini hasta Cristina Fernández de Kirchner que “anudó en una lengua nueva de la política la cuerda fustigadora con la cuerda pícara”.
Lo que hace Dalmaroni aquí, aunque él lo diga sobre otros, es hacer chirriar a la lengua, algo que parece venirle desde la poesía, de la invención de atributos o adjetivos en “luna con gatillo” o “rosa blindada” de Tuñón, del cambio de lugar de los adverbios de modo de Gelman cuando escribe amar “violentamente a una mujer” y “ardientemente a la revolución”. Con fragmentos de conversaciones, objetos diversos y muchísimas lecturas, el ensayista hace aquí algo que como profesor y como crítico nos enseñó a encontrar en los textos, el momento en el que el escritor le hace algo a la lengua. La literatura, al fin, no sé qué es y tampoco me importa, lo que sí me interesa es que hay textos y objetos, fragmentos del mundo, que nos hacen algo, nos llevan a su pensamiento y nos arrojan otra vez a donde estábamos sin que aquel sea ahora el mismo lugar y que entonces ese temblor que ha ocurrido en la lengua, en las cosas y en nosotros, eso que llega y hace, podría ser también una definición de la política.
6 de marzo, 2024
Patria y muerte. Escritos sobre literatura argentina y política
Miguel Dalmaroni
Bulk, 2023
170 págs.