En el set fotográfico de su madre, mientras intenta concentrarse en la tarea escolar, el niño Darío Argento (Roma, 1940) pispea el cambio de vestuario de las actrices más glamorosas del momento. Puede ser Sophia Loren o Isa Miranda; tal vez sea Gina Lollobrogida la que se desnude ante el espejo y produzca una fascinación inolvidable e irrecuperable en ese niño tímido que observa hipnotizado, desde la oscuridad de un costado trasero del camarín. Sigue las órdenes que su madre fotógrafa le dicta a las mujeres, y comprende la importancia que para ella cobra la iluminación y los encuadres cercanos a la hora de enaltecer o ensombrecer un rostro. "Algunos piensan que los primerísimos planos de las actrices y los maquillajes excesivos alrededor de los ojos son una marca de fábrica inconfundible de mi cine. Tienen seguramente razón, pero aquella señal ya existía en mi mirada de niño". La conexión entre esta experiencia autobiográfica y una marca específica de su poética dice mucho sobre su aproximación al cine: en él, afirma, lo que vemos, aunque estructuradas, estilizadas, son las obsesiones que lo acechan en su soledad más íntima.
Darío Argento no es sólo "el Hitchcock italiano"; o el co-escritor, junto a Bernardo Bertolucci, de la trama de Érase una vez en el oste, el film de Sergio Leone; o el entusiasta del cine giallo (ese género que coagula el suspenso, los asesinatos, el terror, el enigma policial); o el lector desprejuiciado que consume por igual a Dostoievski, a Dos Passos, a un bestseller cualquiera; es también el autor que a los 74 años abre Paura, su autobiografía, con, paradójicamente, una escena en la que se muestra al borde de la muerte, en rigor, del suicidio. Claro que esto podría entenderse como un golpe de efecto más –como tantos otros en sus films, en los films de género, en definitiva–; y, a su manera, lo es.
1976. Argento tiene 36 años. Está confinado en la lujosa suite del Hotel Flora, próximo a estrenar Suspiria, su película más renombrada; tiene todo, dice, y no tiene nada. Está depresivo, alejado de las hijas; no es el tipo de aislamiento productivo, el que suele necesitar para idear y escribir sus guiones, no; aislado, entonces, y con intenciones de tirarse por el balcón. La soledad, escribió Saccomanno, no viene sola. "¿Cómo fue posible llegar hasta este punto?", se pregunta. La respuesta, evidentemente, exige la lectura de su vasto Miedo [Paura, en italiano].
Ilustración de Tikso
Argento experimenta en carne propia la diferencia desde los años de primaria. Se siente un pajarraco flacucho, se encorva, jorobado, como si quisiera encerrarse en sí mismo, afirma; se siente, también, más adulto que el resto de los compañeros. Antes de cumplir diez años tiene su primer encuentro con el cine de terror: El fantasma de la Ópera, en la versión de Arthur Lubin, no sólo es para él una historia de hastío mental, monstruosidad humana y atmósfera sombría; es la puerta a una dimensión en la que su "ajenidad" es condición necesaria para permanecer. A los trece años, una fiebre reumática lo obliga a reposar varios meses. Es la época en la que descubre los Cuentos de lo grotesco y lo Arabesco, de E. A. Poe, y el culto al horror y al misterio empiezan a formarse. El entusiasmo por esta clase de ficción, tanto cinematográfica como literaria, le confiere una fuerza desconocida, despierta un costado insospechado de su personalidad, lo encauza en una sociabilidad distinta. "Apenas entraba en un cine perdía toda la timidez y me convertía en un descarado. Mi pasión por las películas era agresiva, totalizante, también en la escuela, comencé a organizar debates, nos confrontábamos y yo me transformaba en otra persona".
Vienen luego su estadía adolescente en París, su ingreso, de vuelta en Italia, en el periódico Paese Sera, en el que se gesta y consolida su formación de crítico cinematográfico y cultural. Llegará a entrevistar, entre otros genios, a Fritz Lanz y conseguirá, gracias a su osadía, un reportaje antológico con John Houston. Su fervor por las historias lo lleva a escribir ideas, bocetos de guiones. El día en que Sergio Leone lo convoca a su casa, sostiene, es el día en que su vida cambia irremediablemente. El director le pide co-escribir la trama de Érase una vez en el oeste. Luego del encargo, no habrá vuelta atrás: narrar historias en el cine será lo suyo. Poco tiempo después, ve la luz el proyecto El pájaro de las plumas de cristal (1970), su primera película (y la primera de su trilogía de los animales, junto a El gato de las nueve colas, 1971, y Cuatro moscas sobre el terciopelo azul, 1971). En El pájaro... un escritor norteamericano presencia el asalto a una mujer: un asesino enfundado en negro la arrincona en una galería vidriada y le tajea el vientre. Obsesionado con la búsqueda del criminal, posterga su regreso a Estados Unidos. El clima onírico, el tema del foráneo o extranjero, el voyeurismo (los célebres planos subjetivos de Argento), el asesinato, la apariencia/realidad son elementos y temáticas del film que se confirmarán luego como aspectos específicos de su poética.
La edición de Letra Sudaca, que publica por primera vez la autobiografía en el mundo hispanoparlante con una amena y voseada traducción de Lorena Manzo, cierra con un epílogo-entrevista de Lucio Ferrante al director. Allí Argento ratifica que trabajar con los materiales con los que trabaja implica dialogar con la propia oscuridad, con "la mitad oscura", en términos de Stephen King. De más está decir que Paura es un recorrido por las obsesiones que diagramaron tanto la identidad pero sobre todo el cine de Argento. Al cobrar un espesor cada vez más onírico y pesadillesco, su obra excede los límites del giallo, para convertirse en el elaborado y simbolizado escenario de su inconsciente. Fellini sostuvo que 8 y ½ era una "desalineada sesión psicoanalítica". A su manera, Argento se inscribe en esa misma tradición y, desinteresado por las insustanciales crónicas policiales que sus excompañeros del periódico registran diariamente, se propone embellecer hasta la minucia los monstruos que lo habitan. En un momento de la entrevista le confiesa a Ferrante: "Yo soy el medio a través del cual las peores pesadillas se pueden encarnar, ellas lo saben, y por lo tanto se aprovechan". Nosotros también.
10 de marzo, 2021
Paura
Darío Argento
Traducción de Lorena Manzo; epílogo de Lucio Ferrante
Letra Sudaca, 2020
384 págs.