En los cuarenta y nueve poemas que componen Peligra lo desea, una voz, sin llegar al grito, busca imponerse, quiere ser escuchada. No pide ni espera que la música se calme, ni que el murmullo se atenúe. Esta voz se siente cómoda en esa algarabía, parece nacer de ella, es el elemento que necesita para que su estridencia sea natural y no un desborde sin sentido. En el posfacio, Guillermo Saavedra lo describe de esta manera: "Ya se dijo: Makrucz no es un coreógrafo de libélulas, ni un lírico intimista. Más bien parece un taxidermista, un disecador de atrocidades que prefiere apelar a los trazos gruesos y las escenas grotescas, a la poesía narrativa o descriptiva, a la viñeta feroz…"
La ópera prima de Gustavo Makrucz ejerce una fricción constante. Se propone como una escritura conurbana, barroca, barrosa. Lo conceptual fricciona en el uso, cierta picaresca sucia se ríe del abuso del registro. El tono burlón honra al deshonrar, se hace ácido porque es consciente del recorrido que elige, sabe que no es ni el único modo ni la única forma de la crítica. Escritura que no le teme al riesgo del derrape y que por momentos lo festeja. Hay un culto del exceso, en la adjetivación, en la asociación: "Acceso y exceso se fueron al río: / obvio que exceso se ahogó. / ¿Quién quedó?", en el poema “La prisa se fue de risa”.
Pero junto a este culto del exceso, el apego a la mesura en la sintaxis. Este es otro de los espacios en los que la fricción se genera. La sintaxis, más bien calma, hace de sustento a la combustión entre lo esperado y el sentido. Y esta combustión que se descubre en los primeros poemas empieza a operar de otra manera en lo sucesivo. Reconocimos el procedimiento y ahora como lectores nos acomodamos para ver qué sucede con esta nueva expectación, ¿cuál será la próxima fricción? Nos aprestamos a un derrotero inestable sabiendo que la burla y el ingenio están presentes.
Pero, ¿a quién se dirige esta burla, cuál es el objetivo de esta bufonería ácida, consciente y plebeya? ¿Hay algo de carnaval? Sí, pero no el carnaval del espectáculo, sino aquel del loco que mientras baila y se divierte en la calle cuestiona el estado de cosas. Sabe de un conjunto de relaciones y las nombra fiel a una estética hortera con la intención de raer con un instrumento que busca desgastar por su peso, en este caso bajo la expresión de un texto cargado: “Desliga ahora la sortija aviesa / con las manos busconas / y traedoras de voces / y de migas, agujas y flecos / con los que practican vudú” (leemos en “El Chucho”). Fricción que irrite y no el uso del filo.
También está presente una retórica de la postergación como antítesis de la productividad y de lo pulcro. La creación de una atmósfera en la que si se entra no es posible no salir manchado; en esta atmósfera es imposible no aplazar como gesto opuesto al cumplimiento, el famoso laburás, te cansas, ¿qué ganas?; atmósfera que en Mañana Limpio está sobreexpuesta: “Hasta hay agua en la luna / pero el pillaje decide / sobre la tierra. / Entonces, / mañana trabajo, / mañana limpio".
Además, esta escritura da cuenta de un reflejo letrado y se ríe: "El eslogan envasado / de siempre. / Pero no nos adoramos / dos veces en el mismo espejo" (del poema Un océano de gracia). Y esa risa es irónica porque lo que devuelve el espejo no es lo deseado sino lo que se cuestiona. Incluso lo propio, este yo poético también se ríe de sí mismo. No queda exento de este áspero conjunto de miradas que producen los poemas. Como por ejemplo en “Siempre lo mismo”: “Localidades agotadas, / último orejón del barro, / cantinela sellada: / eso que nadie quería / a la final soy”.
“A la final” el paisaje de este poemario puede pensarse como un collage; collage al que si le tenemos que hallar una ubicación geográfica no erraríamos al asociarlo al conurbano bonaerense, un paisaje donde lo surrealista, lo onírico y el hiperrealismo conviven. Incluso, en algunos de sus detalles, podemos ver que lo abstracto se hace presente en algunas manchas o chorreados. Es cuestión de imaginar un recorte posible.
17 de abril, 2024
Peligra lo desea
Gustavo Makrucz
El jardín de las delicias, 2024
92 págs.
Crédito de fotografía: Verónica Bellomo.