Al igual que en la fotografía la elección de lo mostrable oculta tras su paso el campo del cual fue sustraído, operando una sinéqdoque en la que la parte por el todo se traduce en el suceso icónico que funciona como una prueba de vida. Aquello que pasó y ya no está pero fue. Así el recuerdo implica, por necesidad, un olvido. Y es en esta dinámica hiperbolizada en la que se mueve Picnolepsia de Arturo Carrera.
Un diario de viaje, un largo poema que en sus inicios ya deviene despedida como preámbulo de aquello que es preciso fijar para que no se borre, como el recuerdo de un amigo que ya no está y merece un homenaje... un último aliento. Es por ello que Picnolepsia advierte “In memoriam Sergio Chejfec” porque aunque el texto fue “compuesto en el año 2011 en el marco de una residencia de escritores en el Hotel Llao-Llao” –según nos advierte su editor a modo de epílogo–; el libro fue publicado en 2023. Y la fotografía que funciona como epígrafe fue tomada por Schejfec durante ese viaje. En ella, un hombre de espaldas (Arturo Carrera) en un paisaje patagónico dejando a su paso, impresas, huellas. Blancos y negros con el simbolismo que implica para un escritor la marca de su trayectoria y, al mismo tiempo, el retrato del distanciamiento entre el ojo que capta el momento en el que el cuerpo se va.
En Estética de la desaparición, Paul Virilio retoma el término “picnolepsia” que refiere a una crisis de ausencia; supone la pérdida de consciencia del sujeto, una interrupción que acontece sin ser advertida. El yo del sujeto que regula la noción de la dimensión temporal se empaña; el vínculo con el ahora se licúa de modo instantáneo cortando la cadena presencial, generando un flash de huida.
Dice Virilio que dicho concepto proviene del pycnos" griego cuyo significado es “frecuente” puesto que el suceso ocurre varias veces al día pero pasa totalmente desapercibido para el sujeto picnoléptico que debe “transgredir sin cesar los límites de su memoria para buscar la información” de la cual no hubo registro. Así, el intento de ensamblar secuencias implica una incorporación del fuera de campo en la búsqueda de coherencia, “(...) de adaptar los contornos para hacer coincidir lo visto y lo que no pudo ser visto, aquello que se recuerda y lo que, desde luego, es imposible recordar y hay que inventar (...) para otorgarle verosimilitud al discursus”. En este punto el libro de Carrera es el relato de un desplazamiento que comienza, como todos, con la partida, con la transportación, con el ómnibus abordado para iniciar la aventura que todo viaje entraña y la confirmación de ”(...) toda aventura es, aún en sordina,/ la inquietud espiritual misma, que comprende fugas,/ traiciones accidentales”; asimilando el viaje con este petit mal* de la consciencia y su intento de recuperación.
Imágenes flotantes, resplandores, de un sueño elaborado a través de secuencias que se escapan; puntos de fuga de la consciencia cual retazos de una marcha somnolienta que se construye narrativamente como poema con sus fulgores y su contacto con la vida cotidiana, “con la monotonía de la vida cotidiana, aburrida y normal, y el mundo como/ no lo conocimos todavía...”. Donde entremezcla lo etéreo, la delicadeza y economía del lenguaje que utiliza para crear metáforas potentes, exclusivas, distinguidas y la invasión de significantes que recubren la fluidez metonímica como los lagos patagónicos de los paisajes que describe mientras recupera, transforma y traduce lo que recuerda tal como fue para la contemplación poética y su disfraz. “Lo que contemplo tiene otro nombre. No lo sabe./ Un nombre que le falta, que le falla,/ que no obtendrá”, dice Carrera.
Y esa sutileza convive con el sándwich de milanesa en una bolsa ziploc cuya morfología se asemeja a la de unas alpargatas. Entonces: la disrupción, así como la picnolepsia “Una levísima/epilepsis que hace que uno se deslice por los intersticios del/ espacio-tiempo. Pliegues abstractos en los que suelen entramparse/ fácilmente los niños”. Niños tan recurrentes y añorados en la obra de Carrera, motivos y tópico, disparadores de hechizos, sujetos que en su estado de miniaturización permiten condensar la traducción entre mundos, al igual que Alicia. Y ahí el juguete con su intocable resplandor sumado a la estructura que permite que esté y no esté, lo impersonal que se diluye según Lévinas y hace a la presencia de un “hay”, la angustia de la cosa que se escapa y se esconde detrás de los objetos del mundo.
3 de enero, 2024
Picnolepsia
Arturo Carrera
N Direcciones,2023
Sin numeración de páginas