Sin contar la reunida en 2000, en vida del autor, esta es la tercera edición de la poesía “completa” de Giannuzzi publicada en los últimos quince años. La insistencia por ofrecer un corpus definitivo exhibe con mayor nitidez la capacidad de esta obra para mostrarse intocada por las categorías con las que ha sido leída, ya sea en relación a la generación del '40, ya al objetivismo o al problema del realismo, ya inclusive a las autorreflexiones mismas de Giannuzzi, como esos dos versos tan citados “Poesía/ es lo que se está viendo”, perfectos para obviar la complejidad de una poética en la que, en principio, cualquier imagen del mundo es inseparable de una metódica lingüística y mental. Tal vez todas estas ediciones de conjunto estén destinadas a renovar las oportunidades para distinguir cómo, al menos desde Las condiciones de la época (1967), cuando parece haber detectado el tono y la duración del poema, Giannuzzi ha estado escribiendo siempre el mismo. A su poética hay que buscarla fuera de las explícitas, como en “El carnicero”: “Porque adora su oficio, el cuchillo/ es un arma de precisión y conocimiento./ Su problema artístico es la repetición/ pero tiene derecho/ a una noción personal de belleza”.
Ese sistema personal, armado desde una disposición reflexiva y un léxico hábil para combinar lo abstracto y lo concreto, como en el sintagma “tajo intelectual”, está dedicado a escribir una y otra vez, a través de cinco décadas, la palabra “época”, la cual alude en primer lugar a un siglo XX caracterizado desde la sinonimia de las catástrofes. La perspectiva decadentista es la de un sujeto moderno, dotado de una razón especulativa que, ante la realidad, sospecha que la idea de haber entronizado esa razón por sobre otras facultades quizá no haya sido la mejor de todas. Ejercitada por siglos para detectar un orden, encuentra caos; destinada a la comprensión, ya no comprende. El dispositivo mental muestra una y otra vez su desajuste con la experiencia, y de ahí la tendencia prosaica de sus versos, ajena a cualquier noción de eufonía. Ante la decepción sistemática, el sujeto va en busca, ya desde el primer verso de su primer libro, de aquello que restituya la vida sin el peso de la conciencia: unas uvas rosadas, una mosca que deja un puntito en el plato de loza, una dalia inclinándose ante su ventana, aquel mismo plato de loza o una taza de café.
Pero el registro particular de su lengua indica que este no es un drama existencial más. Cuando la época es concebida más específicamente, por ejemplo en relación a la coyuntura argentina que se abre con el peronismo proscripto y tiene un clímax en los '60-'70 (años en los que en efecto se termina de diseñar el arquetipo de poema de Giannuzzi), el drama adquiere resonancias locales. Es el drama de quien, ante la movilización colectiva, decide contemplarla del otro lado de la ventana. Estremece ese título “Ahora salgo” en el que se puede oír, todavía hoy: “Espérenme sentados”. ¿No está esa conducta inscripta en su negativa a incorporar el voseo? Pero la decisión de escamotear el cuerpo a la historia no es indemne, porque la tensión que le genera al sujeto evitar la presión de la época se vuelve patología, manifiesta en “las decepciones periódicas del hígado” o “un toque de frío en la coronaria”. Es más, sus propias figuraciones de la época (disparos incesantes en la noche, pasos apresurados por un pasillo, pero también aullidos constantes de neumáticos, un suicida bajo un nylon, la policía en la puerta) se trasladan a su pensamiento, como si el aislamiento pretendido no fuera al fin posible y la violencia cotidiana terminara modelando el funcionamiento de su cerebro: “Largamente he observado mi cuerpo desnudo/ tan especulativo debajo de su cáscara peluda/ que pareció cruzado de ráfagas mentales”.
El carácter sistemático y minucioso con el que este drama se presenta hace de la obra de Giannuzzi un documento sociológico, histórico, lingüístico, o sea poético, único. No solo porque extiende la persistencia de aquella coyuntura (los tiros no dejan de sonar ni de pasar cerca en sus últimos libros) sino porque logra ofrecer una imagen de la época muy distante de su identificación clásica con la multitud y la militancia. Y esa imagen, descreída del conocimiento definitivo que puede tener una manifestación en la calle, no procede de un cualquiera (en caso de que eso existiese); procede de un sujeto con un oído en la historia (Sarmiento, algún caudillo federal, Almafuerte o, bueno, ese Alberdi que “instala la patria en el cerebro”) y en la vida popular argentina (ahí está la tumba del payador suburbano Vázquez en el cementerio de Lomas).
Hay que revisar entonces la topografía de su poética, que separa el adentro (la cocina, el dormitorio, el jardín) del afuera sin lograrlo nunca del todo, pero también rastrear la reiteración del adjetivo “impolítico” y, más aún, examinar su puesta en valor no solo de la tensión de su drama sino de la estrategia mayor para sobrevivirlo: el reconocimiento de la potencia transformadora de lo mínimo (“resolvió que el cambio acontecía en las pequeñas mutaciones”); es decir, la indagación emocionante de las dalias o de una cucaracha “continua”, el tratado musical que escribe desde la escucha contrariada de Haendel, Mozart o Beethoven, la multiplicidad de acontecimientos que traman el afecto familiar, la obstinación ¿ahistórica? del deseo en el cuerpo y, en definitiva, su propio acto mínimo y perseverante: el de haberse dedicado a configurar, a través de esos años precipitados, un lenguaje y un ritmo nuevo y tan poco precipitado para la poesía. Es curioso, o turbador, que esa dicción, tramada por una distancia con lo social y por una interrogación de la vida individual, haya sido y siga siendo el sustrato ya natural de buena parte de la poesía argentina escrita desde la recuperación democrática.
Por más que los poemas no lo necesiten, sería útil añadir –ya que estamos– otra entre comillas completa más de Giannuzzi que incluya uno o dos estudios introductorios, proponga una narrativa biográfica, muestre portadas originales (la de Las condiciones de la época es ejemplar), ofrezca notas sobre correcciones o variantes, reponga con detalle su repertorio bibliográfico, etc.
3 de julio, 2024
Poesía completa (1958-2008)
Joaquín O. Giannuzzi
Prólogo de Fabián Casas
Fondo de Cultura Económica, 2024
561 págs.