Existen textos a los que llamamos poemas. Su lectura se distingue de otras. Es difícil. Las tres presunciones que se afirman en la pregunta del título abrevan en cierta idea común sobre lo poético que Mario Montalbetti retoma, sacude, da vuelta, pone patas arriba con la rigurosidad del saber que ya le conocemos y con la generosidad del maestro que no le teme a las analogías cotidianas, ni a los esquemas, ni a las repeticiones cuando se trata de mostrar el truco, para decirlo con una palabra que repiquetea en todo el libro. ¿Por qué es tan difícil leer un poema? se desprende del seminario dictado por el poeta en junio de 2025 en el MALBA. Este origen impregna el tono de las poco más de sesenta páginas, en reflexiones que vuelven a aquellos problemas y aspectos –la materia sonora y rítmica, los sentidos, las metáforas y los encabalgamientos, entre otros– que interesan a cualquier lector de poesía mediante una escritura que aunque no se deje saturar de referencias académicas tampoco renuncia al envío de lecturas especializadas. Así, gravitan nombres de teóricos y poetas que invitan al lector o participante del seminario a seguir las pistas y a volver por ese camino, entre ellos: Agamben, Aristóteles, Deleuze, Eliot, Èluard, Foucault, Lacan, Stein, Stevens, Vallejo, Quignard.
Como quien no desea avanzar solo, Montalbetti inicia con una serie de deslindamientos para darle claridad a un “grupo de ideas” que si bien tiene una dirección no podría ser tomado como una teoría. Distingue, entonces, lo que entiende por lectura –leer en (un poema)–, por poema –un dispositivo lingüístico en donde se escribe lo que no se puede decir, mas sí leer–, las diferencias entre lenguaje/lengua/lalengua y significado/sentido. Estas advertencias junto con unos versos de Michel Deguy –“Lo que no se puede decir.../ debe escribirse”– preparan el despliegue de la dificultad que supone leer un poema desde finales del siglo XIX. Porque si antes los poemas eran objetos cuyas formas preestablecidas compartían tanto lectores como poetas –el soneto, por ejemplo–, a partir de Mallarmé, por pensar un punto de origen, las reglas de construcción del poema no siempre son conocidas por el lector y ahí la dificultad. Para usar la comparación de Montalbetti al momento de pensar el verso libre: todos sabemos si un grupo de personas está o no jugando al fútbol –si lo hace bien ya depende de otros factores–, ahora si el defensor rechaza la pelota con la mano y no es penal: estoy ante otro juego o, agrego yo, ante un robo.
Esta y otras comparaciones hacen avanzar el pensamiento del pensar del poema sin temerle a las afirmaciones categóricas ni a las interpretaciones ingeniosas: Montalbetti arriesga. En la interpretación de “Los reyes rojos”, poema de José María Eguren, por caso, se permite borrar las –r– “Los (r)eyes (r)ojos”, lectura que, si bien puede ser discutible, como él indica, es difícil de olvidar.
La pregunta del título insiste y, para seguir rodeándola, Montalbetti pone a prueba ante nuestros ojos el planteamiento de Foucault, según el cual la clave de la literatura consistiría en pasar de un significado primario a uno secundario. Lo hace como un gran mago, sin adelantarse, mostrando cada posibilidad. Abre la mano derecha y propone la lectura del poema de Eguren, luego la izquierda con otras estrofas del siglo XVI y cuando pareciera que conocimos la concreción del planteamiento foucaultiano, el mago saca un conejo y afirma: parece no funcionar. Vemos, por tanto, la potencia de la prueba cuando reescribe la idea original de Foucault: “el movimiento de la metáfora, es decir, el transporte que nos lleva de un lugar a otro (aàb) es solo la mitad del proceso y debe completarse”. Es aquí que reside parte central del seminario: no se trata únicamente de explorar diversos sentidos posibles al leer un poema –la ida– sino de volver al poema sin haber fijado ninguno de ellos –la vuelta a lo que no es igual– y ahí se presenta el truco oculto del poema, este es, su pensar. Como en la escena de las bodas de Caná, explica, en la que Cristo convierte el agua en vino, “leer en” el poema implica volver al agua desvinificada. El desfase del agua que ya no es vino, pero tampoco es el agua del comienzo, remite a una cadena de otros desfases entre las palabras y las cosas, el significante y el significado, el verso y la prosa.
Al final, siguiendo su propuesta de ir y venir, el poeta vuelve sobre las preguntas y los versos iniciales que pusieron en movimiento sus ideas sobre el poema. Leer en” el poema es un encuentro, dirá, entre nuestro cuerpo y el cuerpo del poema, similar al de aquel nadador que aprendió a meterse al mar: sin chocar de frente las olas, entrando de costado, zambulléndose, dejándose llevar aunque esto no evite que en algún momento nadadores y lectores terminemos revolcados y llenos de arena en la orilla. Será cuestión de volver a entrar en, de enfrentar a, de no detener el movimiento.
26 de noviembre, 2025

¿Por qué es tan difícil leer un poema?
Mario Montalbetti
Malba, 2025
72 págs.