Leer sobre músicos y su arte es una actividad que permite liberar al oído, parcialmente, de una escucha ingenua de su música. Una forma –parcial– de nutrir el tránsito por la fenomenología de la escucha (por ese embelesamiento que atraviesa al oyente gracias a una intransferible concatenación de estímulos auditivos) puede obtenerse con el consumo de textos musicales que interpelen al oyente convirtiéndolo, ahora, en lector. Un oyente que, transido de lecturas, es capaz de escuchar de otra manera.
Por qué escuchamos a Louis Armstrong, el último ensayo de Sergio Pujol, comprende al genio del jazz desde diversas perspectivas. Personales, sociales, culturales, históricas, económicas, políticas... De este modo, lejos de una encerrona estrictamente musical, el autor estudia a su objeto con la complejidad que amerita semejante ícono.
La prosa de Pujol emana una pasión difícil de sortear. Es, de hecho, la condición determinante con la que se refiere a la obra y a la vida de –llamémoslo por su ápodo– Satchmo. La figura –hablamos, ahora, de la del autor– no se intimida, no esconde, no se avergüenza. Por el contrario, interviene constantemente con recuerdos e impresiones, sumando así una dimensión que matiza cierta objetividad cara a la perspectiva histórica y al análisis crítico. El libro oscila entre diversos polos: el biográfico, el análisis estilístico, las reflexiones críticas y subjetivas; todos, de cualquier manera, tienen por objetivo un propósito esencial: “entusiasmar al lector devenido en potencial oyente”.
Pujol aguza el oído en la importancia del estilo que Armstrong definió, consolidó y difundió, y de su consecuente influencia en el curso del jazz en particular y de la historia de la música universal. Coloca a la utilización de la síncopa como una llave que abrió caminos de innovación sumamente valiosos, que se cristalizaron en diversos estilos o formas de hacer música. Pujol lo sintetiza bien: “Con Armstrong, la síncopa devino la argamasa de un nuevo mundo sonoro”. Y algo más de esa pericia condensadora de sentidos nos puede servir para ubicar el rol que ocupó el músico en su tiempo: “Resumiendo, digamos que él fue un adelantado en la modernidad y más tarde un adelantado en la restauración”. Resulta tentador pensar en el mismo Satchmo como la personificación de la síncopa, adelantándose y atrasándose (cuando lo consideró necesario), dándole así al cauce de la evolución musical universal el espacio, el aire necesario para que rítmicamente se desmarque, con sutileza, y adquiera esa organicidad groovera tan difícil de describir y tan fácil de experimentar al oírla.
Otra área del polifacético Armstrong, sobre la que Pujol se explaya de manera fascinante, es su rol en el mundo del cine. Con la llegada del cine sonoro, el trabajo que este eximio artista desempeñó como actor no fue un mero coqueteo con el rubro, sino que supo tener una participación significativa. Incursionó en unos treinta largometrajes y en varios cortos. Las cintas no estuvieron exentas de estereotipos raciales degradantes sobre los que el autor realiza pertinentes reflexiones críticas, observando resabios del minstrel show en el tipo de papeles asignados a Satchmo y desvelando el imaginario social basado en prejuicios de índole racial. Estados Unidos, escribe Pujol “se funda en un acto de salvataje de la raza blanca amenazada por la negra”.
Con pasión, entonces, pero con una pasión crítica, atenta al detalle y a las multicausalidades de los fenómenos, Pujol analiza desde el racismo de la época (que alcanza, incluso, el origen del apodo mismo de Armstrong), a los intereses imperialistas de los patrocinadores detrás de su mayor gira internacional. Fenómenos que lee como contexto inevitable para la conformación de una obra única. El mayor logro de Pujol subyace aquí, en el equilibro entre el complejo análisis de las condiciones sociohistóricas y su vínculo (ineludible, inevitable) con las entrañas musicales de un genio sin parangón.
25 de octubre, 2023
Por qué escuchamos a Louis Armstrong
Sergio Pujol
Gourmet musical, 2023
112 págs.