Tal como lo hiciera con su biografía sobre Osvaldo Lamborghini, Ricardo Strafacce (Bs. As., 1958) exhibe en Presentación de Rodolfo Fogwill, su último libro, una exhaustividad tal en la investigación, disposición y exposición del material sobre la obra del autor de Vivir afuera que sus afirmaciones e hipótesis guardan para sí –y, sobre todo, para cualquier lector– un efecto de irrefutabilidad prácticamente indiscutibles. Como un sabueso insaciable, obsesionado con la requisa de cualquier indicio, Strafacce exhuma cada palabra, frase, párrafo y texto; cada signo mínimo de los cuentos y novelas de Fogwill (porque su recorte excluye obra poética) de la misma forma en que un niño examina y manosea, una y otra vez, su juguete predilecto.
El rastreo de nuestro crítico, si bien se pretende exhaustivo, dista de cualquier deseo de objetividad (otro de los gustos de Strafacce consiste en apuntalar estocadas, ora leves, ora ponzoñosas, sobre determinados autores y estéticas; sobre políticas -de Estado y editoriales- y políticos -de carne y hueso). En materia literaria, Pacho O'Donnell, Isidoro Blaisten, Bioy Casares y, en cierta medida, Ricardo Piglia, son algunos de los heridos. Más allá de la apabullante información, de la revisitación de libros, ponencias, notas periodísticas, cartas, Strafacce propone un recorrido cronológico que se inaugura –cuándo no si hablamos del autor de En otro orden de cosas– con una polémica.
Presentación... se inicia con el conflicto alrededor del concurso que Coca Cola organizara en 1980 y con el que Fogwill se alza con el primer puesto en la categoría de cuento por su inédito Mis muertos punk. Sumado al premio económico, el galardón implicaba también la publicación del volumen en la por entonces más importante y prestigiosa editorial del país: Sudamericana. Disconforme por asuntos varios, el autor aprovechó la ocasión para trenzarse en una pulseada con la compañía y terminar por editar el libro en su pequeño sello, “Tierra baldía”.
El crítico se detiene, a continuación, en el puñado de relatos –éditos e inéditos– que conformaron lo que llama los “años de aprendizaje” del autor (cuentos que vieron la luz pública en Memoria romana, publicado póstumamente en 2018 por Blatt & Ríos). Sin tapujos, pruritos ni concesiones de ninguna clase, Strafacce resume y analiza los cuentos del joven autor (de Fogwill, podría decirse, antes de ser Fogwill) y detecta dos tradiciones evidentes en las que abrevan, para bien y para mal, estos relatos primerizos. La primera –para mal– cortazariana; la segunda –para bien–, borgeana. La hipótesis que postula Strafacce podría sintetizarse de la siguiente manera: Fogwill era para 1977 –había escrito ya “La chica de tul de la mesa de enfrente”, “Memoria de paso” y “Muchacha punk”– un escritor de peso propio. En “La chica de tul...”, sostiene Strafacce, se percibía el característico “ambiente” Fogwill: “Alguien que tiene un poco más de dinero y un poco más de cultura que la mayoría de sus congéneres (viaja en avión y lee el libro inédito de un amigo escritor) hace tiempo hasta que salga su vuelo, momentáneamente demorado en Londres”. Faltan, podríamos agregar, las drogas, el sexo y el cálculo.
Beneficiosa, perniciosa, neutral, como fuere, la figura de Borges se proyecta sobre esta monografía de la misma manera –ubicua– en que se proyectó sobre la generación precedente a Fogwill, sobre la suya y, claro, sobre él mismo. Seis capítulos lo tienen de pivote y, dos de ellos, se subtitulan significativamente: “Sobre lo que Borges dijo o no dijo de Fogwill”. Respecto del lisérgico y pornográfico “Help a él”, reescritura anagramática del mítico “El Aleph”, incluido en Pájaros de la cabeza (1985), Strafacce consiente en que el cuento, entre otros bemoles, extiende al resto de los sentidos lo que la experiencia epifánica y plural del Aleph restringía a la vista. Así las cosas, el aura borgeana –quiérase o no– gravita con fuerza en la obra de Fogwill –y en parte de la monografía de Strafacce– al punto tal que no poca tinta gasta el crítico en el supuesto ¿elogio? ¿vituperio irónico? que, con cierta verosimilitud, Borges le habría dedicado al autor de Música japonesa: “Es el hombre que más sabe de automóviles y cigarrillos”.
Y Strafacce avanza, con morosa voluptuosidad textual, pero avanza, y su minucioso derrotero intenta no dejar flanco por recorrer. Le dedica, así, largas hojas a la fallida Un guion para Artkino (escrita a fines del setenta pero publicada 2008); no ahorra elogios para La buena nueva de los Libros del Caminante (1990); y considera a la voluminosa Vivir afuera (1998) “la última novela mala”, esencialmente, por subordinarse a los designios y criterios comerciales, de la misma manera en que sembraba, aquí, allá, pistas obvias para que recogieran los críticos y académicos. Fogwill escribió la contratapa de la novela, sostiene Strafacce, adentro, porque en el interior del texto “se reconocían los mismos temas, las mismas jergas, los mismos lugares comunes, las mismas frases hechas que se agitan como locas y locos en las contratapas, en las fajas, en las sobrecubiertas, en las reseñas pagas de los suplementos especializados”. Pero si esto es así –y si el autor subordinó el criterio artístico al económico y académico– poco importa, puesto que arribaron casi de inmediato las novelas del “ciclo brillante”: En otro orden de cosas (2001), La experiencia sensible (2001) y Urbana (2003).
Una monografía de esta naturaleza, de elaboración y cuidado obsesivos, de rigurosísimo regodeo en minucias informativas (desde copiar –sólo para corregir– erratas insignificantes en los textos fuente hasta glosar, innecesariamente, narraciones que no vienen a cuento); una monografía de esta índole, decíamos, no sólo tiene el valor de exhibir, en tiempos de posteos generales y de pobres (y acotados) caracteres, un estudio que, por su extensión, desarrollo y tratamiento, resulta inaudito en un presente cautivado por algoritmos. Lejos, a la vez, de la acartonada escritura académica, Strafacce se apropia de conceptos sólo cuando le place y, sobre todo, no se apresura, como no se apresura el que tiene ante sí, a centímetros, a segundos, el acceso al objeto de su deseo. Strafacce conjetura, hipotetiza, expone, infiere, deduce, interpreta, glosa, resume, cita, parafrasea, y escribe. Escribe por su cuenta, sobre Fogwill, porque eso es, básicamente, lo quiere hacer.
A propósito, una hipótesis, harto incomprobable, de más está decir, podría esbozarse en función del obsesivo compromiso que requiere una empresa como la Presentación.... Detrás de un trabajo de esta índole, de agudísima dedicación, tal vez se perfile otro escritor (Strafacce, claro, que de hecho es novelista, poeta y dramaturgo); un escritor en el sentido cabal, un hombre que pareciera escudriñar en la escritura (y en la lectura, es decir, en la literatura) lo que en la experiencia no hace más que desplazarse: las amarras del sentido. Un hombre de otra época, en efecto, que encuentra en las letras lo que, se supone, ya no tienen para ofrecer.
5 de junio, 2024
Presentación de Rodolfo Fogwill
Ricardo Strafacce
Blatt & Ríos, 2024
536 págs.