La reciente publicación de Primeros escritos de Jacques Lacan, conjunto de textos establecidos por Jacques-Alain Miller y que comprende un arco temporal que va de 1932 a 1936, no deja de insinuar la cuestión del primer lector. Una escritura inédita entra a la escena del mundo de una forma ilegible. No se la podrá leer desde las formas habituales, se precisa inventar una nueva manera de leer. El primer lector es una consecuencia lógica, una creación propia de la escritura. Sin referente inmediato, puede ser el propio autor tal como fue señalado por Stéphane Mallarmé. Vale decir que la escritura es un acontecimiento que modifica al autor de la misma. Más cercano, en nuestra tradición, contamos con la estrategia de Macedonio Fernández, que aprovecha la situación paradojal del primero (“¿Quién es el primer diplomador sin diploma?”) para convocar a otro, el que vendrá podrá también tener la suerte de convertirse en el primero lector de “un cierto escritor”. Miller, en su prólogo que llama “Advertencia”, subraya la lectura que invita a un efecto a posteriori; vale decir, que el mensaje cifrado en la botella que se arroja al mar, su suerte, no dependerá más que de la acción del lector. Mensaje que no es otro que un diálogo inconcluso con un futuro interlocutor, nosotros, por ejemplo.
Encontramos en Primeros escritos a un Lacan que escribe en primer término desde la psiquiatría, y luego atravesado por la experiencia del propio análisis. El autor es efecto de “su creación estilizada”, para decirlo con sus propias palabras, es su clave: impactado por el detalle, por la singularidad del caso, su trazo se descuenta de las generalidades de una lengua preformada, la psiquiatría de entonces. Consideremos algunos detalles. En el caso presentado en “Abasia en una mujer con trauma de guerra”, Lacan repara en la “complacencia” con la que esta mujer camina. Describe su posición extraordinariamente contorsionada, un andar extravagante que no encaja con el caso típico, una simulación que invoca una cierta mirada.
Este aspecto no es meramente descriptivo, el clínico de entonces se instituye en receptor de la palabra del paciente. De esta forma se abrirá la perspectiva del proceder del analista futuro, donde el caso es un acontecer, es lo que cae de una generalización. Así, el caso se establece en un ejemplar de extensión única. Se trata de la definición en intensión/extensión, aquí la extensión única implica la correspondencia empírica de un ejemplar con un nombre definido en la intensión. Nominación que no está previamente estipulada, el caso no ilustra un aspecto de la teoría. El detalle entonces: la extravagancia del andar “girada” no se observa cuando la paciente, en un descuido, creía estar a solas, es sorprendida con un andar absolutamente normal
Cuando en “Estructura de las psicosis paranoicas” Lacan se refiere a la formalización del “Delirio erotomaníaco” llevada a cabo por su maestro en psiquiatría G. G. de Clérambault, introduce su propio condimento. No podemos dejar de evocar aquí a nuestro Pierre Menard, el hacedor de El Quijote. De esta manera, Lacan no escatima su autoría, por el contrario, destaca, por ejemplo, el ardid del sujeto para mantener imperturbable la ficción de su “postulado” (la paciente tiene la certeza de que es amada, la iniciativa proviene siempre del objeto devenido Otro), contra las evidencias de la ya descripta “conducta paradójica del objeto”.
Otro aspecto a subrayar es la importancia que Lacan asigna a los escritos de los pacientes (cartas, poemas, notas sueltas); documentos valiosos que suponen siempre un interlocutor. Mención aparte, por su riqueza y especificidad, merece “Escritos 'inspirados': Esquizografía”, texto que sería retomado 45 años después en el Seminario 23 cuando Lacan ubique esta cuestión respecto de James Joyce: “¿por qué les fueron inspirados sus escritos?” es la pregunta que anuda dos tiempos y que comprende tanto la práctica analítica, es decir la estructura del síntoma en cuanto parasitismo del lenguaje, como el tema de la creación literaria.
Uno de los textos que se reeditan en esta ocasión es “El problema del estilo y la concepción psiquiátrica de las formas paranoicas de la experiencia”, publicado originalmente en el debut de la célebre revista Minotaure (París, mayo de 1933), órgano de base del movimiento surrealista desde el cual batallaban Breton, Dalí, Picasso, Duchamp, Éluard, Tzara y tantos artistas de vanguardia que marcaron el siglo pasado y este en el que estamos.
En este texto Lacan plantea el valor de acontecimiento que tiene una experiencia en particular, la del loco, la del paranoico específicamente, respecto a la creación de un mundo, de una “sintaxis original”, que puede contribuir al estudio de los valores simbólicos del arte y especialmente del estilo. Recuerda el autor de esta recopilación en su nota de “Advertencia” que en este escrito sobre el estilo, el hacedor de la pluma ya se encuentra inmerso en la experiencia analítica, comenzada un año antes. La transferencia implica la intromisión de un tiempo respecto del saber, dirá Lacan años después en sus Escritos. Podemos aventurar, entonces, que el que escribe lo hace desde ese tiempo, un saber que se produce sin el metalenguaje de una disciplina establecida.
El estilo, una vez más, no es un a priori. El estilo se talla en una experiencia y permite objetar tanto el “realismo ingenuo del objeto” como las evidencias que pretenden estandarizar las acciones humanas. Lo sabemos, la acumulación incesante del sentido gozado podría reducir la creación de la palabra escrita a una cáscara disecada sin encarnadura. La transferencia puede ser fundante para tramar otras redes. La de los primeros lectores para estos Primeros escritos que están llegando.
30 de octubre, 2024
Primeros escritos
Jacques Lacan
Selección y prólogo de Jacques Alain Miller
Traducción de
Paidós, 2024
144 págs.