Quizás, sólo por una vez, apelando a cierta ingenuidad inveterada, contra la tentación especulativa y las evidencias de la bibliografía circundante, valga la pena pensar en lo que la obra de Stanislaw Lem dice y no tanto en lo que dice decir. El desafío se amplía cuando se afronta un libro como Provocación, última pieza del cuarteto que el escritor polaco tituló Biblioteca del Siglo XXI, una colección de paratextos sobre libros apócrifos que urge a invocar los nombres de Borges, Swift, Cervantes, Rabelais y otros titanes de la metaliteratura.
Urgencia natural, claro. Creador de sedimentos más que de obras independientes, apóstata tardío de un género que él mismo ayudó a calibrar en términos existenciales, el polaco nunca fue un artista de la inmediatez e incontables veces explicitó su fastidio ante el encajonamiento al que lo llevaron sus ficciones más conocidas. La indagación recurrente en sus novelas y relatos nunca compartió el entusiasmo que los inicios de la carrera espacial insuflaron en la Sci-Fi de su época. A pesar de lo antojadizo de algunas fechas ─y por más cortina de hierro que los separara─, si se recuerda que Solaris se publicó en 1961 y que la proclama de J. G. Ballard vio la luz en New Worlds en 1962, se puede ubicar a Lem como un exponente práctico del inner space que el inglés creía desatendido ante la obnubilación por el abordaje estelar. Lem, como Ballard, fue un humanista de otro linaje. Su preocupación por nuestra vastedad interior sólo encontró rival en la sospecha acerca de lo que el futuro haría con ella. Y si esa sospecha ─que no pesimismo, no del todo─ puso un río entre la ciencia ficción occidental y él, algo semejante puede decirse respecto de la distancia que lo desconecta del canon metaliterario. Al menos en los cuatro textos que integran Provocación, más allá del callejón sin salida que plantea alguna referencia enciclopédica y del viejo ardid de incrustar obras ficticias en los anaqueles del mundo sólido, la tipicidad lúdica del género aparece silenciada. Una de dos: o nos enfrentamos a una metaliteratura sin risa, lo cual sería toda una innovación formal, o la risa suena en otra parte y precisamente ahí está la gracia, la auténtica provocación.
El primer texto, un análisis de la obra del supuesto historiador Horst Aspernicus, al que en los hechos se cita poco y del que casi nada se termina sabiendo, como si se buscara evidenciar que se trata apenas de un envase para unas ideas no muy usuales, da cuenta del empate virtual entre la ensayística que Lem está parodiando y el producto paródico mismo. No hay frontera de diferenciación, ningún elemento mínimo que despegue a un texto de otro, y entonces la teoría de Aspernicus sobre el nazismo, ese "papado del genocidio" que supo vestirse de sistema para esconder su único propósito ─el goce de una crueldad sin ética ni proyecto─, termina leyéndose como si se estuviera frente a una paráfrasis documentada del pensamiento de Arendt, Foucault, Canetti o cualquier otro de los más avezados estudiosos del horror del siglo XX. Si hay ironía, está tan fuera del texto que es imposible incluirla en el acto de lectura, lo que desemboca en una evaluación sincera de variaciones realizadas a ideas más o menos célebres y ya no en un sondeo intertextual alrededor de la identidad difusa de quien las suscitó. Quizás, de nuevo, fue ese el fin último de Lem, el diseño de un simulacro a la segunda potencia que transportara sus impresiones acerca de un hecho histórico que siempre le fue caro: no se debe olvidar que su primera novela, El hospital de la transfiguración, víctima de la censura por años y de corte abismalmente distinto a las ficciones que vinieron después, versa sobre la ocupación de Polonia durante la Segunda Guerra Mundial.
En el comentario de One human minute hay, sí, por más que la prosa no acompañe el gesto y en cierta manera lo sabotee, un atisbo de humor. El libro reseñado compendia todos los actos realizados por los habitantes del planeta en el curso de un mismo minuto. En un adelanto analógico e inverosímil del big data, los autores ─apellidados Johnson y Johnson, de los que el parco reseñista desconoce "si son un matrimonio, si son hermanos o si sólo se trata de un pseudónimo"─ ordenan en tablas y gráficos el sinnúmero de noblezas, crímenes y miserias acometidas por el colectivo humano en esa medida de tiempo, con especial énfasis en las últimas dos acciones, señal patente de que el tema general de Provocación es la violencia.
El tercer texto, prefacio también desapegado de El mundo como Holocausto, libro todavía inexistente, abarca todo caso de energía destructora, desde la extinción de los dinosaurios hasta los conflictos armados, pasando por las hecatombes naturales y las purgas programáticas, para remarcar que la muerte motoriza la regeneración evolutiva, objeción inesperada a las reflexiones de Aspernicus y pase vehemente al cuarto texto, forjado a partir de fuentes anónimas debido a su riesgo medular, donde se recorre la historia armamentística del siglo XXI, ya concluido al momento de escritura del informe, hasta el diseño de una inteligencia artificial que repudió el modelo humano por dialéctico y poco fiable y optó por imitar la arquitectura mental de los insectos. Las avispas sobreviven porque se organizan a partir de una serie limitada de variables: alimentarse, reproducirse, cuidar a las crías, respetar su papel dentro de la colmena. Según el informe, esta desescalada de la presunción antropocéntrica trajo consigo una era de invasiones secretas y masacres conducidas por robots de bolsillo. Trajo consigo, traerá. Cuando se habla de Lem, ambos tiempos son válidos.
"La forma más segura de esconder una idea extraordinaria, una verdad sin fisura alguna, es publicarla como ciencia ficción", hace decir al escriba anónimo en este último texto. Y entonces sí, casi sobre el final, la ironía ingresa a toda marcha, aunque otra vez sin brotar desde adentro. Quién sabe la novela que Lem hubiera destilado a partir de la premisa de una guerra minúscula. Quizás entendió, a su modo siempre oblicuo, aunque nunca por completo, que se trataba de un argumento de escritor menor y que la ruleta que los hombres vienen jugándole desde hace décadas a su destino reclamaba otro tono, un decir necesario que se propusiera algo más que asombrar. Y definitivamente mucho más que entretener.
30 de junio, 2021
Provocación. Biblioteca del siglo XXI
Stanislaw Lem
Traducción de Abel Murcia y Katarzyna Moloniewicz
Impedimenta, 2020
192 págs.