¿Qué hay en escribir? ¿Qué hay en ese territorio? Una pregunta tan retórica como necesaria, incluso cuando se sabe de antemano que no tiene respuesta. Que no se pueda responder no es un impedimento, todo lo contrario, incita a caminar alrededor del hueco, a remarcarlo, a trabajar el borde; como escribir un poema: se hace a sabiendas de que no hay punto de llegada, se conserva una fe inútil pero deseante. La primera clave de este libro de ensayos de Mattoni está en el título, donde hay una variación de la pregunta clásica que permite empezar a pensar: sintácticamente, la pregunta no se construye con verbo ser que puede definir un esencialismo (¿Qué es escribir?), sino que prefiere el haber (¿Qué hay en ese espacio? ¿Qué materiales están a la mano? ¿Qué herramientas truncas proporciona el territorio de la escritura? ¿Qué voces, qué lenguajes?). Las preguntas se dirigen hacia la lengua, rastrean tonos y procedimientos. Los ensayos se abren en diálogo con diferentes maneras de pensar la escritura, con distintas tradiciones, van y vienen, instalan vasos comunicantes.
El libro se parte en tres: dos partes centrales y una tercera más pequeña que funciona como posdata. La primera parte, "Ingenios de una lengua", recupera cuatro escrituras: la de Blanchot, la de Ponge, la de Du Bos y la de Artaud. A partir de esas lecturas, y de las redes que se van tendiendo hacia otras, Mattoni explora algunos lugares clásicos (¿comunes?) de la escritura y los desmonta, los amasa, pone el ojo justo donde el principio hecho se hace paradojal y no puede erigirse como máxima. Esa manera es una de las que articula esta primera parte, pero también el libro en general: el balanceo sobre la cuerda floja, la danza sobre el límite. Cada uno de estos ensayos convive con la muerte; no existen para contrarrestarla, para explicarla, para tranquilizarse con la articulación lógica; así es la literatura en la que se hunden. Hay varias líneas que surcan esta primera parte del libro: la inspiración como un dogma del que se escapa, que se limita y se interrumpe en el terreno de la escritura; la imagen de Orfeo que sirve para pensar en el momento de una obra: cuando se gira para mirar aquello que murmura, eso desaparece: queda el poema pero no la inspiración; la reivindicación de lo inacabado, lo fragmentado, lo despedazado, del borrador en perpetuo tránsito; la puesta en tensión de la subjetividad como elemento que se devora la obra en detrimento del lenguaje (pero no la negación del sujeto, sino su lugar conflictivo: cómo trabaja las modulaciones de su presencia-ausencia).
La segunda parte, "Técnicas de la prosa", dialoga con la idea de técnica y con las interconexiones entre escrituras de distintos autores y entre distintas formas, continua con el procedimiento de masajear las paradojas, las interrupciones, de trazar genealogías para diluir conceptos. "Tekhné," quizás sea el ensayo central del libro: desteje algunas ideas que, todavía hoy, rigen el hacer literario; fundamentalmente, la tensión entre poesía como efecto de la técnica (pensamiento) y poesía como una rotura en el pensamiento que no se puede dominar a través de la técnica. Mattoni reflexiona sobre la idea fetichista griega de que la poesía viene de los dioses y, por eso mismo, no sería un oficio sino más bien una iluminación; sin embargo, al mismo tiempo, pensar la poesía como verdadera a partir de un uso racional del lenguaje podría significar otra obturación. Sobre esto una frase que abre: "no existen ni los dioses ni un lenguaje de ideas: el cuerpo baila en ese borde del pensamiento donde las palabras le hicieron creer al ser hablante que podía saber lo que decía". Mattoni se inclina por la escritura como vocación y no como inspiración: "¿Cómo piensa la poesía si no es técnicamente? Hasta el oráculo necesita del hexámetro. Desde el origen poesía, según el étimo, había remitido a un hacer".
Los demás ensayos de la segunda parte gravitan en torno al primero, pero generando vínculos entre elementos para pensar en cuestiones nucleares de la escritura: ¿Qué es comunicarse? ¿Qué implica? ¿Es solo transmitir un significado? ¿Cómo se funda una comunidad en el lenguaje? Por otra parte, ¿Qué relaciones hay entre poesía y novela? El poema, desde el momento en que dejó de ser cantado para ser escrito, se dirige a la novela; en esto, las novelas de Aira pueden ser leídas como poesía: tienen escaso acceso a librerías, bajo precio, poca recepción crítica, rareza temática, excentricidad, brevedad, corte, interrupción, disolución de la continuidad; son miniaturas que luchan contra la linealidad de la prosa. Sigue con una lectura en continuidad entre Silvina Ocampo y Roberta Iannamico, las modulaciones de sus intimidades, la forma y lo biográfico, el recuerdo, el cuerpo y la memoria. También, con los poemas de Aldo Oliva y de Arturo Carrera se pregunta e intenta responder ¿Qué relación hay entre el texto y la voz del autor, su forma de leer y pronunciar? ¿Cuánto de un texto está en la experiencia de escucha? ¿Cómo construir un efecto continuo con los medios discontinuos del lenguaje?; y, finalmente, con una lectura de Fernanda Laguna, vuelve a la idea de formación perpetua y discontinua, de inconclusión, de puesta en crisis de la voz poética como intento de unidad para darle lugar a lo posible.
Para despedirse, una pequeña pero intensa posdata que funciona como síntesis y principio, una especie de no olvidar sin moraleja: "Envoi". En esta despedida, piensa alrededor de dos autores: René Char y Margarite Duras. Recupera una idea que ha venido desarrollando a lo largo de todos los textos anteriores: la disolución del sujeto, su ausencia para la aparición del sonido, del ritmo, un lugar donde la definición del mundo no está dada por la conciencia de un yo cerrado y dominante, sino que más bien se abre, se problematiza su centralidad. Con la imposibilidad y la interrupción convive la necesidad de dejar huellas, aunque todo desaparezca; se hace con esa conciencia, con la muerte encima y no en la búsqueda de superarla. Las voces no desaparecen: se agrietan, pero por instantes se aglomeran y persisten por el deseo y la locura.Hay una esperanza, una necesidad, un incidir en la textura del vacío: "aun el naufragio más absoluto deja fragmentos".
Mattoni ha construido un artefacto complejo y hermoso en igual medida, que afinca sus principios estéticos ("la fijeza es momentánea") en la escritura como diálogo: la literatura "deberá ser el monólogo de un diálogo inacabable", y él es un conversador de fantasmas. Pero no todo tiene que ver con las palabras; la aparición del cuerpo como algo que goza, que late y que juega, es fundante; así, la comunicación se vuelve algo más que una acumulación de silogismos, que la transmisión razonada de un código, aparece como el lugar de dislocación y apertura hacia los cuerpos, las miradas y las voces de los demás. Aunque un poema no sirva para nada, es la expresión de un impulso vital, de una rebeldía, un deseo.
3 de agosto, 2021
¿Qué hay en escribir? De Maurice Blanchot a Fernanda Laguna
Silvio Mattoni
EME, 2021
380 págs.