Un deseo recorre la época: el deseo de renunciar. O, más precisos, el deseo de tener tiempo porque el trabajo ya no dignifica. Ese es el motor de la narradora de Que pase algo pronto (Sigilo, 2024), la primera novela de Agustina Espasandín, que ahorró durante un tiempo para renunciar a su trabajo en una productora porque quería “no hacer nada que no quisiera”. A partir de ahí, se entrega a una rutina que deja de estar regida por horarios de entrada y salida laboral para ver qué pasa cuando nos acostamos sin poner el despertador, cuando andamos por la ciudad, por el barrio sin reloj, sin el apuro de cada día sino con una entrega diferente al relacionarnos con los otros, los de siempre y los que aparecen. Como si todos los días fueran un domingo del siglo XX: esa institución social del descanso ganado, desmoronada en estos años de precariedad transversal.
La narradora tiene una suerte de época: alquila un PH a una conocida, sin contrato mediante. Es una casa vieja y grande, le sobran espacios. Vive con Río, un perro callejero, negro (“su pelo renovó la idea del negro que yo tenía”), que la acompaña donde vaya. Desde su terraza, filma a diario la terraza vecina de un geriátrico, en la que cuelgan sábanas, toallas, ambos. En algún momento, mirando esas filmaciones, dirá: “Bueno, y entonces ¿qué? De qué se trata esto. Qué es este volver y volver sobre lo mismo. Qué con este imán en los ojos que van al mismo cuadro, la misma escena”. No hay un para qué, un fin, un plan de futuro. La pregunta es la respuesta en esta novela de puro presente.
Además, como Cetarti, el inolvidable personaje de Carlos Busqued, la narradora de Que pase algo pronto, también casi a diario, fuma porro y mira documentales random. Pero a diferencia de aquel, el devenir no es un camino a la oscuridad, una sombra que crece, sino una jornada nublada, gris, permanente, en la que cada tanto llueve, mientras de fondo parecieran escucharse los Smiths cantando heaven knows, i'm miserable now...
Las relaciones que plantea son varias. Una, con la pareja vecina de jubilados. A veces cena con ellos, se ayudan mutuamente, charlan. Otra, una chica que conoce, con la que se acuesta, se enganchan. También aparece el Uruguayo, que viene de antes, que fue una cosa y ahora otra. Sus amigos de siempre también están, pero no puede coordinar demasiado: ellos no dejaron de trabajar, no disponen de tiempo. Y en sus caminatas por el cementerio de Chacarita, también del barrio, conoce al jardinero y al sepulturero (con quién construirá una relación, una línea narrativa), nombrados así, a través de su oficio: marcas de una generación anterior. Todas las relaciones están atravesadas por esa forma de vivir el tiempo que asimila, todas son percibidas con cierto extrañamiento.
Que pase algo pronto es eso: un tránsito extrañado sobre el presente. Un intento de mirar el mundo, este mundo, con otros ojos. Es una pregunta sobre la vida que intentamos construirnos. “Y entonces, ¿qué?” Entonces, nada. Lo importante es la pregunta. La novela es un deseo dicho en voz alta: que pase algo pronto y que lo cambie todo.
22 de octubre, 2024
Que pase algo pronto
Agustina Espasandín
Sigilo, 2024
176 páginas.
Crédito de fotografía: Consuelo Iturraspe.