Querida amiga, desde mi vida te escribo a tu vida, de Yiyun Li, es un gran ensayo sobre la supervivencia. El epílogo retoma la pregunta que subyace a sus reflexiones “¿qué te hizo pensar que el suicidio era una opción apropiada, incluso la única?”. Podríamos pensar que se trata de un ensayo autobiográfico, pero sus intentos de suicidio se presentan como un punto de partida, una pregunta que se responde con especulaciones acerca del tiempo, los vínculos, la intimidad, el lenguaje, y, ante todo, las lecturas y la escritura. El libroes, quizá sin proponérselo, un tratado sobre lo humano, sobre el vivir.
El recorrido del libro responde a la acepción de ensayo como prueba (y descarte), como proceso de indagación, como paso por respuestas provisorias, por argumentos que se acumulan, pero no anulan los anteriores ni contribuyen a clausurar la búsqueda. En esta discusión consigo misma, y de la que participamos como testigxs indeseadxs (en su insistencia sobre la imposibilidad de comprensión por parte de un otro, es difícil que no nos sintamos intrusxs), son fundamentales sus reflexiones acerca de la lectura y la escritura.
La búsqueda de distancia y la aceptación de la propia soledad esencial, cuando no de su comprensión, son las que la impulsan a leer en busca de respuestas, una búsqueda que también es frustrada, ya que el diálogo con los libros no es un diálogo personal, solo lleva a otros libros. Su intención de leer cartas y diarios como una manera de tener conversaciones con esxs escritorxs y de construir un yo sólido a través de una verdad irrefutable presentada por estxs en textos autobiográficos como diarios o cartas se ve refutada por la sensación de que “todas las personas mienten, tanto en la escritura como en la vida”.
La experiencia de escribir no ofrece mayor consuelo, sino que se vive como otra fatalidad. Dice concebir la acción de escribir como la realización de una encuesta en la que pregunta a sus personajes por la comprensión de sus propias vidas y las vidas de otrxs, solo para descubrir respuestas simplificadoras y para nada tranquilizadoras que nunca alcanzan el meollo de la cuestión. Declara que cualquier palabra es la palabra equivocada cuando está demasiado cerca de lo indecible, y es precisamente eso lo que ella dice buscar mediante palabras. Lo indecible tiene que ver, en su caso, con los sentimientos. Dirá, entonces, que escribe para dejar de sentir tanto, al tiempo que escribe para acercarse a ese ser sensible. Son justamente los sentimientos los que arrinconan a la escritora, quien “en un mundo ideal preferiría tener la mente reservada para pensar, y nada más que pensar”, evitando el momento “en que un pensamiento se va por las ramas y empieza un sentimiento, cuando enfrentamos el eterno desafío de evadir el vacío para el cual no tenemos palabras”.
Escribir es también una trampa por la que quedaríamos presxs de nuestras palabras, palabras que no son mejores que el silencio para dar cuenta de la propia verdad, de las cuestiones realmente trascendentes. Y, sin embargo, escribe. Escribe por inocencia, traicionando el propio instinto de querer acurrucarse y esconderse. Escribe solo para expresarse en sus propios términos, en una actitud de rebelión ante la posibilidad de ser (mal) explicada por otrxs, quizá en una extensión de ese enojo ante los intentos simplistas y reduccionistas de explicar decisiones tan personales y únicas como las de lxs suicidas. En este sentido, se defiende de las críticas a la falta de politicidad de sus ficciones postulando que su negativa a dejarse definir por la voluntad de otrxs es su única declaración política.
Escribir es también elegir la vida, evitar a toda costa la desolación. Para ello, también, Yiyun Li escribe. “Componer una oración es mejor que no componer ninguna; una hora arrancada al rumiar insidioso es una hora ganada; seguir el hilo de un pensamiento hasta el final es mejor que tener muchos pensamientos enmarañados. En algún sentido, escribir se convierte en el esfuerzo de detectar una señal de alarma antes de que aparezca”.
Otra cuestión a destacar tiene que ver con la adopción del inglés como segunda lengua y como lengua literaria (Yiyun Li nunca escribió en chino, su lengua materna). Este abandono de la propia lengua es vivido como una salvación, ya que “poseer una lengua es también ser poseída por ella”. Por otra parte, este abandono absoluto es también otra especie de suicidio, y comparte con este la misma irreductibilidad, en tanto decisión tan profundamente personal que se resiste a cualquier interpretación, ya sea política, histórica o etnográfica. Se trata de encontrar en esta segunda lengua, el inglés, la lengua privada, ese espacio seguro que nos mantiene sanxs y únicxs. Que Yiyun Li encuentre este espacio en una lengua que no es la materna tiene que ver con el sopesar inevitable de las palabras en que (se) piensa, en elegir cada vez la más adecuada, atendiendo a matices que en la primera lengua muchas veces se pierden en la naturalización.
Me permito una última reflexión en torno al título, que es una frase tomada de Katherine Mansfield. Querida amiga, desde mi vida te escribo a tu vida se vincula con un deseo de diálogo (que ante todo lo dicho se muestra como inalcanzable), con la añoranza de un puente imposible, lo que la vincula con la tradición existencialista más pesimista, incluidos la náusea sartreana o el túnel de Sabato, por tomar una manifestación local. Se trata de un libro que se sumerge a fondo en cuestiones psicológicas y vitales; que, contra lo manifestado por la autora, no le rehúye a lo autobiográfico, pero lo hace con el fin de iluminar lo humano desde su propia particularidad, que reflexiona sobre y en esta tensión, acechando con palabras eso indecible que a su vez la acecha sin sosiego. No es un libro de fácil lectura, es un libro movilizador e inquietante, que difícilmente nos deje indiferentes y al cual cada lectorx responderá desde esa singularidad que Yiyun Li atribuye a cada persona.
15 de enero, 2025
Querida amiga, desde mi vida te escribo a tu vida
Yiyun Li
Traducción de Jazmín Rivero
Chai, 2024
176 págs.