Afecta a esos volúmenes que los encargados de ediciones La pollera llaman “mamotretos” –durante el 2023, de hecho, lanzaron un concurso para publicar uno de estos jugosos libracos– la editorial chilena se ha embarcado en una tarea laboriosa, prominente, de singular encomio, en relación con la obra en prosa de la célebre poeta chilena Gabriela Mistral (1889-1957). El resultado –un “mamotreto”, como no podía ser de otra manera– se aprecia en un ejemplar de más de 700 páginas, que recopila lo que la escritora llamó, muy a su ingeniosa manera, “recados”.
Los recados acusan un tono especial, granjeado de cierta oralidad y elaborado lenguaje (lindante, por momentos, con el cuidado poético, cuando no hablamos, directamente de algunos recados que son, en sí, poemas), y enmarcado en ocasiones con la crónica o el simulacro de lo epistolar; textos que pueden abrevar tanto en lo informativo como en lo sumamente personal. Diego del Pozo, especialista en la poeta, aproxima, más allá de una categorización definitiva, una definición que reconoce somera, injusta: los recados no dejan de ser, en principio, textos en cuya hechura se presupone no exactamente un exilio sino una distancia. Vale recordar; en 1934 Gabriela Mistral arriba a Madrid como cónsul de Chile y es exactamente al año siguiente que concibe su primer recado. Sostiene del Pozo que lo que inspira el espíritu general de estos artículos es “lo misceláneo, la libertad (...), el intento por mandar un mensaje a alguien a otro lado del mundo, o al otro lado de una página, el ánimo de contar, de acortar la distancia entre Europa y América, entre la cultura y el pueblo, de acercar su mundo, su propia experiencia, con otros”.
Los mensajes son heteróclitos, los destinatarios, diversos, y el libro, un compendio de los intereses de Mistral. Textos acerca de la literatura y el arte; de la niñez y la naturaleza; acerca de su Chile natal y de Sudamérica; de la naturaleza, la educación y la política. Basta un vistazo al primero de ellos para dar cuenta de la atosigada velocidad que preocupa a la autora en 1934 y que se articula (por lógica antes que por azar) con nuestro presente multitasking y renuente al ocio: “Los tiempos se van cargando tanto de trabajos, hasta para el más vacante, que se nos viene poquito a poco encima la tragedia de no poder comunicarse, del tener que renunciar a la carta lenta y noticiosa que antes se hacía para los amigos”. Estos tiempos no son los de antes, parece decir la poeta, sobre todo, porque no hay tiempo: se licuan los momentos de reflexión, sosiego y escritura dedicados a los amigos postales. Tiempos de telegrama, antes que de paciencia epistolar.
No es, sin embargo, un porvenir negro el que pregona Mistral respecto del programa del Progreso. El “Recado sobre la máquina” así lo confirma. La tecnología –que, aventura la poeta con ojo avizor, terminará de alguna manera entrometiéndose en la privacidad del hogar– mejora la organización fabril y diseña nuevos atuendos que no habría que desestimar de ninguna manera. “(...) Vino el overol, cosa que también llaman fea, pero que ahorra el mal gusto del obrero endomingado en día del trabajo, del obrero cursi que teníamos. Ese hombre vestido de azul, que es también criatura nueva para el ojo, ha traído un decoro nuevo”.
Como no podía ser de otro modo, una sección del libro se preserva para los recados dedicados a la educación (Mistral defendió con ahínco sus años de maestra y profesora, y pregonó con el calor de su prosa lo crucial de la enseñanza primaria y secundaria). Gozan de su anuencia Sarmiento y José Vasconcelos, quien la invitara a formar parte de la reforma educativa de México a comienzos de la década del veinte. Reforma rural que la interpela particularmente. Enervada ante las carencias del campo chileno y sudamericano, denuncia a la política y a la ciudadanía, que, hipnotizadas por las luces de la ciudad, han abandonado a su suerte a la ruralidad. “Toda la América Latina ha pecado contra el campo” escribe. “Tanto como la ciudad ha prosperado, el campo se ha barbarizado. La clase media campesina, a la cual pertenezco, se ha vuelto pueblo hambreado”.
Feminista a su manera, defensora a ultranza de los derechos del niño, Mistral se abrió paso en un mundo de hombres a pura prepotencia de trabajo. Poeta de versos maternales e infantiles y de sonetos mortuorios; mujer de ingobernable furia pública y de silencios privados. En 1945 se alzó con el premio Nobel y entre tantas otras cosas, se podría decir de ella lo que ella misma afirmó sobre Máximo Gorki: si dio lo mejor de él fue para nutrir lo mejor que había en nosotros.
29 de mayo, 2024
Recados completos
Gabriela Mistral
Prólogo de Diego del Pozo
La pollera, 2023
735 págs.