A partir del episodio de lectura silenciosa retratado por San Agustín en sus Confesiones, donde él mismo sufre un golpe de subjetividad que lo lleva a ponderar el valor del silencio por sobre el del ruido a la hora de asimilar la palabra escrita, el silencio en la cultura occidental comienza a pensarse como horizonte de posibilidad. Y es que más allá de la tradición oral que la literatura (o el flujo de información tout court) profesó hasta ese momento, la idea de la no transmisión de ruido fue metamorfoseando poco a poco en valor propio. El silencio, entonces, devino mercancía, una de la que, enfatiza John Biguenet (Nueva Orleans, 1949), se compra y se vende: "gran parte del lujo ahora está relacionado con el sonido del silencio", nos dice un desarrollador de tecnología automotriz en el libro.
Aunque cada vez sea más frecuente ver mansiones o châteaus de multimillonarios en medio de bosques nativos o islas paradisíacas, no todo lo que se refiere al dominio del silencio pertenece a los poderosos; también los pobres, las minorías étnicas y cualquier tipo de desplazado social posee (muy a su pesar) una porción de la torta. Entonces y en torno al mundanal ruido podemos decir que el nuestro, parafraseando a Jacques Cousteau, es un mundo de silencios.
Del Sound of Silence de los entrañables Simon & Garfunkel a las cámaras anecoicas, se comprueba que la presencia del silencio es ubicua mas no total. Esto último se comprueba en un pasaje del libro en el cual Biguenet resalta la cualidad que tiene el ejercicio silencioso para generar un tipo de ruido interno perceptible por nosotros mismos: "La lectura silenciosa del discurso directo, en contraposición al indirecto, activa áreas específicamente relacionadas con la voz del córtex auditivo"; es decir que en el momento de lectura, efectivamente estamos activando áreas temporales intracerebrales que se asocian a la voz.
Silencio entonces opera como un recuento pormenorizado de momentos propios y ajenos al autor por los que se merodea el tema, evitando ser unívoco o concluyente. Sobre el final, el autor de Oyster se pregunta por el futuro del silencio a través de las experiencias de pérdida y fracaso de un grupo de ballenas francas glaciales que, a causa de la contaminación sonora de plataformas petrolíferas o de construcciones encalladas en el mar, no pueden llegar a contactarse. Y antes de esto se pregunta por el derecho (perdido) a poder ser olvidados en la web, cosa que plataformas como Facebook, Instagram o Twitter parecen imposibilitar al máximo. Y antes cita una frase perfecta de Mark Rothko que dice que "el silencio es muy preciso". Y mucho antes de todo esto está la posibilidad de afrontar la lectura de un libro que piensa y modifica el pensar que tenemos en torno al silencio y sus efectos. Y antes solo hay silencio: un silencio a secas.
21 de abril, 2021
Silencio
John Biguenet
Traducción de Matías Battistón
Ediciones Godot, 2021
128 págs.