Tengo miedo torero retrata la opresión política, económica y sexual en la sociedad chilena de los años 80, pero también es una historia de amor, casi como un folletín. La novela transcurre en la violenta primavera chilena del 86, en medio de la revuelta social y posterior atentado (fallido) contra Augusto Pinochet. En ese contexto se cuenta la historia de (des) amor entre Carlos, un joven marxista militante y La loca del Frente, un homosexual maduro que, a fuerza de los años y el sufrimiento ha perdido su encanto (podemos inferir que se trata del alter ego del autor) Paralelamente, vemos la vida política e íntima del matrimonio Pinochet (de forma humanizada) durante el mismo período. Ambas se entrecruzan en varios pasajes de la novela, no sólo en el plano narrativo sino también en la propia trama, siendo el momento cúlmine el 11 de septiembre, día en que se produce el atentado.
Un elemento clave para entender la importancia que el autor le da a la cuestión de la lucha contra el patriarcado, es que el personaje de Lucía Iriart, esposa de Pinochet, tiene un rol más importante en el texto que el propio dictador. Entonces, a pesar de estar en polos opuestos, se muestra aquello que iguala a las dos mujeres (vamos a hablar de la Loca del Frente como mujer, ya que es así como se auto-percibe): su condición femenina ante la opresión del patriarcado.
Desde el título del libro queda planteada la cuestión de género y el amor romántico naturalizado en la sociedad, ya que Tengo miedo torero es un tango de Lola Flores que expone este tipo de relación, donde no sólo los integrantes de la pareja pierden su individualidad, sino que desarrollan una dependencia extrema. A su vez, hay un paralelismo entre la plaza de toros y las plazas de la ciudad, que en momentos de enfrentamiento se convierten en campos minados, al grito de ¡se va a caer!
Tarde de toros, la plaza reverbera
de pronto se abre el toril
y sólo tengo ojos para mi torero
tengo miedo, torero
de que el borde de la tarde, el temido grito flote,
pero cuando torero
jugueteas con la muerte yo me olvido de mi miedo
La radio, los boleros (y otras manifestaciones de la cultura popular) adquieren una gran importancia en el universo de la protagonista (a la manera de Manuel Puig, con quien comparte un estilo narrativo y ciertas temáticas). En ella funcionan como un bálsamo olvidándose de su propia miseria, y de la tragedia que se vive en el país, gracias a su sentido del humor y la capacidad de reírse de sí misma. Es ahí donde nadie la ve y puede mostrarse tal cual es, desplegando su histrionismo, cantando a los gritos, bailando y llorando. “Ese bolero seco que emanaba tanta letra de amores peregrinos, tanta lírica cebollera de amor barato”
Otro de los boleros que se citan es La media vuelta de José Alfredo Jiménez, mucho más descarnado. En éste no se trata de la voz de la mujer que sufre y le canta a su enamorado, sino la voz del varón que ejerce su poder sobre ella.
Te vas porque yo quiero que te vayas
A la hora que yo quiera te detengo
Yo sé que mi cariño te hace falta
Porque quieras o no
Yo soy tu dueño
Volviendo al relato, Carlos, nuestro torero marxista, utiliza a La loca y su casa para ocultarse de los militares y organizar las reuniones clandestinas del partido en el altillo, argumentando que son reuniones de la facultad. La loca no se cree esa historia pero se hace la ingenua y no pregunta, para tenerlo cerca y poder ayudarlo. Ella está enamorada y haría lo que fuera por él, y sin quererlo se ve involucrada en el plan para asesinar a Pinochet. En un principio Carlos la seduce para lograr su objetivo, pero a medida que transcurren la historia se encariña con ella y deja de verla como una tía loca al punto de erotizarse con ella. Él, igual que Pinochet y que los homofóbicos, temen ser contagiados por el “virus” de la homosexualidad. En este mismo sentido, el padre de La loca fue un hombre perverso que la golpeaba y abusaba sexualmente de ese “niño colibrí”. Citando al personaje: “él decía que me hiciera hombre, y que yo le había salido fallado, a él tan macho, tan canchero con las mujeres, tan encachao con las putas, (…) y describiendo esas escenas: “tan caliente su cuerpo de elefante encima de mí (…) en el desespero de aletear como pollo empalado (…) y luego la misma sábana goteada de pétalos rojos” .
Lucía Iriart, la esposa de Pinochet, también vive a su merced y cumple con su supuesto rol de mujer: elegir sus trajes, mandar a coser los manteles para los eventos, y aconsejarlo políticamente. Lemebel la muestra como una mujer carismática, ingenuamente ridícula logrando que sintamos simpatía por ella, por ejemplo cuando le propone a su marido cambiar el color de los uniformes, un color para cada estación del año porque según ella, el pueblo lo querría un poco más si los trajes fuesen más alegres.
Si bien decíamos que el autor le da la voz a Lucía y no a Pinochet, ella sólo es funcional a su marido: es la encargada de contarnos sus planes políticos y sus actividades como si fuera su vocera. Es a través de ella que conocemos la otra cara del dictador: un hombre miedoso e inseguro, que además comparte con su esposa distintas situaciones domésticas.
Un elemento clave, paradigma del amor romántico, es el mito del príncipe azul, simbolizado en la novela por la supuesta virilidad que da el pelo (como en el mito de Sansón). La loca, mirando a su enamorado dormido piensa: “un silencio terciopelo rozaba su mejilla azulada y sin afeitar”. A su vez Lucía le sugiere a su marido teñirse las canas de un color celeste azulado (en el mismo momento que plantea el cambio de color de los uniformes). Uno no tiene barba y el otro tiene el pelo canoso, resultando irónico en ambos casos, lo que muestra la visión idealizada que tienen estas princesas de sus príncipes.
Tengo miedo torero podría ser una novela de protesta, un manifiesto que refleje bronca y resentimiento (como el manifiesto del propio Lemebel*), sin embargo se trata de un relato de extrema belleza y por momentos celebratorio que, como lectores, nos da un respiro ante tanta miseria. Apoyando esta premisa, en la contratapa de la reedición de 2019, a cargo de editorial Planeta (publicada un mes después de que ocurriera la llamada "revuelta de los $30") se cita a Roberto Bolaño: “Lemebel es uno de los mejores escritores de Chile y el mejor poeta de mi generación, aunque no escriba poesía”.
1 de abril, 2020
*Fragmento del manifiesto que Pedro Lemebel leyó en público en septiembre de 1986 en una reunión clandestina del partido comunista, bajo el título hablo por mi diferencia: “Hablo por mi diferencia / Defiendo lo que soy / (…) Es darle un rodeo a los machitos de la esquina / Es un padre que te odia / Porque al hijo se le dobla la patita / Es tener una madre de manos tajeadas por el cloro / (…) / Qué harán con nosotros compañero?/ (…) / ¿Tiene miedo que se homosexualice la vida? / (…) / Hay tantos niños que van a nacer / con una alíta rota / Y yo quiero que vuelen compañero / Que su revolución / Les dé un pedazo de cielo rojo / Para que puedan volar”.