Una perra salchicha vive en Bogotá, pero de noche, mágicamente, se muda a París; una mujer recuerda su infancia en el campo con su madre; una amiga que se muere y una niña fantasma asomada a la ventana de un castillo; alguien cumple cuarenta años y decide festejarlo subiendo a la laguna de Iguaque. Las ocho historias de Somos luces abismales conforman un todo orgánico (podría tratarse de una novela) con un estilo intimista, emotivo, humorístico y disparatado. A su vez, el lenguaje que utiliza es sin duda poético: "La grama estaba llena de hojitas de dormidera entre los tréboles. Uno pasaba el dedo por el espinazo de las hojas y ellas se iban cerrando párpado contra párpado".
Si bien a simple vista los relatos no tienen demasiada complejidad, cada uno de ellos es una excusa, un puente, para analizar el mundo y lo trascendental. Giran en torno al desdoblamiento y las asimetrías bajo el eje temático Espacio-Tiempo: el campo y la ciudad; el adentro y el afuera; oriente y occidente; la naturaleza y el hombre; la mitología, dios y lo secular; pasado, presente, futuro; la vida y la muerte; la infancia y la adultez. También exploran temas como las posibilidades del lenguaje y el condicionamiento que representa el lugar donde vivimos y la lengua que hablamos.
El texto mismo se desdobla y juega entre distintos géneros y registros del lenguaje: conviven de manera armónica la ficción puramente narrativa (con tintes autobiográficos), y por otro, el ensayo filosófico. No se trata de un libro pasatista, por momentos logra incomodarnos, como todo aquello que invita a reflexionar sobre el sentido de la vida y nos desnuda ante miles de preguntas sin respuesta. Así, por ejemplo, en el primer relato titulado "El sosiego", donde el perro de Carolina pasa las noches en París, leemos "tal vez el sosiego que encontré al preguntar en voz alta si mi perra de repente se había ido a París, no estaba en la fugaz imagen de un mundo quieto, ni en la de mi cuerpo contenido en el cuerpo de mi perra sin tiempo, sino en la ilusión de que un cuerpo vecino al mío, separado y distinto del mío..."
Carolina Sanín construye una obra rica, con múltiples aristas, a la vez divertida y original; logra la arriesgada aventura que se propone. Nos encontramos ante una obra "importante" y de lectura necesaria, un libro que, con el paso del tiempo, no perderá vigencia y que resulta especialmente interesante en estos momentos en que las sociedades y los paradigmas están trastocados por una realidad global que los excede.
17 de junio, 2020
Somos luces abismales
Carolina Sanín
Blatt & Ríos, 2020
268 págs.