Algunos pocos libros de Blas Matamoro (su libro de cuentos Hijos de ciego, sus ensayos sobre tango, su biografía de Gardel, todos editados hace más de cuarenta años por el CEAL) son un clásico de las librerías de usados. Mucho más difícil, en cambio, es dar con sus numerosísimos títulos escritos y editados en España, donde se estableció después del golpe de 1976. Con el correr de las décadas, su nombre se fue diluyendo hasta volverse apenas un eco de nuestro pasado editorial. Sin embargo, en los últimos años, algunas de sus ficciones han vuelto a circular en nuestro país: De parado reeditó dos novelas cortas de la década del 80, en tanto Blatt y Ríos dio a conocer Fundidos a negro en 2022, y, ahora, Taller de otoño, su colección de cuentos escrita el año pasado. Así, Matamoro está ganando nuevos lectores, en parte por el envión que significó la reedición de Las tres carabelas, nouvelle que, más allá de lo temático (un relato de iniciación homosexual) tiene varios puntos de contacto con cierta zona de las narrativas del presente: la brevedad, la fragmentación, el tono irónico, las alusiones autobiográficas, el cruce entre lo íntimo y lo político.
Pese a lo que promete su contratapa, Taller de otoño no es un libro de cuentos dedicados a la vejez. Es cierto que el que posiblemente sea el mejor relato, “Hilachas”, está centrado en la amistad de dos ancianos que desconocen la sustancia de su propia historia íntima. Pero, más bien, el tiempo es el eje dominante que da forma al volumen. O, si se quiere, las posibilidades narrativas del paso del tiempo, algo ya presente en Las tres carabelas y en los relatos de Hijos de ciego. Porque, aun en sus cuentos más breves, Matamoro, autor de un ensayo sobre Marcel Proust, trabaja sus narraciones a partir de las marcas del largo devenir temporal.
Taller de otoño tiene una gran amplitud temática. La sátira a la industria cultural (“Sin nombre”, “La vida”) convive con reescrituras míticas (“Las manzanas de oro”) y con la sombra de Pierre Menard (“Otelos”). A contramano de buena parte de nuestra narrativa contemporánea, Matamoro no se propone ser un cronista del presente. Los relatos están ambientados en diferentes momentos históricos; a veces, incluso, en la temporalidad suspendida de los cuentos tradicionales. Pero, a diferencia de buena parte de su producción anterior, en las que las referencias históricas y geográficas eran fuertes (la última dictadura militar, el primer peronismo) ahora estamos frente a una colección que busca desmarcarse de todo atisbo de mímesis, no entregándose a los encantos del fantasy y sus derivados sino, más bien, actualizando algunos viejos procedimientos vanguardistas.
Cuentos que explicitan su condición de artificio, referencias a los procesos de escritura, giros bruscos en la trama que resquebrajan todo verosímil, personajes denominados por su función narrativa (“el Rey”, “la Reina”, “el Personaje”), construidos y manipulados como si fueran marionetas sometidas a las turbulencias del melodrama. Este distanciamiento con respecto a la ilusión mimética es acompañado por el tono falsamente ingenuo de los cuentos infantiles, que hace que lo extraordinario, en este universo narrativo, sea parte de lo posible. Promediando la lectura de Taller de otoño, el lector acepta (y, finalmente, espera) disparates que en los primeros relatos resultaban desconcertantes.
Una lectura apresurada podría aventurar un parentesco con César Aira, pero lo meramente disparatado no es suficiente para ser airano. Un diferencia de la prosa del canonizado de Pringles, reposada y reflexiva aún en su delirio, la de estos cuentos está atravesada por un ritmo vertiginoso. Por eso, a la hora de buscar parentescos, quizás sea más productivo hacerlo por el lado de los grandes velocistas de la narración y de la imaginación desaforada, como Copi o Ricardo Colautti. Aunque, en rigor, lo que sorprende de Taller de otoño es que, finalmente, sus relatos no se parecen a nada más que a sí mismos. Ni siquiera a la producción narrativa previa del propio Blas Matamoro.
14 de febrero, 2024
Taller de otoño
Blas Matamoro
Blatt & Ríos, 2023
200 págs.