Si uno recorre el corpus reseñístico que aborda Tiempo sin lluvia, la ópera prima de Cynan Jones (Gales, 1975), puede percibir que en todos los casos hay un rescate, por un lado, de su carácter 'fragmentario', y por otro, de su disposición 'bucólica'. En todos ellos, además, se tiene en alta estima esta suerte de conexión con lo natural que busca, a su modo, desbaratar el viejo mito idílico de la vida bajo las leyes de la naturaleza.
En términos generales, la trama de la novela podría reducirse de la siguiente manera: es la historia de un sujeto que vive con su familia en el campo y que incesantemente busca una vaca preñada que ha escapado durante un excesivo día de calor. Más allá de las circunstancias y reveses que sirven de relleno (un episodio de adulterio, el sacrificio de un conejo, la lectura de unas memorias), no hay mucho más qué decir en torno al libro. O tal vez sí, tal vez hay algo que pueda decirse aunque a la postre no sea algo encendidamente laudatorio como el pregón común de las reseñas revisadas.
En primer lugar habría que decir que en la prosa de Jones no hay nada, repito, nada (ni juegos sintácticos, ni vacilaciones, ni reflexiones que despierten el asombro o la indignación, etc.) que incite a la lectura; es más, sucede todo lo contrario: hay una suerte de esfuerzo, una insistencia por alejar al lector del texto. Cabría preguntarse entonces por qué ocurre esto. Una respuesta plausible la podría dar el hecho de que el empleo de una prosa 'simple' (analítica o deudora de la observación clínica) recae en una suerte de grado cero de motivación si no está acompañada de recursos que sostengan su andamiaje. En ese sentido, Tiempo sin lluvia carece de ironía, de perspicacias, de humor; está construida a través de una prosa 'de ventana', es decir, algo que cualquier persona con un mínimo de práctica en la escritura y sin ningún otro talento a la vista, podría hacer si se sentase a observar frente a una ventana lo que ocurre allá afuera. Recuerda en un punto a ciertos ejercicios de taller de escritura en el cual se propone un objetivo (ver qué ocurre a mi alrededor) para luego registrarlo de la manera más eficientemente posible. Y acá la palabra eficiente es clave. La novela de Jones es eficiente en sumo grado porque a través de una prosa seca (de atributos) refleja fielmente y sin ambages, sin tensiones internas, el acontecer de su protagonista y su perdida vaca.
Por otra parte, lo que genera desconfianza en su prosa es una tendencia a construir una secuencia en la que siempre, o casi siempre, entra un remate condescendiente para con el lector. Sin complicaciones ni rodeos. Mensaje claro y vacuo, pero que busca mostrarse iluminador ("Es increíble lo bellos que son los faisanes"; "El ojo del conejo lo miró, profundo y triste. Fue algo profundo y muy bello"; "Podía ser frívola porque era bella. Era la que cazaba"). Se podría afirmar a partir de estos tres ejemplos que el mundo que Jones observa y retiene es a la vez bello y profundo. Una revelación.
Por último, otra pregunta podría girar en torno a los reales motivos por los que un texto con tan pocas luces narrativas llega a publicarse en un país donde la crisis (editorial o no) perjudica la impresión de libros. Alguna respuesta la podría dar la posibilidad económica que brinda el traducir autores a través de programas como, en este caso particular, el Wales Literature Exchange, que en términos económicos ayuda a solventar los gastos de producción de una editorial independiente, pero a su vez puede acarrear problemas para con su prestigio.
8 de julio, 2020
Tiempo sin lluvia
Cynan Jones
Traducción de Esther Cross
Chai, 2020
152 págs.