“A través de esas cuatro palabras, es otro mundo el que se abre. Una lengua por nacer en mi propia lengua. Y la convicción de que ninguna palabra que hable del humano es intraducible”. En este brevísimo y último párrafo de la primera entrada de Traducir como trashumar, que nos llega editado por Galaxia Gutenberg con traducción de Ariel Dilon, podría leerse el recorrido y la simiente de la obra de Mireille Gansel. Una obra como una semilla de trapa que en su viaje a través de los ríos (en el caso de Gansel podemos pensar en el Danubio, el Ilz) trae consigo un modo de estar en el mundo que tensiona con el nuevo hábitat. Lo que porta la obra de esta traductora, escritora y poeta francesa en lo más profundo de sí es el humanismo. Humanismo que se expresa en un inmenso compromiso por hacer vivir las diferencias. Aparecen narradas historias en las que el intercambio entre las distintas generaciones, atravesadas por, entre otras cosas, los desplazamientos, produjo una historia al interior de las lenguas. A la complejidad de su obra, que tiene como núcleo la hospitalidad, se llega por la emoción que genera una lengua que pone en acto la relación, entendida como tensión y búsqueda en la que nunca hay crispación. En el vibrato de esta lengua, en la ondulación que produce, Gansel describe escenas, cuenta historias que tienen en común la búsqueda de la emancipación.
No es un libro de teoría sobre la traducción, es un libro sobre la experiencia y el compromiso que implica traducir. Las entradas, que nunca son extensas, pueden finalizar con frases que resaltan el trabajo de apertura que representa el acto de traducir: “... la traducción como franqueo... y franqueamiento de las fronteras, de los muros, de las alambradas de púas de la tierra y del espíritu...”; o bien “la traducción como escala donde ejercitar la escucha, y ese trabajo de ajuste al infinito de los matices”.
Pero volvamos a esas cuatro palabras que evocamos al principio, ¿cuáles son y en qué lengua? Son en húngaro y refieren al ámbito de la intimidad. Dragam (cariño mío), kedvesem (mi encanto), aranyoskam (mi pequeña de oro) y edesem (mi pequeña de azúcar). Palabras que aparecen en una carta familiar escrita por un tío y se refieren a la autora. La carta viene de un lugar del que fueron expulsados; palabras que van a configurar una forma de relacionarse con la lengua que Gansel mantendrá a lo largo de toda su obra. En su mundo conviven el desplazamiento y el cobijo que derivan en una mirada que tiene como centro gravitatorio la premisa de la comprensión, la apertura hacia el otro, el compromiso en el trabajo con las lenguas. Cultivarlas y defenderlas cuando intenta ser apropiada por el poder.
Como traductora, Gansel encontró ese compromiso en Brecht, en su intento de arrancarle la parte de tiniebla al alemán utilizado por los nazis; en Nelly Sachs, al poner en sus versos la voz que diga las imágenes del violentado; también en la traducción del libro Un jour sur cette terre del poeta alemán Reiner Kunze –libro por el que obtuvo el premio Nerval de traducción en 2011– o del también alemán Peter Huchel, ambos prohibidos en la RDA; lo mismo cuando tradujo a poetas vietnamitas. Pero no sólo se abocó a la poesía. También tradujo a la etnóloga Eugénie Goldstern. Su rigor para encontrar las palabras adecuadas la llevó en algún caso a consultar a etnólogos de determinada región montañosa donde las investigaciones se realizan en alemán y francés para hacer llegar esa habla de la montaña al lector.
Cuando tradujo la poesía completa de Nelly Sachs –también tradujo la correspondencia entre Sachs y Celan– además de ir a Estocolmo, ciudad en la que vivió los últimos años la poeta alemana, “a la busca de huellas humanas entre sus compañeros de exilio” que pudieran hacerle leer con mayor complejidad un libro, un poema o al menos un verso, además de eso, también fue descubriendo una forma de relacionarse con la escritura de Sachs. En el proceso elaboró cuatro cuadernos que sirvieron de entrada a esa inmensa obra; cuatro cuadernos que fueron progresivamente constituyendo “la textura de la traducción” alrededor de los elementos fundadores de los cuatro sentidos de la escritura según la tradición de la exégesis judía: el sentido literal, el alusivo, el interpretado y el sentido secreto. Todo eso, modulado por la libertad de la naturaleza poética de la obra de Sachs. Y luego de ese largo proceso: “persiste en el corazón de este canto [el de Sachs] un aura de misterio [...] trabajo de extremo rigor y de retracción para dejar que cada uno escuche ese más allá del poema, esa parte de luz estelar que Nelly Sachs arrancó a las tinieblas e insufló en la lengua alemana devastada”. Retracción para que cada uno escuche lo que en una lengua siempre está vivo y en tensión.
Otra experiencia que se narra en el libro es la inmensa tarea que Gasel llevó a cabo con poetas vietnamitas. Traducir poesía de Vietnam al francés. Construir un puente que deje escuchar, entre otras cosas, la lucha por la independencia al interior del francés. Para eso, no sólo se acercó a los textos y poetas a los que pudo, sino que además se sumergió en su cultura. Vivió en Vietnam durante dos años (1973-1975). Recurrió a músicos, campesinos, antropólogos, lingüistas. Todo aquello que podía reducir la distancia hacia esos textos, ser fiel a la humanidad que había en ellos. ¿El resultado?, poemas en los que vive la tierra, el agua, el dolor y la esperanza.
Además de recorrer los apasionantes y complejos años de práctica de la traducción, el libro ayuda a pensar cuánto hay de autoral en una obra traducida y cuánto juega la entrega a Esa obra. En Gansel, la empatía hacia el texto es fundamental. La traducción pensada como práctica que hace audible una voz que parece necesaria. Un hecho de cuando tenía trece o catorce años y que es narrado en el libro lo gráfica: una anciana mendigaba a orillas del Elba y Gansel comienza a hablarle, pero un profesor se lo impide. “Y esa palabra impedida iba a perseguirme a lo largo del tiempo como una traición. Esa palabra del otro. Esa palabra hacia el otro. No haber dado el paso, franqueado la frontera. Jamás he olvidado esa silueta rota”.
9 de abril, 2025
Traducir como trashumar
Mireille Gansel
Traducción de Ariel Dilon
Galaxia Gutemberg, 2024
168 págs.