Cuadernos de lengua y literatura es el título que unifica casi la totalidad de la obra de Mario Ortiz, pero además, y antes que nada, es un dispositivo abierto, que lo habilita a transitar la escritura como un laboratorio de experimentos difusos, propicio para explorar algunos fenómenos y manifestaciones que, por la razón que fuere, lo interpelan. El volumen VIII, por ejemplo, propone una indagación acerca del "tiempo" a partir de la carcasa de un televisor ZENITH que encontró tirado junto a un árbol en la esquina de Liniers y Edison de la ciudad donde vive. Cinco años más tarde, curiosamente, en esa misma esquina encontró otro televisor, esta vez un poco más compuesto y de marca SHARP. Lo que cualquiera hubiera considerado una simple casualidad, Ortiz lo tomó como "un mensaje de otro mundo", que cuanto menos merecía un análisis exhaustivo, ateniéndose, claro, a su método rigurosamente heterodoxo. Ese análisis y sus múltiples derivaciones, a la postre, dieron lugar al Tratado de iconogénesis que compone este volumen XI del cuaderno.
Imagen tomada por Mario Ortiz y reproducida en el libro
Respecto a estos dos televisores y otros desechos significativos (una cafetera oxidada, una florcita, un librito de tipografías, etc.), que en sus "cuadernos" funcionan como catalizadores de sus indagaciones, Ortiz dice lo siguiente: "Hay cosas que tienen la capacidad de generar imágenes, cuya potencia habilita una galaxia de ideas y derivas. Si el ícono es una imagen, digamos que estos objetos son iconogenéticos". El tratado entonces que expone este volumen XI da cuenta del mecanismo a partir del cual se generan sus textos, incluido el sustento teórico que lo avala y su proposición estratégica, que, siguiendo a Ponge, se condensa en el término "reparar" considerado en sus dos acepciones; vale decir: prestar atención a lo que nadie atiende e intentar arreglar lo irreparable.
Siguiendo estos dos preceptos, el poeta/científico Mario Ortiz postula y desglosa en este libro una ética de la escritura poética, pero, lo que es aún más importante, la pone en práctica a través de un experimento, que involucra a la ciudad por la que transita diariamente montado en su bicicleta: Bahía Blanca. En la plaza Rivadavia, epicentro alrededor del cual se concentran los poderes visibles de la ciudad (la Bolsa, la Banca, el Estado y la Iglesia), Ortiz encontró un objeto iconogenético, portador de impensados poderes invisibles. El objeto en cuestión es una rosa de los vientos de cuatro metros de diámetros, curioso artefacto cuya funcionalidad en ese lugar resulta cuanto menos enigmática. "Parece difícil que alguien deba recurrir a él para orientarse en la ciudad como si estuviese en alta mar", reflexiona Ortiz, decidido a revelar sus razones ocultas. Siguiendo lo prescripto por su procedimiento, se abocó en principio a descomponer ese artefacto mediante artilugios tales como la rotación, la fusión y la destilación, para finalmente dar lugar a una recomposición en la que se puso de manifiesto lo impensado. Paso a paso, este curioso experimento aparece consignado y testimoniado a través de textos, dibujos, esquemas y fotografías, dando lugar una textura inclasificable que oscila entre el ensayo impostado, la poesía encubierta y la acción performática en la forma de un libro que simula ser un cuaderno, y que incluso sobre el final pasa a ser literalmente un cuaderno, en el que, a través de la copia facsimilar, la escritura hace ostensible su carácter de imagen.
Rosa de los vientos a las 12.26. Imagen tomada por Mario Ortiz y reproducida en el libro
Tal como venía haciendo en las últimas entregas, Ortiz opera explorando la dialéctica lateral entre las palabras y las cosas, dando lugar a una nueva entidad de imágenes abiertas, capaces de catalizar derivas del pensamiento que se desmarcan del sentido común. Para lograrlo, nos dice, "es suficiente iniciar una breve recorrido, un viaje hacia la rotación de las cosas y los signos que será como hundirse en las pequeñas cavernas oscuras que forman los tubérculos invisibles al crecer bajo la superficie, acaso no más grandes que el tamaño del cráneo donde se engendran los sueños". Repongo esta cita porque en ella se hace explícito el núcleo de este libro, pero también porque en su desarrollo se pone de manifiesto el carácter híbrido de su escritura, que, remedando las formas del tratado científico, en principio describe, analiza y postula, para finalmente, impulsada por la inestabilidad inherente a la materia de la que trata, acaba deslizándose hacia la poesía. Esta misma hibridez está presente en la estructura del libro, que remite al modelo característico de la ciencia, pero que la vez funciona como un dispositivo artístico, acaso próximo al "cuaderno de artista" o al "poema visual".
El propio Ortiz, protagonista estelar de este experimento, compone un personaje (acaso real) que oscila entre el poeta y el científico autodidacta. Su perfil se aproxima al de esos pseudocientíficos de finales del siglo XIX y comienzos del XX que, habitados por el impulso irrefrenable de develar los secretos del mundo, entregaron sus vidas a desquiciados emprendimientos en los que la ciencia era indiscernible del arte. Jugando en serio a ese mismo juego, este libro pone de manifiesto que todavía es posible reciclar una potencia equivalente a la de esos pioneros. Y en este señalamiento, precisamente, se hace explícito su programa, que es esencialmente político. Sobre el final del texto, Ortiz lo enuncia de manera directa, promoviendo la multiplicación de su praxis. "Este pequeño tratado de iconogenésis", dice, "es una invitación a cada lectora, a cada lector para que descubra sus propias imágenes aunque sea a partir de las cosas más insignificantes, para que reinvente SU ciudad si así lo desea o al menos nuevas formas de vivir juntos y resistir las imágenes traumáticas". Se pliegue o no a la propuesta, la lectora o el lector de este "Cuaderno" igualmente se verá interpelada/o por la estimulante experiencia de una literatura que, como pocas, se fragua en el intento de pensar y de hacer de otro modo.
2 de junio, 2021
Tratado de iconogésis. Cuadernos de lengua y literatura Volumen XI
Mario Ortiz
Leteo, 2021
112 págs.