"Una búsqueda se hace contra la realidad y el malestar" afirma Juan Laxagueborde (Buenos Aires, 1984) cuando acaece Tres personas, y más adelante completa "Queda no lo que es, sino lo que se quiso decir". ¿Y qué es lo que nos quiere decir el autor en este recuento afectivo/analítico que gira en torno a Juana Bignozzi, Darío Cantón y Elsie Vivanco? Una tentativa de su programa está en el seno de la actitud (o actividad) poética: "la poesía, como cualquier objeto estético, lucha contra los esclarecimientos habituales del misterio"; es decir que a medida que se extiende la alambicada y elegante prosa de Laxagueborde nos vamos enterando de algunos detalles de la vida de estos poetas, recorriendo parcialmente su obra mientras que la maniobra evade ("la evasión es, con el tiempo, materia") la clasificación. Lo que podemos enterarnos, por ejemplo, es que Bignozzi "combatía la tilinguería con elegancia y maledicencia selectiva", que durante toda su vida Cantón "ejerció el hábito de mandar cartas para todos lados" y que Vivanco "es más libertaria que comunista, más erótica, más inmediata". Estas observaciones que remiten a lo anecdótico, a la vida mínima, dotan de un sentido (pleno, de corte abierto y amigable) al resto del escrito que se pliega sobre grandes frases, sentencias que iluminan en partes iguales a la vida o a la obra de quien está siendo narrado: "No hay vanguardia sino embarcada en algún surco del pasado", o "lo que escribe, desde las celebraciones líricas del verde a las pasiones barrocas del cuerpo todo clavado en el amor y el sometimiento moral, no tiene tono autobiográfico", o "cualquiera de sus proyectos parece buscar nada menos que un estado perpetuo de fraternidad conversada". En el método digresivo de Laxagueborde todo encaja, todo parece eslabonado en pos de un programa liberador. Pero si algo escapa de éste de forma pulsional es el rapto autoconsciente del ensayista y sociólogo que se ensaña en el amor y sus temas: a partir de un libro de Luhmann (El amor), Laxagueborde nos va a introducir en el seno de una preocupación no sólo teórica ("el amor libera del monólogo interno"), sino que a su vez va a permitir situar nuestra mirada del amor en confrontación con la pasión, preservando los niveles del amor ("No mantener separado al amor del mundo, puesto que cuanto más profunda la autonomía de la esfera amorosa por sobre las demás, mayor el riesgo de choque de prioridades"), para llegar a la estocada final: el orden que amor prefigura ("¿cuánto orden es necesario para sobrevivir al dolor?").
Y en el texto sobre los tres poetas nos adelantamos y volvemos, configurando nuestras afinidades con una u otra biografía, deseando volver siempre (como nos recuerda Ezequiel Alemian en su notable contratapa) a la poesía, que es eso que queda después como testimonio de una singularidad única e indivisible; el propósito de cualquier persona. O de tres.
4 de marzo, 2020
Tres personas
Juan Laxagueborde
Iván Rosado, 2019
72 págs.