Los libros viajan. No siempre nos damos cuenta. Pero qué maravilla cuando lo comprendemos, aunque sea a destiempo, que más bien tarde que nunca.
Marcos, el editor, me trajo personalmente estas Tres piezas hasta San Telmo, donde estaba parando en ese momento, y no podía ser de otro modo en el ámbito de una editorial como Ninguna Orilla cuyo lema es: “Literatura hecha a mano”. El libro llegó, además, en la víspera de mi viaje de regreso, en el momento en que estaba cerrando (y pesando) las valijas, tratando de resolver una vez más un dilema que me aqueja desde hace más de veinte años: qué libros me acompañan y qué libros deberán esperar el próximo viaje. Los libros pesan, sí, y por eso mismo al desplazarse ordenan el mundo a su alrededor. La energía cambia en función de la masa y la velocidad: E=mc^2^. Aquí reside probablemente uno de los misterios más indescifrables de nuestra cultura. Desde Cristóbal Colón con el Libro de las Maravillas de Marco Polo, hasta Esteban Echeverría con las Meditaciones poéticas de Alphonse de Lamartine --para tirar algunos ejemplos entre tantos--. Es probable que en este umbral del libro electrónico, el problema se diluya, o cambie de configuración, pero es difícil que desaparezca totalmente.
La primera “pieza” que compone este libro, escrita por Graciela entre julio y agosto de 2022, poco tiempo después de la muerte de Sergio, tiene que ver con la organización de la biblioteca común. Una biblioteca única, sí, pero que debió padecer distintas subdivisiones según las alternativas de residencias y viajes entre Buenos Aires, Caracas y Nueva York. Una biblioteca que fue tres en su momento: la de Argentina, la de Venezuela y la norteamericana. Pero fue también una cuando Graciela y Sergio se instalaron definitivamente en Nueva York. Aunque enseguida pasó a ser dos y luego tres bibliotecas: la de la casa donde vivían y la de los despachos respectivos en las universidades donde trabajaban. En este marco, “Catalogo la biblioteca” refleja la aspiración de esa biblioteca única que contenga la memoria de tantos viajes y lecturas, los realizados o los que quedan pendientes, pero también el comienzo de una nueva etapa: “Era la nueva vida de los libros. O una nueva relación mía con ellos, a solas”.
En la segunda pieza, “Hacia otro lado”, hay también, al mismo tiempo, el uno, el dos y el tres. Contiene la edición del blog que Graciela y Sergio escribieron durante un viaje, en el verano de 2014, de una costa a otra de los Estados Unidos. El texto, que va componiéndose por fragmentos, concentra distintas vistas tomadas durante el viaje, con anotaciones, imágenes, pensamientos, videos, enlaces, mapas y lecturas. Alojado en el blog, este relato multifacético se fue completando a medida que se desarrollaba el viaje y podía ser consultado durante ese tiempo por quien quisiera acompañar a los viajeros en su aventura, al menos hasta que se cerró. Ahora vuelve a hacerse público y el lector puede recuperar estas observaciones realizadas sobre la marcha: la ruta misma, los vehículos, los carteles, los puentes, los valles, las comidas, las atracciones turísticas, los cielos y los desiertos, que se recorren a través de las palabras, pero también con las imágenes o videos registrados que acompañaron el blog en su momento y que ahora se recuperan gracias a un código QR. Es un dispositivo que tiene varias dimensiones, que van incluso más allá de lo visual, imposible de describir en pocas palabras y que en todo caso hay que volver a recorrer, imaginando un texto utópico, en varias etapas. Me gustaría dar un ejemplo. En un momento se intenta dar cuenta de uno de los sonidos que se escuchan durante el viaje: “La [dimensión] más efímera y la más inestable”. Allí el realismo encuentra uno de sus límites. Por más entuertos y retuertos que se ensayen, por ejemplo con los diálogos, en el registro oral nunca entra el sonido. Ni siquiera con las onomatopeyas. Sólo una provisoria evocación. Así en un bosque de troncos petrificados, en Nuevo México: “sólo puede escucharse el viento y el golpe de la correa contra el elevado mástil de hierro que sostenía la bandera”. Es un sonido único, al mismo tiempo rítmico y variable, que da cuenta de la “desolación circundante”. Lamentablemente, por negligencia, el viajero no ha tenido el cuidado de hacer un registro. Debería volver atrás, cosa que es difícil en un viaje tan largo, y entonces descarta esa posibilidad. Como consuelo, registra el sonido de ese viento, el mismo pero distintos, al detenerse, no muy lejos, en una estación de servicio: “Mientras cargaba nafta [...] el viento sonaba así”. Si abrimos al video, conservado ahora en el blog de la editorial, podemos escuchar el viento, con todas las dificultades que implica su escritura y lectura: la de su registro en la crepitación contra el micrófono, la que marca la resistencia de las cosas y, sobre todo, la nostalgia de aquel sonido perdido en el bosque petrificado.
Escrito a dos voces, por momento escuchamos a SC, por momentos a GM, y a veces el impersonal o un nosotros que nos incluye, porque nuestra lectura es otro viaje. Y nuestra sigla está también ahí. Somos 1, 2 y 3.
La tercera pieza, “Are You One or Two?”, es un texto en el que Sergio estaba trabajando cuando murió. Es difícil saber si está concluido o no. El lector se queda esperando la palabra siguiente. Graciela decide compartirlo, planteando, con razón, el siguiente argumento: “seguramente lo hubiese seguido trabajando pero, como eso ya no es posible, no quise dejarlo encerrado en la computadora”. El lector, agradecido.
“Ar You One or Two?” es el relato de un viaje a la India, para participar en la bienal de arte de Kochi-Muziris en 2016. Un encuentro de arte pero en el que intervienen escritores. Sergio había sido invitado a acompañar una instalación que consistía en la “diseminación” de su novela Baroni: un viaje, transcripta sobre las paredes de la ciudad. Esta particular edición le daba al texto, indudablemente, una nueva visibilidad pero al mismo tiempo lo exponía a la intemperie: la letra iría deteriorándose e incluso borrándose desde el momento mismo en que sería inscripta. Esto lleva a Sergio a la siguiente reflexión: “Los textos cambian después de escritos. Pasan los años y la misma obra dice otra cosa, debido a cambios en las condiciones de lectura. Esa mutación que ocurre gracias a la permanencia de una obra en el tiempo, en este caso no tendría posibilidades de producirse dada la contingencia de la intemperie. El cambio físico sería más veloz que cualquier otro”. Esta reflexión, que prolonga una de las preocupaciones constantes en la literatura de Chejfec, al menos desde Ultimas noticias de la escritura (2015), adquiere ahora, de pronto, una notable intensidad –una notable ultimisidad, por así decirlo– dado que este texto ha sido afectado para siempre por la enfermedad inesperada e incomprensible que lo deja inconcluso. Lo que está sin duda en el centro del movimiento de estas piezas.
Cuando Sergio llega al homestay donde se alojaría en aquel poblado de la India, el casero le pregunta, casi mecánicamente: “Are you 1 or 2”. Sergio se dice: Probablemente respondí lo correcto, que viajaba solo. Pero algo me hizo tomar la pregunta de manera más personal, a lo mejor el aturdimiento del viaje y el enigma del nuevo lugar. Acaso pregunta si en mí había una/dos personas, si podía considerarme desdoblado, si estaba dispuesto a un tipo de disociación”. Esta duda permanece como vibrando entre nosotros y sin duda marca la invitación, a nuestra inteligencia pero también a nuestra emoción, que nos propone este libro. Ser uno y ser varios al mismo tiempo.
En el juego “1, 2, 3... ¡Soleil!”, hay una línea de partida, luego un amplio terreno liso y despejado, y finalmente una pared. Uno de los jugadores, que asume el rol de conductor, se ubica frente a la pared, de espaldas a los otros jugadores que esperan en la línea de partida. Pasa un tiempo hasta que el conductor golpea tres veces el piso exclamando “1, 2, 3”, lo que es la orden para que los jugadores puedan avanzar hacia la pared. Pero de pronto el conductor grita “Soleil” y se vuelve. En ese preciso momento los jugadores deben permanecer perfectamente inmóviles. Como estatuas o árboles. Si acaso el conductor sorprende el más mínimo movimiento, el jugador culpable es eliminado y debe volver al punto de partida. Los demás, los inmóviles, han ganado algunos pasos de terreno. Y el juego continúa.
Se me ocurre que la situación es más o menos la siguiente: está oscuro y un grupo de conspiradores o prófugos avanza entre las sombras. Como el dios que se desplazaba en el campamento invasor “parecido a la noche” (Ilíada, canto I, 47). Pero de pronto sale el sol, o se encienden los proyectores, la escena se ilumina y los conspiradores/prófugos son delatados por su propia vehemencia. En este terreno hay que saber moverse, con el sigilo necesario, pero sobre todo hay que saber camuflarse.
El juego se termina cuando uno de los jugadores logra tocar la pared, reemplazando así al conductor. Y todo recomienza. El arte del conductor reside en su habilidad (y su perversión) para manejar los tiempos de la sorpresa. El arte del jugador reside en saber mover sus piezas: ni tímido ni impaciente. Si avanza demasiado rápido el propio movimiento lo delatará; si avanza demasiado lento no llegará nunca a la pared salvadora.
Creo que sucede más o menos lo mismo con los libros que se publican luego de la muerte del escritor. ¿Cómo resolver ese raro equilibrio entre precipitación y espera?
Una vez me preguntaron cómo organizar un homenaje a un escritor fallecido. Respondí, sin pensarlo demasiado, que la mejor manera de homenajear a un escritor es editándolo. Ahora me doy cuenta de que mi respuesta no hacía más que esquivar el problema porque queda por resolver cómo editar los textos de quien ya no está entre nosotros para completar lo todavía escribible, corregir lo escrito y dar, finalmente, su visto bueno a lo publicable. Lo que reside en el centro del problema es la siguiente pregunta: ¿cómo volver a la vida al ausente? Aquí, los editores, Marcos, María y Graciela nos ofrecen una respuesta, al mismo tiempo inteligente y amorosa, a un problema tan arduo.
30 de noviembre
Tres piezas
Graciela Montaldo y Sergio Chejfec
Ninguna orilla, 2024
108 págs.