Ante las discusiones suscitadas por la difusión de las bases del Concurso de Letras 2020 del Fondo Nacional de las Artes, que acotan la selección de obras a los géneros Ciencia Ficción, Fantástico y Terror, El Diletante convocó a Elsa Drucaroff y a Eric Schierloh para que, en sendos artículos, aporten argumentos que permitan complejizar el debate.
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Celebro que en este trágico 2020 el Fondo Nacional de las Artes haya encontrado un modo de llamar a su concurso anual de Literatura y me parece un ejemplo de audacia, deseo y voluntad política de hacer gestión cultural en tiempos muy difíciles. No soy la única que festeja pero como suele suceder, son los ataques los que más salen en los diarios. Hubo debates argumentados aunque casi siempre acompañados por ataques personales contra la Directora de Literatura, la escritora Mariana Enríquez, y por tonos cuyo énfasis asombra: agresiones, quejas, narcisismos heridos, victimización... En última instancia: ¿es realmente para tanto?
Voy a decir por qué celebro este concurso pero sobre todo quiero pensar qué subyace bajo este modo de "debatir" tan extendido en el campo intelectual: se lanza un grito indignado, escandalizado, como si algo sublime (¿La Literatura, o La Belleza, o El Arte?) estuviera por borrarse de la faz de la Tierra sólo porque a nosotrxs no nos gusta la decisión puntual de alguien.
¿Sabían que hay una pandemia?
No creo que el Arte esté por borrarse de la faz de la Tierra pero sí que lxs artistas de Argentina están mayoritariamente muy cerca de extinguirse porque no pueden pagar un plato de comida. Partamos de algo cada vez menos frecuente en el campo literario y crítico: el principio de realidad. No sé si saben: este es un momento de emergencia planetaria pero también nacional. Nacional como el Fondo Nacional de las Artes, que es precisamente eso: un Fondo cuya meta debe ser apoyar la producción artística de la Argentina. Toda. Del modo más inclusivo y realista posible, haciendo equilibrio con todas las numerosas otras necesidades de la nación, en algunos casos un poco más... ¿importantes? No vayamos a tanto, apenas bastante más urgentes, como garantizar el sistema sanitario o la alimentación. Estamos en una pandemia, decenas de miles de trabajadorxs del arte tienen graves problemas de subsistencia. Antes, con esfuerzos infinitos, algunxs conseguían sobrevivir al menos en parte con su trabajo artístico.
Bien, no sé si saben, a mí me llegaron los emails: aunque el FNA ha dado, históricamente, apoyo económico exclusivamente a la producción de obras culturales, este año decidió darlo para que lxs productorxs culturales puedan seguir viviendo, simplemente. Llamó a las becas "Sostener Cultura II", copio de su sitio web: "una ayuda dirigida a integrantes de la comunidad artística y trabajadores de la cultura con el objetivo primordial de acompañarlos en este momento especial". En este instante, en el FNA, hay decenas de miles de presentaciones para estas becas en evaluación. ¡Decenas de miles! Un trabajo titánico y urgente que ocupa y ocupará a casi todo el personal del Fondo y además supone trabajo de jurados y una gran cantidad de dinero que va a repartirse.
Estudié toda mi vida teoría y crítica literarias, escribo sobre ellas, me interesan y me importan; escribo literatura, me interesa y me importa; leo poesía, la disfruto y me importa. Sé que la poesía tiene una construcción radicalmente diferente de la narración, que el cuento es muy distinto de la novela, al asunto de los géneros literarios como ciencia-ficción, policial, etc. le di muchas vueltas teóricas y críticas, también en mis novelas y cuentos jugué con esos géneros y con lo fantástico, que no es un género sino un efecto que puede aparecer en cualquier género. Quiero decir: no son temas menores, estoy tan implicada en ellos como quienes salieron a enfurecerse.
Y no obstante, me parecen temas mucho, muchísimo menores que el destino de las personas que trabajan haciendo arte y que el destino de las industrias y empresas que lxs artistas necesitamos inevitablemente para que nuestras obras lleguen a la gente: en nuestro caso, toda la industria editorial argentina, aun con los grandes matices y desigualdades que encubre esta expresión.
En este contexto y con estas prioridades, la Directora de Literatura del FNA se preguntó cómo sostener el concurso en 2020, cuando la mayor parte de los recursos humanos y económicos de la Institución están usándose para evaluar decenas de miles de solicitudes de subsistencia. Todos los años el Fondo organiza 4 concursos literarios: cuento, novela, poesía, no ficción; o sea: contrata y paga unos 50 jurados, contando los que dan el veredicto final y los equipos de pre-selección, y destina al personal del FNA a la organización de cada rubro. Me tocó ser jurada del Concurso de Cuento en 2014 y me consta el trabajo que hubo antes de que los originales impresos de cada obra llegaran a mi casa clasificados, ya eliminados los que no cumplían con las bases, para lo cual examinaron uno por uno (en cuento recibí casi 200); me consta el trabajo burocrático que hubo después de que vinieron a mi casa a retirar todo, cuando ya habíamos fallado y fuimos citados en la sede del Fondo para que una empleada abriera delante de nosotrxs los sobres con los datos y labrara un acta. Ella tenía la información sobre la identidad de todxs lxs participantes, el procedimiento tuvo completa transparencia pero no sólo porque había buena intención, sino porque había horas de trabajo y organización que hay que multiplicar por los cuatro rubros en los que se llama a concurso en años "normales".
Los debates sobre la especificidad de la poesía o el lugar del terror o la ciencia-ficción son valiosos y hay un grupo de escritorxs y críticxs muy afectado por el trato que Mariana Enríquez, dicen, les está dando a estos gravísimos asuntos. Pero todo estaría indicando que en este momento, el FNA está ocupado en otras cosas. Y mientras se ocupa, se apoyó en otra mirada para inventar un modo posible y democrático de sostener el certamen sin repetir la vieja asignación de recursos. Se puede expresar disenso con esa propuesta pero quienes firman furiosxs porque la dirección del FNA no toca la lira como Nerón mientras Roma se incendia tienen, diría, una mirada un poco sobrevaluada de la importancia de que la poesía, el cuento y la novela concursen por separado. No obstante el grupo de ofendidxs, donde hay algunas firmas prestigiosas, hay muchísima gente que está feliz porque contra virus y marea, hay concurso del Fondo este año. Creo que el número es mayor, se expresa en las redes y tiene nombres a veces menos rimbombantes.
Concursos literarios y mercado
Un concurso impulsa la producción de literatura, visibiliza obras que se juzgan como valiosas (con todo lo subjetivo y aleatorio del gusto y el juicio de valor en arte). Un concurso alienta a escribir y posibilita que obras nuevas lleguen al público lector.
Se acusó a este concurso 2020 y personalmente a Mariana Enríquez, de estar al servicio del mercado. No es cierto, pero antes de fundamentar por qué, quiero quitar del medio este sonsonete ignorante donde la palabra mercado quiere ser un argumento en sí mismo, como si traerlo a colación en las discusiones literarias bastara para denostar, o hasta justificara un insulto. Colegas, terminemos con la hipocresía: en el capitalismo, el mercado es una forma de relación social de la que absolutamente nadie está afuera. Nosotrxs tampoco. Corrijo: hay gente que sí tiene la tragedia de estar afuera. Por ejemplo, quienes en esta pandemia fueron expulsadxs del mercado laboral, o la mujer en situación de calle que quemaron viva el pasado sábado 4 de julio, ¿se acuerdan? Ella estaba afuera del mercado. Vender nuestra literatura no es igual que vendernos, prostituirnos: es el modo de ser leídxs. Hay quien además se prostituye, claro, pero entonces el problema será su modo de estar en el mercado, no que está en él.
Las relaciones entre arte y mercado pueden ser alienantes y perjudiciales, expulsan del juego obras y autorxs de valor, pero también pueden incluir en el juego obras y autorxs valiosxs que de otro modo nunca hubieran entrado. El mercado consolidó el género policial, sin su auge ese gran lector de policiales que fue Borges jamás hubiera escrito "La muerte y la brújula"; un editor del mercado creó el thriller negro y abrió una veta que hasta hoy da muy buena narrativa. El mercado me permitió ser escritora: a fin de los '90, el auge de la novela histórica escrita por mujeres me abrió una puerta que hacía una década me cerraban en la cara. Entré por esa ilegítima ventana femenina y acá estoy, feliz de haber entrado.
Antes de que la producción del arte tuviera que ver con el mercado, antes de que el público lector se incorporara en igualdad de condiciones a la excluyente élite de agentes de consagración, el artista dependía del capricho de los mecenas. ¿Era mejor? Se dirá que hoy el público lector puede equivocarse mucho. Consagró a Poldy Bird, ¿se acuerdan? Pero la crítica erudita también se equivocó mucho. En los '70 había novelistas aclamados por ella de quienes hoy no habla nadie, ni para condenarlos. La crítica erudita condenó a Arlt, a Dickens, ¡a Shakespeare! En cambio, un incipiente pero masivo mercado lector consagró el grandioso Martín Fierro, un mercado poderoso levantó Cien años de soledad. Sin la crítica erudita, hoy no hablaríamos de Saer o de Hebe Uhart. La consagración del mercado o la de la crítica no garantizan ni impiden que lo bueno se reconozca.
¿Y cómo es la relación entre mercado y escritorxs? Antes del mercado, los artistas dependían de los favores de reyes, reinas, papas. Y necesariamente, lo que escribían tenía que poder ser leído como alabanza a ese poder. Escribo artistas en masculino, porque antes de que existiera un mercado para el arte, las mujeres no teníamos muchas posibilidades de llegar a alguien con nuestras obras, es difícil que quienes detentan el poder y la riqueza en una sociedad patriarcal confíen en que hay mujeres poetas o pintoras capaces de producir arte eficaz para reflejar su grandeza. El mercado terminó con esta esclavitud creativa que Habermas llama "publicidad representativa del arte": arte que se hace público para representar el poder de quien lo posee y exhibe. En suma: los efectos del mercado en el arte tienen aspectos atroces y aspectos democráticos. Investigué y escribí sobre el tema un tiempo largo.[1]
Volvamos a los concursos: todo concurso literario tiene una relación imprescindible con el mercado. En primer lugar, porque alienta o determina la publicación y promoción de la obra. Salvo que los libros ganadores se roben, no hay modo de tenerlos en las manos sin que haya mediado dinero. Puede pagar quien va a leer, puede haber pagado el autor o la autora, que financió la edición con el dinero que otorgó el concurso (así fueron hasta hace algunos años los premios que daba el FNA), o pagó el Estado, si publicó o compró la edición a la editorial privada para entregar a bibliotecas. Un concurso literario posibilita siempre ganar dinero, como mínimo a algunos eslabones de la industria editorial, a veces a todos. Es imposible hacer conocer nuestras obras sin negociar con las reglas mercantiles. A lo mejor son las del enorme mercado que convoca, por ejemplo, la Feria del Libro de Buenos Aires en el predio de la Rural; a lo mejor las de un mercado pequeño pero significativo como el que viene generando la Feria de Editores desde hace unos años; a lo mejor es uno aún más chico pero dio de comer a cientos de diminutxs editorxs en todo el país: el que logró construir aquella heroica Feria del Libro Independiente en los primeros años del 2000; o a lo mejor se trata de la peor opción de mercado: esa donde no se gana dinero del público lector sino de quienes escribimos las obras y pagamos a editoriales que se autodenominan con hipocresía "independientes del mercado" pero nos venden el servicio de publicarnos, un servicio que ─aunque pocas veces nos informen previamente─ difícilmente incluye el de distribución de la obra en algunas librerías al menos, o su difusión, ya que el negocio lo hacen en el mismo momento en que cobran por publicar.
En suma, todxs buscan hacer una diferencia lucrativa con la obra literaria, cada cual en su escala, y nada tengo que objetar a eso. A mí me encanta intentar al menos vivir de mi trabajo. Solo quiero subrayarlo porque cansa escuchar a colegas que acusan de "razones de mercado" todo lo que a ellxs lxs excluye o les da envidia, o simplemente no les gusta, mientras fingen que esas razones ni siquiera rozan sus inmaculados libros. Ganar dinero es el objetivo de Planeta o Random House pero también de la editorial pequeña. También quiere ganar dinero la editorial "independiente" de poesía que busca poetas que paguen para imprimir su libro, pero antes publicó sin cobrar por ejemplo al gran Joaquín Giannuzzi, no porque es independientes del mercado, sino porque en su propio mercado tener a Giannuzzi en el catálogo, aunque venda poco, le sirve, otorga el prestigio para cobrar el servicio a lxs poetas menos consagradxs.
Lxs artistas podemos fingir que el mercado es un demonio del que estamos a salvo gracias a nuestra superioridad o nuestro izquierdismo pero sabemos que si no vendemos nuestras obras al mercado, no existen. Ni arrodillarse ante él ni mentir con que le damos la espalda. Con el mercado lidiamos todxs y todos los concursos son, en primera o última instancia, para que el mercado editorial descubra obras y las publique.
Los concursos de editoriales y el concurso del FNA
El concurso del FNA premia con dinero ciertas obras y da así en los hechos la posibilidad de financiar una edición. Años atrás, el dinero debía sí o sí ser usado para editar la obra. El Fondo no tiene fines de lucro ni recupera un centavo de la eventual ganancia que la publicación pueda arrojar, su relación con el mercado está mediada por la persona que ganó. El premio del Fondo fomenta en los hechos la bibliodiversidad y por ende la industria editorial mediana y pequeña. Esto era directo y evidente cuando entregaba el dinero exclusivamente a fines de la edición pero indirectamente sigue hoy siendo así. ¿Por qué afirmo que el concurso del FNA apoya la bibliodiversidad y no a los grandes grupos editoriales? Porque esos grupos no se manejan cobrando la edición, ni a particulares ni al Estado. Desafío a mis colegas a nombrar un título que haya ganado el FNA y haya sido publicado en primera edición por Planeta o Random House. Tal vez reeditaron años después alguna obra porque su autor/a, ya conocido, publica con ellos. Pero nunca aprovecharon directamente los resultados de estos concursos, su interés no es publicar así.
En cambio, hay concursos que sí tienen relación directa con el lucro: los organizan las propias editoriales como una operación de prensa y publicidad, un modo de lanzar una obra nueva o (rara vez) un nuevo nombre. La cifra de dinero que recibe quien gana, como premio, por grande que sea, es simplemente el adelanto de los derechos de autor que la editorial calcula deberá pagar en determinado lapso, si vende la cantidad de ejemplares previsible por la repercusión del concurso y la cantidad de países donde se editará en simultáneo. Cuando el grupo editorial es poderoso, los premios son enormes. Cuando tiene menos posibilidad de producción y venta, menores. Pero el objetivo del concurso es siempre garantizar el negocio de publicar la obra. No tiene nada de malo, pero por favor entendamos que esta es su lógica y sepamos que cuando esos concursos no exigen seudónimo obligatorio, por ejemplo, es porque no tienen intención de garantizar que la selección sea ajena al nombre de la figura que van a promocionar. El anonimato obligatorio garantiza inclusión y transparencia, en cambio el seudónimo optativo tiene dos objetivos: alentar a "lxs famosxs" a presentarse con la tranquilidad de que si pierden, no pasarán "un papelón" en el ambiente literario, e insinuar a lxs desconocidxs que tal vez tengan alguna posibilidad de triunfo, sobre todo porque cuanto mayor sea el número de obras presentadas, más espectacular será que gane una sola. Se necesitan muchos perdedores para que haya una victoria espectacular.
Hay malas obras que ganaron concursos de este tipo, también hay muy buenas que los ganaron, lo celebro de corazón, pero sé que si bien en esos concursos se evaluó que la literatura fuera buena, la evaluación sumó otros criterios relativos a la posibilidad de que la obra recuperara la gran inversión que se estaba por hacer. No voy a criticar ese objetivo, una editorial no es una empresa de beneficencia. Más criticable es jugar a ignorar las transparentes reglas de juego de este tipo de concursos y fingir que una empresa está dispuesta a pagarnos una inmensa fortuna porque nuestra literatura es genial. Y aún más criticable es que colegas que tanto detestan el mercado nunca objeten (públicamente) esos concursos y en cambio sí pongan el grito en el cielo contra el último del FNA, un concurso que ni mantuvo ni mantiene con el mercado esa relación. Leí insinuaciones miserables: el motivo de Mariana Enríquez al convocar a "CIENCIA FICCIÓN, FANTÁSTICO y TERROR tanto en formato de Novela, Cuentos, Ensayos, Poesía y Novela Gráfica" pasaría o porque ella misma escribe fantástico y terror, o porque está al servicio de un gran grupo editorial. Doble contrasentido, primero porque en efecto ella es el nombre argentino de ficciones de terror, incluso a nivel internacional, entonces, lo que menos "le convendría" (en la mezquina lógica de estas acusaciones) es generarse competencia. Elegir eso donde ella destaca es por lo menos generoso. Pero el otro contrasentido es hablar como si los grandes grupos editoriales estuvieran ansiosos por publicar gente nueva, escriba el género que escriba. Como si en Argentina nadie deambulara interminablemente con un original bajo el brazo (de cualquier género), sabiendo que hay cero chance de que lo acepten los grandes grupos y soportando rechazo tras rechazo de editoriales pequeñas.
Entonces: colegas que jamás firmaron un repudio a los concursos que permiten seudónimo optativo firmaron un repudio al del FNA, de participación anónima y ligazón muy indirecta con el mercado. Mis colegas no firmaron cartas cuando un ensayista político que jamás escribió ficción fue jurado en el Premio Planeta de Novela. Claro, protestar por las reglas de juego que las grandes editoriales tienen derecho a poner tiene más consecuencias que pelearse con el FNA.
El concurso literario 2020 del FNA
Lo mejor atenta contra lo bueno y las especificidades de la poesía, la novela, el cuento y la no ficción existen pero existen también otros criterios específicos y a veces la realidad tiene prioridades. Entonces: si no hay personal disponible ni dinero para sostener en este año trágico los 4 concursos con alrededor de 50 juradxs, o no se hace nada, o se hace lo posible: un solo concurso. ¿Y cómo armar un único concurso? Es tarea de la Directora de Literatura imaginarlo, que para eso la eligieron. No es la representante del gremio de escritoras y escritores, es una funcionaria con trayectoria y mérito que a su buen entender decide y manda. Decide algo novedoso, arriesgado y sensible: por un lado, va a elegir otros ejes para armar un solo concurso que pueda incluir los cuatro rubros anteriores e incluso más; por el otro, dará premios regionales (así alienta la participación de escritorxs en zonas de donde históricamente casi no llegan obras a los concursos del FNA) y un solo premio nacional, porque no hay más plata. Hace convivir la variedad: poesía, narrativa, novela gráfica, desde un criterio posible, porque sí hay numerosos y grandiosos ejemplos de poesía de terror o de ciencia-ficción en la literatura (enumeran muchos Daniel Gigena en La Nación, Alan Ojeda en Facebook). Así además gana posibles lectorxs para géneros tan hermosos y poco leídos como la poesía, que sobrevive en un ghetto casi sin otro mercado que el de lxs propixs artistas que pagan sus obras. El llamado permite a muchxs poetas saltar la pared del ghetto al visibilizarse en su roce con un cierto universo temático. Excluye a otros, claro, pero esta vez se incluye esto, otra vez, otra cosa. Hay varias puertas para entrar a un lenguaje artístico: mucho público joven entró a Atahualpa Yupanqui por la puerta de Divididos, quizás el resultado de este concurso ofrezca una puerta para entrar a leer poesía.
Pero hubo poetas que gritaron: ¡Mariana Enríquez no entiende que nuestro trabajo con el lenguaje es incomparable! Todo es incomparable y nada lo es, depende de los parámetros con que se compare. En este caso, la comparación se centrará en la posibilidad de evocar-construir cierto tipo de mundos y atmósferas. ¿O los poemas no evocan-construyen mundos y atmósferas? Cierta poesía que vibre en esa energía saltará la aparentemente infranqueable pared de un ghetto del que tanto se quejan lxs poetas... hasta que alguien osa imaginar que en esa pared se puede abrir un hueco.
Pero además: este es el concurso en 2020. En 2021 se verá otra cosa. Critican al jurado pero es un jurado muy calificado precisamente en los géneros y atmósferas que el concurso plantea; trabajan la literatura desde aproximaciones diversas, dos de ellos además publicaron poesía. ¿Pero acaso hay algún jurado que garantice infabilidad? Fui jurado varias veces, me acompañaron otros especialistas y a veces no valoraron lo mismo que yo, eso fue muy bueno: cuanto más variadas son las perspectivas, más rica la discusión y el resultado. Pero ni eso garantiza que no hayamos podido equivocarnos y dentro de unos años alguien lo demuestre como se demuestra hoy, cuando se recuerda que jurados con prestigiosos escritores de entonces le negaron varias veces el premio a Onetti, para premiar nombres hoy casi siempre olvidados.
No hay un concurso perfecto. Hay gestión cultural y veremos los resultados cuando estén, no antes. Gestión cultural que inventa qué hacer con lo poco y lo grave que existe en vez de resignarse. Y hay algunxs escritorxs con narcisismo herido que no sólo expresan su legítimo disenso sino también quieren desautorizar una decisión que no les compete tomar. No exigen más camas para terapia intensiva, más comida para los barrios populares, ni siquiera más becas de sustento a lxs artistas. ¡Exigen que se llame a poesía por separado! Y ofenden personalmente a la directora.
Enríquez arma un concurso desde la rica tradición nacional de lo fantástico, al elegir ciencia-ficción y terror, privilegia esta actualidad abominable en la que, aterrados, asistimos a la distopía planetaria de la pandemia y el recalentamiento global. Su gestión no actúa como si el 2020 no existiera; muchos escritores y escritoras, en cambio, sí.
5 de agosto, 2020
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A pedido de la autora agregamos la siguiente aclaración:
Sigo sosteniendo con fuerza los argumentos presentados más abajo.
Sin embargo, la presidenta del Fondo Nacional de las Artes (FNA) dijo hace pocos días: "los poetas se quejaron porque están acostumbrados a que el Fondo es una especie de proveedor permanente". Entiendo que:
a) el Fondo ES UN PROVEEDOR PERMANENTE de todas las artes, incluyendo la poesía, esa es una de sus maravillosas funciones centrales y ojalá lo siga siendo. Para esta función fue concebido;
b) es muy doloroso escuchar que quien está dirigiendo el Fondo hable de los poetas como gente "acostumbrada a un proveedor permanente". Supongo que esas palabras se refieren a que el FNA ha dado históricamente dinero que permite la publicación de los libros de poesía que ganan sus concursos o becas de creación.
Es triste que se recorte un grupo de artistas ("lxs poetas") de Ixs demás artistas que apoya el FNA, para reprocharles el financiamiento de sus obras. Se Ixs describe en términos similares a los que usa el PRO para hablar de "planeros".
c) El planteo de la presidenta parece poner en entredicho la presencia de la poesía en el Fondo, esto me alarma. Atenta contra el sentido mismo de la existencia del organismo.
d) Luego de escribir estas líneas agrego esto: acabo de leer el pedido de disculpas de la presidenta del FNA y me alegra que lo haya hecho. Un/a funcionario/a tiene que ser muy cuidadosx con sus expresiones públicas.
Modificado el 11 de agosto, 2020
*Elsa Drucaroff es docente, investigadora, ensayista y escritora. Su último libro es Checkpoint
Crédito de fotografía: Daniel Jurjo, 2011
[1] Drucaroff, E. "La crítica ante el vínculo insoluble/indisoluble entre literatura y mercado." Palimpsestvs 7 (2009), Bogotá, enero de 2011.