Mientras el disparate de eso que llamamos realidad prolifera sin pausa, con un barroquismo berreta que, más que asombro, produce desánimo, el escritor Sergio Bizzio, sin estridencias, como quien no quiere la cosa, se aboca a la paciente creación de realidades alternas, lujosas por su elegancia austera y su graciosa extravagancia. Puede que eso sea ni más ni menos que la literatura, cuestión que a esta altura a Bizzio pareciera tenerlo sin cuidado, porque, a juzgar por la despojada fidelidad con la que trama sus mundos minúsculos, lo único que pareciera importarle es ir desgranando las historias que acaso contengan mediante el sencillo procedimiento de tirar del hilo de los sucesos, entregándose a la dinámica del devenir e interfiriendo lo menos posible. El resultado es algo tan sencillo (y complicado a la vez) como “buenas historias bien contadas”. ¿Qué más se puede pedir?
Un lugar precioso ofrece al lector exactamente eso, dosificado en dos novelas relativamente breves, en las que, dispersos en relatos eventuales, tienen lugar varios de los registros característicos del autor.
La primera de esas novelas, titulada Les habían dicho que estaba bueno y fueron para allá, es de corte realista y, como la vida misma, acaba teniendo ribetes tragicómicos. Cuenta la historia de una pareja que, siguiendo la premisa enunciada en el título, van a veranear a un pequeño pueblito al que supuestamente no va casi nadie. Bajan a la playa y, tal como esperaban, hay muy pocos turistas; pero, contra todo pronóstico, se encuentran con una conocida, alguien que para el marido es la última persona en el mundo con la que hubiese querido encontrarse. Entonces, para evitar nuevos encuentros, el muy ingenuo comienza a poner en práctica absurdas estrategias de evasión con las que lo único que consigue es generar una cadena interminable de situaciones patéticas y malentendidos. Un drama semejante por supuesto es cómico, y ese registro ambivalente es el que le interesa a Bizzio, porque sabe que ahí, en esa zona filosa, es donde se juega lo decisivo de las relaciones humanas. El peligro de esta apuesta es que la comedia se desmadre, convirtiendo a los personajes en caricaturas; cosa que no ocurre en este caso, porque Bizzio, aun cuando coloca a sus personajes en situaciones absurdas, siempre se las arregla para lograr un registro creíble del comportamiento humano. Así es como, mediante un sutil equilibrio entre comedia y drama, logra en esta novela hacer explícita, a través de situaciones algo absurdas y risueñas, la fatalidad según la cual una pareja no es sino una extensa dinámica de desencuentros y de malentendidos, sobre todo cuando media el amor.
La segunda novela, Radiografía de la pompa, es un complejo dispositivo de narraciones múltiples en las que Bizzio despunta su vicio predilecto: escribir sobre extraterrestres. La novela (si acaso es una novela) contiene tres partes, y esas partes a su vez están divididas en dos: una suerte de presentación de corte autobiográfico que enmarca a un relato de extraterrestres. En el primer de esos textos autobiográficos, Bizzio nos cuenta que su afición por la literatura de alienígenas tiene su origen en la temprana lectura de Crónicas marcianas, nos dice además que años después se embarcó en el proyecto de escribir sus propias crónicas marcianas, y finalmente nos relata las tres circunstancias en las que, según afirma, tuvo encuentros del tercer tipo: cuando fue abducido por unos extraterrestres que podían convocar a los muertos a su antojo, cuando vio caer del cielo jujeño a dos figuras con aspecto de peones con los que mantuvo una corta charla y cuando inesperadamente se encontró en su casa con un caballete de madera que resultó ser un ser de otra planeta.
Considerando el tenor de lo relatado, podríamos decir que estas tres crónicas inventan la “autobiografía fantástica”. Pero ocurre que la literatura de Bizzio, en particular en esta novela, torna superflua la distinción entre los géneros. Mediante una escritura sobria, reacia a la pirotecnia verbal y a todo amaneramiento, digamos que cercana al discurrir del habla, todo, tanto lo que se supone real como lo aparentemente disparatado, acaba sonado igualmente cierto. Y es precisamente por eso, por la cercanía que propone su registro, respaldado a su vez por la afinadísima cadencia de sus diálogos, que en esta novela pueden convivir, digamos que con absoluta naturalidad, el relato de una misión a Marte con astronautas argentinos que interactúan con una guitarra, un triángulo plano y treinta rayitos, con el relato de lo ocurrido el día que el Clan Stivel (integrado por Bárbara Mujica, Marilina Ross, Emilio Alfaro, Carlos Carella, David Stivel y Federico Luppi) desembarcó en Ramallo (pueblo donde nació Bizzio) con el propósito de presentar su película Los herederos. De Ramallo a Marte y viceversa, esta novela articula prodigios de toda especie, en el que probablemente sea uno de los textos más personales del autor.
Como todo buen narrador, Bizzio nos recuerda que, en la escritura, la distinción entre realidad y ficción es inocua, porque todo en última instancia pasa en las palabras, y entonces todo, no importa de qué índole, puede pasar. El asunto, en todo caso, es saber hacerlo, y hacerlo bien, como en el caso de las dos novelas que componen este libro. Libro que, para felicidad del lector, es antes que nada una discreta celebración de la literatura.
5 de junio, 2024
Un lugar precioso
Sergio Bizzio
Random House, 2024
256 págs.