A Rodrigo Álvarez
Después del disparo, los anteojos de Lennon vuelan y caen astillados en la vereda del Dakota, ensangrentados. La escena, recreada en Imagine, ha sido parte de la obra de Yoko Ono: primero con Álbum de familia y luego con una foto que colocaba a las gafas ensangrentadas en primer plano y detrás el Central Park, utilizada para denunciar el incremento de los asesinatos a mano armada en los EUA. Los anteojos ensangrentados, metonimia del asesinato, entonces, pertenecen a la cultura pop-ular del siglo XX. Eso vimos, también, hace unos días en la noche de la TV Pública, luego de un programa que no por azar discutía la deuda externa argentina, cuando se estrenó el cortometraje Un oscuro día de injusticia, que recrea el último día de Rodolfo Walsh. Si bien el asesinato de Lennon es posterior, separado por unos tres años y medio del de nuestro Rodolfo, la hipérbole que, a partir de las resituaciones artísticas, describieron las gafas aproximan a ambas muertes. Es la huella que ese movimiento en el aire dejó en la historia contemporánea lo que vincula ambos gestos, hayan ocurrido o no, a partir de una serie de coordenadas: hay alguien, un hombre, que no ve bien o, mejor dicho, ve distinto, es una persona pública y por eso, por su trabajo, es reconocido en la calle y asesinado, ni más ni menos, a sangre fría.
Pero antes de eso, y para llegar allí, el cortometraje argentino imagina y nos muestra cómo habrá sido y cómo fue el último día de Walsh, desde que arranca la hoja del día 24 de marzo de 1977 del almanaque y se lee 25 de marzo, un año y un día después del último golpe de estado cívico-militar. Sin palabras, cubierto el sonido ambiente por música de guitarras, animado a partir de exquisitos dibujos hechos en tinta, de una mano que denota conocer bien los trazos de la historia de la historieta argentina, el corto sigue a Walsh en su cotidianeidad, el día que coloca en sobre la Carta abierta de un escritor a la Junta Militar para depositarla en algunos buzones claves de la ciudad de Buenos Aires. El cortometraje, género de la condensación, resalta una serie de gestos: los intercambios afectivos con su esposa e hijas, el encuentro brusco al abrir el cajón con un revólver. En ellos se encuentran cristalizadas las figuras que la historia política y literaria han encontrado en Walsh. Se descubre, entonces, la voluntad de humanizar al héroe. Sin embargo, allí y en el final apoteótico, cuando sus asesinos y raptores aparecen y se transfiguran en ratas que luego son perros que son lobos, el corto quizás traiciona el pensamiento del último Walsh: precisamente el de "Un oscuro día de justicia". En el relato de 1968, el pueblo ilusionado esperaba la redención por la llegada del héroe externo al internado de irlandeses. Y lo recibió, aunque de él no llegó la salvación sino un aprendizaje: "el pueblo aprendió que estaba solo y que debía pelear por sí mismo y que de su propia entraña sacaría los medios, el silencio, la astucia y la fuerza". El Eternauta de Oesterheld no por casualidad llegaba a las mismas conclusiones: el héroe colectivo. Y de algún modo eso es lo que le pedía Walsh a la conducción de Montoneros a partir de una serie de cartas agónicas, que nunca tuvieron respuesta: replantear la guerra civil, hacer de la resistencia una estrategia espectral, actuar como un cuerpo sin órganos, preservar la vida en la clandestinidad. El horror de ese año que fue del 76 al 77 demostró que su voz no fue escuchada y por eso, en gran parte, aquella Carta abierta de un escritor a la Junta Militar.
Fotograma de "Un oscuro día para la injusticia".
Según "Un oscuro día de injusticia", ese día Walsh se sentía, especialmente, perseguido: se figuraba ojos enormes en los transeúntes con que se topaba. Es la mujer quien le brinda confianza y acompaña al militante. Las transformaciones que se operan en sus asesinos y captores también se dan en su cuerpo: se transmuta en folios de hojas que vuelan como pájaros. La animalización de sus verdugos que cierra el film obedece más a una cita de Walsh que reniega de Plauto y Hobbes que a la realidad ("En medio de la lucha por la justicia, la libertad y el imperio de la voluntad del pueblo, sepamos unirnos para construir una sociedad más justa, donde el hombre no sea lobo del hombre, sino su hermano"): uno de sus asesinos, quien comandó el Grupo de Tareas 3.3.2 encargado de llevárselo a la ESMA, era conocido por el alias de "Tigre". Otro de esos animales que lo cerca, Ernesto "220" Weber, según un sobreviviente del centro de detención clandestino, habría dicho al llegar: "Lo bajamos a Walsh. El hijo de puta se parapetó detrás de un árbol y se defendía con una 22. Lo cagamos a tiros y no se caía el hijo de puta". Para el "Tigre" Acosta, la carta "es un documento pero también un arma de la guerra civil revolucionaria terrorista" y por eso, a diferencia del esperanzador final del corto, el cuerpo destrozado a balazos de Walsh es llevado como un trofeo de guerra a la ESMA y allí expuesto ante sus compañeros detenidos.
Conozco muy bien ese lugar, la esquina de las avenidas San Juan y Entre Ríos, a la vuelta vivía una amiga mía. También la conocía bien el traidor de Walsh. Gracias a Daniela Fiore y Julio Azamor, directores del artesanal y bellísimo "Un oscuro día de injusticia", ahora tenemos otro final para la historia; triste y solitario, el de un mártir.
24 de febrero, 2021
Un oscuro día de injusticia
Dirección de Julio Azamor y Daniela Fiore
Mutant TV, 2018
11 minutos