Las biografías son letales, precisan muerto al biografiado. Necesitan ordenar el pasado para encontrar allí las huellas de lo que fue, como si una vida fuera explicable. La linealidad del relato coloca los hechos uno tras el otro y suponen la unicidad del sujeto, el individuo. I'm not there, repite sarcástico el Dylan de Todd Haynes, y Gabo podría haber replicado. En Gabo conviven muchos Gabos, se lee en Un tornado dulce, como implosionando esta y cualquier otra posibilidad de ordenar o, por lo menos, entender una vida –como fue la del propio Gabo– asiduamente ofrecida sin frivolidad ni cálculo. Sánchez y Ugarte no mienten y desde el subtítulo definen su trabajo: “Un recorrido por la vida-obra de Gabo Ferro”. No es una biografía tradicional, y en ese sentido se entiende la falta de voces de su familia o allegados, por ejemplo, porque el foco no está en saber más de su vida personal e íntima, el mero chisme, sino apenas en saber qué de su vida hay en su obra, qué de su obra hay en su vida. De allí el guion: vida-obra, que une, confunde y separa al mismo tiempo esos dos campos. El límite siempre es muy tenue y, allí donde se flanquea, el libro pierde fuerzas. Es una escritura de vida guiada, en principio, por el método de la entrevista y la investigación y reconstrucción periodística. El arsenal de entrevistas, entonces, está puesto a disposición de armar esa escritura, entender los giros de Gabo, consultar con expertos alguna cualidad suya, indagar sobre los procesos que sostuvieron las distintas obras, volver a acompañar ese devenir, situar la pluralidad dentro de los límites de una cronología. Si en una primera parte del libro la vida anticipa la obra, inmediatamente después la obra refleja la vida. De Gabriel a Gabo. Un tornado dulce elige disponer muchas informaciones, antes que detenerse en el análisis de una canción u obra en particular, es un compendio de informaciones anecdóticas, biográficas o musicales sobre Gabo Ferro que, en su mayoría, no eran desconocidas para sus contemporáneos o para quienes acompañaron su presencia. La curiosidad tal vez sea más despertada en el primer capítulo del libro, sus inicios, N (después rebautizada N-After Gardel) y sus primeras grabaciones, el impacto del Parakultural. El mérito, además de la prolijidad de la reunión y su relato, está pues en abrir el conocimiento a los ajenos, a quienes llegaron tarde, a quienes se perdieron de la potencia irrecuperable del vivo, o para quienes aún lo sentimos aquí, riendo, su voz retumbando en ecos. En ofrecernos, de nuevo, a Gabo.
El libro llama la atención en su comienzo: no está dedicado a Gabo. Es decir, los autores, en sus dedicatorias, lo ignoran, se lo dedican a otras personas, todo bien, son elecciones personales. Nada que objetar. Pero no se lo dedican a Gabo. Después de haberle dedicado cuatro años de trabajo, según han expresado, y después de haber escrito más de 300 páginas sobre su vida y obras, no le dedican, en su íncipit, el trabajo al propio Gabo. Aparece, sí, en los agradecimientos de Sánchez, al final, metonimizado a su memoria. No es, así, un libro para Gabo, sino, quizás, por Gabo. Por sus canciones, por sus obras, por sus intervenciones, por su persona, por su voz, por su cuerpo. En “Ensayo para la ausencia”, entrevista de Sergio Arboleya realizada a ambos autores, hay dos claves sumamente interesantes para leer estos “por”. Primero, Ugarte afirma que a Gabo “se lo va a rescatar, pero como una ausencia porque sus canciones no pueden ser interpretadas como Gabo las interpretó”. Ese es el ritual del que habla en su prólogo, imposible de rescatar más allá de su mero presente. Después, Sánchez dirá que “es un gran disparador para pensar cuestiones sobre la idea de la ética del trabajo, la idea de la independencia, la idea de la autogestión, el no negociar con la industria o saber hasta dónde hacerlo”. En esa ausencia, entonces, en ese fantasma, aparece una ética y una idea, al mismo tiempo anacrónicas y sumamente presentes. La libertad, lejos del cínico sentido actual, para Gabo significaba angustia, responsabilidad.
Por momentos, el texto vuelve e insiste sobre algunos puntos en particular, que hacen a la formación de Gabo y que ninguno de los entrevistados pudo terminar de afirmar o negar: si tomó o no clases con los referentes del Parakultural, si tomó o no clases de canto o si fue, más bien, un autodidacta, guiado por el impulso, la intuición o la voluntad férrea de aprender, en los diferentes campos que atravesó. Más allá de algunas menciones concretas del propio Gabo, el periodo del pasado referido a los años 80, a Porco, a los Verbonautas y a los 90 en general, reconstruido en base a distintos testimonios, es una pluralidad de matices y versiones. Es la parte más rica del libro, la primera, porque echa luz sobre momentos no tan documentados de la carrera de Gabo, porque hay un esfuerzo en armarlos a partir de distintas entrevistas y porque conducen a una situación fundamental: la pérdida de la voz en el concierto de Porco en el Bauen, en 1998, y su posterior silencio y retiro de los escenarios por siete años. Sergio Álvarez, otro de los integrantes de Porco, es el encargado de detallar aquel recital compartido con Jaime sin Tierra y, de algún modo, dar otra versión sobre la mítica escena del silencio de Gabo. Esa es la opción de los biógrafos también, la de querer establecer, gracias a la investigación de qué fue lo que hizo Gabo en ese arco temporal alejado de los escenarios, otro punto de vista sobre su silencio. Por ser parte del pasado no inmediato, por no haber tantos datos disponibles, en estos primeros capítulos, los periodistas se ocuparon de reponer algunos claroscuros en un relato, diferente de lo que sucede ya en la última parte del libro, donde las actividades de Gabo eran más públicas y conocidas, y donde ese relato parece más bien querer dar cuenta de la descripción del curriculum de Gabo, como si una biografía fuese apenas narrar los ítems de una hoja de vida.
En ese pasar revista al pasado o de las numerosas charlas, emergen proyectos desconocidos, truncos, abortados o en potencia de Gabo, una persona capaz de desdoblarse infinitamente. La reconstrucción permite, al mismo tiempo, situar el terreno del regreso de Gabo a la canción, en 2004-2005: Cromañón y la denominada “escena de cantautores emergentes”, de la que Gabo siempre se desmarcó. Y, posibilita, al mismo tiempo, conocer más sobre los aspectos técnicos de la grabación de los discos, en estudio o fuera de él, conocer más sobre el modo en que Gabo trabajaba, sobre el modo en que solía trabajar, cuáles condiciones aceptaba o afrontaba, cómo enfrentaba aquellos proyectos que constituían verdaderos desafíos para él, cómo construía en colaboración incluso su imagen fotografiada o el arte de tapa o el concepto visual de sus trabajos.
Sergio Sánchez entrevistó numerosas veces a Gabo. En esas horas de grabación hay un tesoro que asoma, cada tanto, en la biografía, además de citar otras entrevistas. Gabo fue alguien preocupado en hacerse escuchar, en aprovechar la oportunidad del diálogo para decir sus cosas. En mostrar su voz y su cuerpo, en mostrar la corporalidad de su voz, su encarnación. Una ética se va delineando en sus palabras, una idea de mundo. Gabo era muy consciente del trabajo que hacía, de los caminos que emprendía con sus trabajos y exploraciones. Eso aparece en los recortes de su voz aquí citados. Por eso, quizás, algunas otras voces que aparecen en el texto no sumen tanto, o mucho, o demasiado, porque son meros testimonios del paso de Gabo, que a veces se extienden algunas páginas sin sentido, y le quitan aliento a la lectura. En el relato de una vida, las demás personas, personajes secundarios, están en función de la narración de esa vida, son el decorado casanesco. Si se extienden en opiniones o sentires, si quitan el foco hacia lo subjetivo individual, si son el amigo de Maradona de Capusotto, dejan de sumar. Son un peso. Son un peso, cuando no son directamente innecesarias, como es el caso –entre otros– de quien fuera la persona que provocó el via crucis de Amar, temer, partir, que Gabo nunca nombró, pero que la biografía se ocupa de buscar, desvelar y darle voz hasta el folletín. Así, en la elección del peso de este prisma de variedad de voces gravita gran parte de la constitución del libro, generalmente para bien, cuando suman (por ejemplo, el testimonio de quien le diera algunas clases de canto, el barítono Víctor Torres, quien aborda técnicamente su voz), algunas veces no tanto, cuando restan o se desvían. Curiosamente, allí donde los testigos no pueden decir nada, o no pueden decir nada concreto, por tratarse de lo más etéreo de una persona y donde cada elección de adjetivo es tan subjetiva como atribuirle forma a una nube, allí donde cada uno de los muchos testimonios habla, recuerda o caracteriza a la voz de Gabo, el eco de ese cuerpo, es donde la biografía merodea la figura del fantasma, de aquel que faltando estará presente, y justifica, por fin, su materialidad, la escritura de una vida, la imposible caza de una voz, ese tornado dulce, un perfume, una piel.
16 de octubre, 2024
Un tornado dulce. Un recorrido por la vida-obra de Gabo Ferro
Lalo Ugarte y Sergio Sánchez
Prólogo de Sergio Pujol
Marea, 2024
328 págs.
Crédito de fotografía: German Garcia Adrasti.